Con todo el sabor del mar
Platos exquisitos y color popular en el Mercado Central de la capital chilena.
El Mercado Central funciona en un imponente edificio de estilo art nouveau inaugurado en 1872.
En la parte antigua de Santiago de Chile, a orillas del río Mapocho, un delicioso olor a mar guía los pasos cual canto de sirena hacia un edificio histórico y entrañable para el alma santiaguina: el Mercado Central.
El predio ocupa una manzana y es una maravilla arquitectónica del siglo XIX, con estructura de hierro forjado. Pero, más que nada, es el lugar en el que se dan cita viajeros y pescadores, bohemios, trasnochadores y señoras que hacen compras. Es un lugar encantador, el mejor de la ciudad para comer o comprar mariscos fantásticos, lo cual es mucho decir en un país que posee una de las variedades más ricas y exóticas de mariscos del planeta.
A primera vista podría parecerse a cualquier buen mercado, con una plaza central de mil colores por los puestos de verduras, frutas y pescados, sólo que está rodeado de restaurantes, desde los más elegantes de la ciudad hasta pequeñas cocinerías que trabajan con un público tan selecto como fanático. Se huelen en el aire unos picorocos al vapor, unos locos al ajillo y unas machas a la parmesana, mientras los lugareños regatean el precio de los pescados crudos y los mozos de los restaurantes se disputan –a veces demasiado intensamente– la preferencia de los turistas.
En Chile, “carretear” significa salir de fiesta, de copas… Pues bien, los fines de semana, y sobre todo en las madrugadas post Año Nuevo o fiestas patrias del 18 de septiembre, se acostumbra terminar la noche en este mercado, saboreando un rico caldillo o una paila marina para reponerse de cualquier desastre etílico.
En los días habituales de semana, antes del amanecer, los puesteros silban melodías mientras acomodan la mercadería: frutas y verduras coloridas y radiantes sobre las bandejas, centollas y ostras sobre hielo picado, erizos frescos, congrios. La compra empieza temprano y a media mañana ya está todo a punto.
Al mediodía llegan para el almuerzo empleados de oficina, operarios y familias enteras que buscan, entre la gran variedad de restaurantes, aquel que más se ajuste al paladar y al bolsillo. Los hay para todos los gustos: algunos gourmet, los más recomendados en las guías gastronómicas (y también los menos económicos), como “Donde Augusto” y “El galeón”, pero también otros más modestos y baratos. A esa hora, los gritos de los feriantes se mezclan con las tonadas chilenas de los cantores, que pasan entre las mesas para hacerse de algunas monedas. Un grupo de jóvenes se anima a bailar una cueca para deleitar a los viajeros.
A toda hora se ven por ahí turistas extranjeros fotografiando todo lo que encuentran a su paso. El mercado es un imán para los viajeros, la oportunidad impagable de encontrar, en el mismo lugar, la más variopinta muestra de cultura popular chilena con degustaciones inenarrables de mariscos y vinos. ¿Qué más se puede pedir?
Palacio de artes culinarias
Declarado Monumento Nacional en 1984, el Mercado Central de Santiago es un espectacular edificio de estilo art noveau que fue inaugurado el 15 de septiembre de 1872 para albergar una biblioteca o un palacio de Bellas Artes. La estructura de hierro fue fundida en Glasgow, Escocia, y es ciertamente impactante, como los bellos motivos de la decoración, los pilares y los arcos, las puertas de hierro forjado. Lo cierto es que los vaivenes de la historia terminaron convirtiendo esta construcción exquisita en uno de los lugares más concurridos y populares del centro histórico de la ciudad.
Casi en línea recta con la Estación Mapocho (a orillas de río), que hoy es uno de los centros culturales más importantes de la capital, desde el mercado se puede hacer caminando el circuito histórico: la Catedral, la Plaza de Armas, la Plaza de la Constitución, el Palacio de La Moneda, el Teatro Municipal, los museos Histórico Nacional y Bellas Artes.
Parada obligada del circuito, el Mercado Central no sólo alberga marisquerías y puestos de venta de pescado, sino también fruterías, carnicerías, botillerías (bodegas), fiambrerías, queserías… En los puestos que dan a la calle se pueden comprar artesanías, flores y cestos de mimbre.
Pero las grandes vedettes, sin embargo, son los frutos del Pacífico, fresquísimos, muchos de ellos desconocidos fuera de Chile e imposibles de traducir. Muchos de ellos, también, totalmente exquisitos para el paladar, sobre todo si vienen regados con buen tinto chileno. Gran programa: se sale del mercado contento como perro con dos colas.
INFORMACION
Embajada de Chile en Buenos Aires: Tagle 2762, Tel. 4808-8601/4808-8655.
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Por Claudia Dubkin / ESPECIAL PARA CLARIN
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