domingo, 16 de junio de 2013

USA: BOSTON: la cuna de la independencia



Boston, la cuna de la independencia de EE.UU.

Arquitectura victoriana, aventuras en un vehículo anfibio y la tradición de las grandes universidades, en la crónica de un enviado a la capital de Massachusetts, cuna de la independencia estadounidense. Además, relatos de brujas en Salem.
 Vean allá. Adelante de ustedes está el río Charles, pero yo le digo Carlitos. Separa los municipios de Boston y Cambridge”, cuenta Miguel Torres, el chofer-guía, colombiano de nacimiento y estadounidense por adopción. Lleva más de 30 años en Boston y otros tantos surcando con su combi los caminos apacibles de esta ciudad bella y aristocrática, en el noreste de Estados Unidos.
Ahora las calles están mojadas por la lluvia y el cielo es de color sepia. Mientras el vehículo de Miguel avanza aparecen, como una sucesión de fotografías en movimiento, los primeros emblemas de la ciudad. Allí está el precioso pulmón verde del Boston Common, el parque público más antiguo de los Estados Unidos; los edificios modernistas junto con los art decó y los brutalistas; la gran cantidad de iglesias y la Biblioteca Municipal de la ciudad, que tiene 15 millones de libros y obras Rembrandt, Durero y Goya, entre otros.
Quizá porque es fin de semana o por la garúa, la ciudad tiene un aire melancólico. Todavía se está recuperando de un gran golpe, una cicatriz que todavía no cierra: el atentado durante el maratón en abril, que dejó dos muertos y cientos de heridos. Cerca de la biblioteca, donde tuvo lugar el atentado, hay un Memorial que recuerda a las víctimas. Y la ciudad está llena de carteles y remeras con la leyenda “Boston Strong” (Boston fuerte). Como una forma de contrarrestar ese dolor, hace unos días se completó el trayecto –alrededor de un kilómetro y medio– que quedó inconcluso por el atentado.
Esta es la tierra de los primeros colonos. Boston y la vecina Cambridge son, además, escenario de algunas de las universidades más prestigiosas del mundo, como Harvard y el MIT (Massachusetts Institute of Technology), que cuenta con 76 premios Nobel entre sus egresados y profesorado. Esta zona del estado de Massachusetts también es lugar de buenos restaurantes, de 21 barrios con encanto, de pequeños mercados y centros comerciales y de teatros de gran calidad.
Tierra, agua y cielo
Los tours que buscan abarcar toda una ciudad en unas pocas horas tienen una ventaja: dan ideas. El recorrido, siempre fugaz, es una muestra para luego volver y conocer los lugares con más profundidad. El más famoso de Boston es el Duck Tours, que tiene un gran atractivo: los paseos se realizan en viejos vehículos anfibios de la Segunda Guerra Mundial, adaptados para el turismo. El viaje comienza apenas se sube al camión-bote. Los guías tienen vocación de humoristas y, por momentos, el speech es un stand up, en el que hablan de lo viejos que están los Rolling Stones, imitan los acentos de las regiones de Estados Unidos y ruegan no recibir preguntas sobre las cosas que no saben.
En el viaje, de unas dos horas, se pasa por decenas de iglesias –como Trinity Church, un ícono de la ciudad–, el histórico barrio de Beacon Hill del siglo XVIII, el Museo de Ciencia y los 229 metros de alto de la Torre Prudential. El gran momento del tour –o al menos el más esperado por los chicos– es la inmersión del vehículo en el río Charles. A los pocos minutos, William Tolbot, el guía, invita a los pasajeros a tomar el timón. El río ofrece excelentes panorámicas de Boston y de Cambridge. “Ahí está Harvard, donde me gradué hace unos años. Pero todavía estoy buscando trabajo”, bromea sobre la elite de la educación estadounidense.
