sábado, 8 de junio de 2013

PORTUGAL: LISBOA: una ciudad retro

Lisboa: una ciudad retro


A pesar de ser famosa por sus tranvías y sus pronunciadas colinas, la capital portuguesa es ideal para recorrer a pie, barrio por barrio; del laberinto moro de Alfama a los agitados bares del Bairro Alto, con música de fado, sabor a ginjinha y espléndidos azulejos

LISBOA.- El British Bar no es un pub, sino un bar portuario bien lisboeta cuyo dueño se cansó hace mucho de reordenar la vidriera. Tiene vista al río Tajo, sobre Cais de Sodré, y tiene también, detrás de la pesada barra de madera, un reloj con agujas que corren al revés, sin mayor explicación. Entonces la duda es si no será ésa la hora oficial de esta ciudad tan retro.
Exagerando un poco, claro, porque Lisboa no necesariamente retrocede en el tiempo. Pero aunque la modernidad asoma, saludable, por ejemplo, en la joven zona de Parque de las Naciones, el pasado de esta ciudad está bien presente y la condena a una encantadora melancolía. Tan encantadora que, pese a una larga jornada de exploración a pie, siempre dan ganas de caminarla una cuadra más y descubrir más azulejos, balcones, personajes y bares portuarios para tomar una cerveza Sagres y poner en orden tantas imágenes.
Es fácil relacionarse con la vieja Lisboa porque es fácil caminarla. Como buena europea, su ilógico trazado no ayuda a llegar rápido a ninguna parte en particular, pero sí invita a perderse sin preocupaciones y mirando para todos lados.
Alfama
Para tan económico city tour , la locación ideal es el barrio moro de Alfama: una laberíntica trama de pasajes y escaleras donde las agujas del reloj parecen retroceder más rápido que en el British Bar. Es uno de los barrios más antiguos y el primero al que el caminante debería apuntar. Sobre todo porque, después de subir y bajar entre casitas mínimas y ropa tendida en sogas de lado a lado (acá no se puede hablar seriamente de veredas), estará a pasos del Castillo de San Jorge (entrada, 5 euros), quizá la principal atracción turística en esta capital, que en todo caso no las necesita especialmente.
En el corazón de una ciudadela amurallada, el castillo propiamente dicho data del siglo X y sus torres, escaleritas y pasadizos se pueden recorrer a gusto. Lo mejor de la fortaleza, sin embargo, está afuera: desde la Plaza de Armas, al pie de los viejos cañones, se tiene una de las mejores vistas de la ciudad y su río. Y para completar el panorama, vale la pena esperar unos minutos el turno (la capacidad es limitada) para entrar en la Torre de Ulises, del mismo castillo, donde un centenario periscopio muestra una vista en 360° y en vivo de la ciudad. Como con una precaria webcam , la guía en la visita seguramente hará foco con el sistema de espejos en los autos que transitan por el puente 25 de Abril y los aviones que aterrizan como juguetes en el Aeroporto da Portela, allá lejos.
Baixa
Hora de bajar la colina del castillo hacia el Oeste hasta dar con Baixa, el centro histórico, como si el resto no lo fuera, y comercial, entre las plazas Da Figueira y Dom Pedro IV, al Norte, y la de Comercio, al Sur y frente al río. Es el lugar donde parar a almorzar el clásico bacalao, pero también el lugar donde habrá que elegir bien. Los menús turísticos sobre la peatonal Rua Augusta son la primera opción que se presenta, pero se recomienda dar un paso al costado, por las calles laterales del barrio, para buscar mejor precio y un ambiente menos saturado.
Por Baixa además abundan los locales donde proveerse del tradicional vino porto, del norte del país. Y también locales únicos y pintorescos, como la mínima Luvaria Ulisees, en Rua do Carmo 87A, imperdible tienda de venta y confección de guantes como no hay otra en el mundo. Y la disquería Discoteca Amália, en Rua de Aurea 272, especializada en fado y, más aún, en la gran reina del melancólico género, Amália Rodrigues.
El café se puede tomar después en el clásico Nicola, frente a la plaza Dom Pedro IV, para sentirse parte de algo especial en su cinematográfico interior art déco, y por si alguien le pregunta, a la vuelta, si estuvo ahí. Pero la sobremesa más original del viaje la tendrá unos pasos al norte de Baixa, en el minibar A Ginjinha, en Largo de São Domingos 8, no mucho más que una puerta pequeña y un mostrador donde se sirve justamente ginjinha desde mediados del siglo XIX. Hay que decirlo: la ginjinha, a base de ginja, es un gusto por adquirir; pero, bueno, la medida cuesta sólo un euro.
Barrio Alto
De Baixa hacia el Oeste se sube al Barrio Alto, la respuesta lisboeta a la movida madrileña de Malasaña y Chueca: noctámbulo, bohemio, joven (de espíritu), bastante desalineado, pero también muy amigable y con precios accesibles. Y si no está en pleno mantenimiento, una gran opción para subir es el famoso y fotogénico Elevador de Santa Justa, en la Rua de Santa Justa y la Rua Aurea; 1,10 euros por subir 45 metros, pero vale.
