Miami, más allá de South Beach
No todo es Miami Beach, Ocean Drive y la Collins. La ciudad tiene sus joyas tierra adentro, desde un palacio del Renacimiento o una piscina veneciana en Coral Gables hasta la calle 8 de Little Havana
El hotel Biltmore, ícono de Coral Gables, desde 1926.
MIAMI.- El domingo último, la actriz Gloria Carrá decía en este suplemento que había "aprendido a disfrutar en lugares medio miamescos ". ¿Qué quiso decir con esa palabra a la que le queda tan bien la cursiva? Debe ser que, para muchos, Miami carga con un viejo estigma: el de ser sólo un gran shopping con mar, paraíso de aquel deme dos (hoy no menos vigente) y segunda casa de personajes bizarros de la farándula argenta como el chocolatero Ricardo Fort, amo y señor en estas arenas.
La imagen más frívola y desangelada de la ciudad suele asociarse con la zona de Miami Beach y la movida de Ocean Drive y la Collins Avenue. Pero, más allá de estos clásicos -que se han embellecido pese a los prejuicios y el paso del tiempo-, Miami tiene otros atractivos para ofrecer tierra adentro , un lado b urbano en barrios como Coral Gables, Coconut Grove, Little Havana y un á lter ego playero en las arenas vírgenes de Bill Bags.
Alejados por un momento de Miami Beach, enfilando hacia el Sur, se llega a Coral Gables, una zona de enormes mansiones y jardines que soñó e hizo realidad el millonario George Merrick. Dar un paseo en coche por los caminos del barrio es sentirse un personaje de la novela El Gran Gatsby o un ignoto músico de jazz durante el reinado del be-bop, de esos que andaban siempre con el whisky sobre el piano o, por qué no, un gángster en la época de la prohibición, ya que Al Capone pasó muchas de sus noches en el hotel Biltmore, ícono de Coral Gables, que desde 1926 vigila el vecindario con sus grandes aires de castillo español y su torre de 18 metros (copia de la Giralda de Sevilla). Por esas habitaciones desfilaron Ginger Rogers, Judy Garland, Bing Crosby, mientras que Johnny Weissmüller enseñaba natación en la piscina antes de ponerse el taparrabo y convertirse en Tarzán de los monos. También en uno de los cuartos del piso 13 murió a balazos el matón Thomas Fatty Walsh, en 1929.
Además del Biltmore hay varias joyitas en los alrededores, como una insólita piscina veneciana, la Venetian Pool. Cuesta sólo 11 dólares pasar el día en este espejo de agua, repleto de grutas y cascadas (así se debían bañar los romanos), considerado uno de los más bonitos del mundo. La piscina fue creada en 1923 y durante 70 años no tuvo filtro, o sea que cada noche se gastaban miles de litros en vaciarla y volverla a llenar. También en este barrio se encuentra uno de los museos más importantes de Florida, el Lowe Art Museum, en el campus de la Universidad de Miami, con una fina colección de 17.500 obras (hay cuadros de Picasso, Gauguin y Monet).
Por Coconut Grove
Las calles de Coconut Grove -lindante a Coral Gables- recuerdan, por la noche, la onda de Greenwich Village, en Nueva York. Restorancitos en la vereda, bohemia de hippies que envejecieron bien, artistas y universitarios son la fauna estable del barrio, en el que destacan complejos como el Coco Walk y Streets of Mayfair. A no equivocarse: no son shoppings a lo Dolphin o Aventura. Sólo por esta vez se trata de pequeños y coquetos centros comerciales con tiendas selectas, negocios de antigüedades y boutiques de arte. Muy cerca del Coco Walk se despliega una zona de bares y restós con onda, sobre Main Highway, Grand Avenue, Commodore Plaza y Fuller Street. En Coconut Grove también hay caserones y mansiones, pero están entreverados en la vegetación espesa que, a lo lejos, se deshace en las aguas azuladas de la bahía Vizcaina.
Allí mismo se despliega, con sus aires de mansión del Renacimiento, el Palacio Vizcaya, capricho de otro millonario, James Deering, que en 1916 se hizo construir una residencia de invierno con 76 habitaciones. La terminó en dos años, gracias al trabajo de 1000 obreros y tres arquitectos. El jardín de esta mansión es bellísimo, con su orquideario y sus cuatro hectáreas de vegetación tropical. Recorrer este sitio cuesta 12 dólares.
A la cubana
Siempre alejados de las playas, otro barrio interesante es Little Havana, con su tradicional calle 8, que estalla de cubanidad entre las avenidas 12 y 26. En este camino conviven decenas de restaurantes que sirven comida de la isla (se recomienda el Versalles, en el 3555 de la calle 8), fabricantes de cigarros puros (se puede visitar la fábrica de habanos El Crédito Cigar Factory), músicos y ancianos que a la tarde confluyen en el parque Máximo Gómez Paz para jugar dominó y detestar o añorar viejas revoluciones. En todo caso, el que pasa por acá no puede irse sin probar el auténtico café cubano -un expreso superpotente y dulce- y, para refrescarse, beber un guarapo o jugo de la caña de azúcar.
Los últimos viernes de cada mes se realizan en Little Havana los Viernes Culturales, una fiesta latina en la calle, con música, bailes y comidas típicas.
Esas otras playas
En el top ten de las mejores playas de Estados Unidos que se publican en las guías de viajes figura, inevitablemente, Crandon Park. Repleta durante los fines de semana, conviene visitarla de lunes a viernes. La parte norte es un paraíso de surfistas, por sus buenas olas, mientras que la zona sur, con sus aguas tranquilas, es frecuentada por familias y parejas.
A pocos kilómetros de Crandon Park se encuentra la playa virgen de Bill Bags, que debe ser una de las pocas (si no la única) de Miami que no está atiborrada de servicios -sólo unos baños con duchas y un pequeño restaurante- ni tiene guardavidas. A eso le llaman virgen los norteamericanos. Son dos kilómetros de arenas blanquísimas y una paz que apenas interrumpe algún que otro mapache revisando los tachos de basura.
Estas son sólo algunas opciones para recorrer esta ciudad sin sentirse tan miamizado y terminar esquivando tanto los estigmas como esas malditas cursivas
Por Jose Totah | Para LA NACION
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