Otra buena –y más saludable– forma de conocer Boston es a través de los tours a pie, que se realizan de mayo a octubre. “Boston by foot” organiza esos paseos desde hace 40 años; entre su oferta uno de los más buscados es el de Beacon Hill. En esa zona histórica está el Massachusetts State House, el capitolio famoso por su cúpula de color oro viejo, y el Boston Common, el parque público de 20 hectáreas establecido en 1634. Ahora funciona como lugar de encuentro y recreación, pero en la antigüedad servía para prácticas militares y ejecuciones públicas. En estos días, los árboles centenarios abandonan el amarillo y rojizo y se ponen verdes. En el tour, el plan será dejarse llevar por los guías y por esas calles adoquinadas, sus locales modernos –hasta los de comida son “chic”– y la arquitectura victoriana del siglo XIX.
El observatorio Skywalk, ubicado dentro del centro comercial Prudential, es una excelente forma para seguir descubriendo la ciudad. Desde el mirador de 360 grados del piso 50 del edificio, se pueden ver las distintas arquitecturas de los barrios, desde las modernas torres hasta la zona de Back Bay, con boulevares de inspiración francesa. Basta caminar unos pasos para divisar desde las alturas a South End, la zona de edificios de ladrillo rojo y techo negro de estilo victoriano. Hace algunos años, en los bares de ese barrio se podían escuchar a figuras del jazz como Louis Armstrong y Duke Ellington.
Seguir la línea
Si hay algo de lo que puede presumir Boston es de su historia. Acá pasaron cosas importantes, medulares para la historia del país. Los primeros colonos puritanos llegaron a estas tierras de la Nueva Inglaterra, que hoy tiene siete millones de habitantes incluyendo las áreas metropolitanas. Las grandes batallas de comienzos de la revolución se libraron acá. Esta ciudad sufrió la Masacre de Boston, que luego generaría la independencia del país. En sólo cuatro kilómetros y siempre siguiendo la línea roja pintada en las veredas, el circuito The Freedom Trail explica buena parte de esa historia, a través de 16 lugares imprescindibles. El lugar de inicio es el Boston Common, donde hay una oficina de turismo con información útil para comenzar el recorrido.
Sin prisa y disfrutando de la primavera de Boston, se pasará por la iglesia Park Street, famosa por los incendiarios sermones de sus pastores. Luego llegará el cementerio Kings Chapel, la escuela Burying Ground y la Paul Revere House, el edificio más antiguo de la ciudad es de 1680, donde vivió uno de los padres de la independencia. El lugar más emblemático –“la casita de Tucumán de Boston”, como apuntan unos turistas argentinos al pasar– es el Old South Meeting House.
Hoy parece un edificio minúsculo, comparado con los grandes rascacielos. En su momento, principios del siglo XVIII, era el lugar de encuentro por excelencia. Desde allí, Samuel Adams lideró al grupo de rebeldes que fue al muelle a abordar a los barcos británicos para tirar el cargamento de té al mar, en protesta por los altos impuestos. La Boston Tea Party –como se llamó luego a esos hechos de 1773– fue un precedente de la Guerra de Independencia. Si viaja en diciembre, puede asistir a la Fiesta del Té, que arranca en la Old South Meeting y recrea el motín con actores vestidos con ropas de la época.
El final de este recorrido no podría tener un lugar mejor: Faneuil Hall, mercado y lugar de reuniones desde 1742. Desde allí se lanzaron discursos que alentaban la independencia. Hoy el ambiente es relajado y está muy cerca de Quincy Market, donde hay restaurantes pequeños y otros de comida al paso.
Dime cuánto sabes
Alguna vez, Mark Twain definió de una forma muy peculiar la idiosincrasia de algunas regiones de los Estados Unidos. Escribió: “En Nueva York se preguntan ‘¿Cuánto dinero tienes?’; en Filadelfia quieren saber quiénes fueron tus padres. Y en Boston es ‘¿Cuánto sabes?’. Definida alguna vez como la Atenas de América, Boston y la vecina Cambridge albergan a algunas de las universidades más prestigiosas del mundo y reciben a 250 mil estudiantes por año. Allí están el MIT, la prestigiosa Berklee College of Music y, claro, Harvard. Esta última tiene trece facultades y seis grandes museos (el de Bellas Artes alberga piezas de Andy Warhol, Renoir y Monet, entre otros).