De día, el bairro se ve depoblado y sus innumerables bares se dividen en dos categorías: los cerrados y lo que parecen estarlo. Pero de noche, más los fines de semana, la cosa cambia: locales de toda clase social mezclados con muchísimos turistas avanzan amontonados por las callecitas que suben y bajan. ¿Recomendar un bar? Habría que ser experto. Además, cuando uno mismo llega a la zona de acción, datos en mano, bastante difícil le resulta dar con un reducto en particular y más difícil todavía le será encontrar espacio libre en los sitios con mejor publicidad. El consejo, en todo caso, es simplemente transitar por el Barrio Alto y entrar allí donde se escuche la música que a uno le gusta (de fado a hip hop, con todas las escalas) y donde quepa un parroquiano más. Ciertas noches esto no es necesariamente fácil, pero vale intentarlo.
Belém
Siempre hacia el Oeste y junto al río, del Barrio Alto se deja atrás la bohemia y se baja a Lapa, barrio de mansiones donde está el elegante y recomendable, cuando el presupuesto no es un problema, Lapa Palace Hotel, que además cuenta con un restaurante Cipriani.
Ya hay que dejar de caminar para tomar un taxi, tranvía o bus hacia Belém, barrio para el que se debe reservar un día si se quiere ver todo. Para empezar, dos monumentos imperdibles: la Torre de Belém, del siglo XIV, y el Padrão dos Descobrimentos, de 1960, orgullosos símbolos de la estirpe navegante portuguesa. Para seguir, los museos de Diseño y de Arqueología y el manuelino, exuberante Monasterio de los Jerónimos, donde descansan los restos de dos muy disímiles héroes portugueses: Vasco da Gama y Fernando Pessoa.
Sin embargo, muchos peregrinan hasta Belém por intereses menos solemnes: en verdad sólo les importa probar los famosísimos pasteles locales, unas minitartas de crema por las que la gente se agolpa casi desesperada contra el mostrador de la confitería Pastéis de Belém, en la Rua de Belém 84. Basta con probarlos para entender por qué.
Por Daniel Flores
Enviado especial
Ciudad azulejada
Lisboa tiene el Museo del Azulejo, fábricas de azulejos y souvenirs en forma de azulejo de todos los tamaños, desde pequeñas muestras de 1 o 2 euros hasta los cientos que el turista desee gastar en grandes murales a pedido, con envío a domicilio.
Lisboa es una ciudad, en gran parte, orgullosamente azulejada. Así que para admirar este auténtico arte lusitano basta con caminar por las calles. A cada paso aparece un edificio cubierto de cerámicos con colores y diseños geométricos que parecen nunca repetirse. Prestar atención a los registos de Santos, detalles religiosos en las fachadas, protectores del hogar (en particular, de los terremotos y los incendios, que Lisboa ha sufrido reiterdamente).
Para los fanáticos y los que comiencen a obsesionarse con el tema de tanto caminar por Lisboa está el recomendable Museo Nacional del Azulejo, a un par de kilómetros del centro antiguo, de la Plaza de Comercio, con una notable colección de piezas desde el siglo XIV hasta el XIX. La entrada cuesta 3 euros y cuenta también con una buena librería temática.
También se visita la Fábrica Sant'Ana (Rua do Alecrim 95, barrio de Chiado), activa desde 1741, donde se puede comprar azulejos más interesantes que los de las decenas de tiendas de souvenirs.
Pero también hay azulejos underground... en el metro. Galerías de arte al paso, Parque, Oriente, Cais do Sodré y Campo Pequeno son algunas de las estaciones con los mejores murales. www.mnazulejo-ipmuseus.pt
Datos útiles
Cómo llegar

Transportes

Metro: 0,75 euro; buses y tranvías: 1,30; taxi: comienzo de viaje, 2; city tours, 17.
Tambien visite

Casa do Fado e Da Guitarra Portuguesa. Un museo con todo lo que necesita saber y escuchar para comprender mejor la melancólica banda sonora de Lisboa. Lg. do Chafariz de Dentro 1. Entrada, tres euros.

Casa-Museo Amália Rodrigues. Para fans de la célebre fadista. Rua de S. Bento 193. 5 euros. www.amalia.no.sapo.pt

Parque de las Naciones. Creada para la Expo Mundial de 1998, es la zona moderna de la ciudad (algo así como un Puerto Madero, pero de otras dimensiones y otros prodigios arquitectónicos; en el noreste) y donde está el Oceanario de Lisboa, uno de los acuarios más grandes del mundo (entrada, 10,5 euros). www.parquedasnacoes.pt
En Internet
www.visitportugal.com
www.visitlisboa.com


 Cambio de moneda:  lo mejor es hacerlo en los bancos, pero hay que hacer un trámite de papelerío que demora un poco la operación. La alternativa son las casas de cambio, menos favorables en la paridad. Para pagar con tarjeta de crédito o cheque de viajero hay que presentar documento de identidad

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