Los tours oficiales de la universidad parten del Harvard Information Center, ubicado en el Holyoke Center Arcade. Son paseos guiados por los propios estudiantes o también se puede optar por pedir folletos para iniciar un tour autoguiado. El punto más visitado –necesita paciencia si quiere irse de allí con una fotografía– es la estatua de John Harvard en la Harvard Yard. Dice la leyenda que los estudiantes tocaban el pie izquierdo de la figura para aprobar sus exámenes. Hoy, su zapato está brillante de tantas manos que pasaron por ahí. Lo más curioso es que muchos la llaman “La estatua de las tres mentiras”. Porque ni es una representación de Harvard –eligieron a un alumno cualquiera como modelo–, ni es el fundador de la universidad ni la fecha indicada es la exacta. Quizás esa estatua no sea la que más representa el lema de Harvard (“Veritas”, que significa verdad en latín).
Aquellas brujas
Boston es sólo una de las alternativas que ofrece el estado de Massachusetts. A sólo 29 kilómetros al noreste de la ciudad, está Salem; la ciudad tiene 41 mil habitantes, pero en realidad parece un gran parque temático a cielo abierto, dedicado a las famosas brujas. Absolutamente todo remite a los históricos juicios realizados en 1692. Los autos de la policía, las señales de tránsito y la gran mayoría de los negocios tienen el dibujo de una brujita con su escoba. Se ofrece todo tipo de mercadería alusiva y abundan los locales de tarot. Dentro de los museos que ofrece la ciudad, el más visitado es el Salem Witch Museum. Son presentaciones cada hora en las que se cuenta cómo las personas fueron detenidas y encarceladas, acusadas de brujería. Y cómo algunas murieron en la cárcel.
De regreso se puede hacer una pequeña parada en el bellísimo pueblo de Marblehead, con casas rocosas con la fecha de construcción en la fachada –algunas son de finales de 1600–, clubes náuticos y el mar como telón de fondo.
Cuando el sol cae, Boston ofrece grandes restaurantes y una excelente oferta cultural. A raíz de las excelentes escuelas de música, como The New England Conservatory y la Berklee College of Music, la ciudad está repleta de pequeños bares, de lugares donde se pueden descubrir a grandes músicos en formación u otros ya consagrados. En el barrio de Back Bay, donde se encuentran muchas de las escuelas, se ve a cientos de jóvenes con sus instrumentos al hombro.
“Hay muchos buenos lugares. Yo recomendaría el Ryles Jazz Club y el The Lilypad en Cambridge y el Wally’s Café en Boston. Los consagrados tocan en el House of Blues o en el Boston Garden. Se respira mucha música en todos los rincones y la gran mayoría son de excelencia”, recomienda Silvina Moreno, cantante argentina que estudió en el Berklee College of Music.
Al final del viaje, el gris sepia se llena de colores. Se repite una imagen que apareció en varias películas: la de un estudiante remando por el río en dirección a la universidad. Se hace de noche ya. El río “Carlitos”, como le gusta decir al guía, se tiñe con las luces de la ciudad.
LA BUENA MESA
Langosta, fish & chips y brunch
Los pescados y mariscos son las grandes estrellas de la gastronomía de la ciudad de Boston y del resto de la región de Nueva Inglaterra. Uno de los platos típicos de la zona es el clam chowder, una sopa espesada con almejas o mejillones, cebollas, panceta, leche y papas, que se sirve en una cazuela con pan. Otro clásico son los fish and chips (pescado y papas fritas) y los baked beans (porotos cocinados en una salsa a base de tomate).
Legal Seafoods (100 Huntington Avenue) es uno de los restaurantes más conocidos en la ciudad. Aquí sirven excelentes langostas (US$ 33) y otros deliciosos platos como tarta de cangrejo, sashimi de tuna y distintas variedades de salmón. Otra de las especialidades es el Anna’s Baked Boston Scrod (bacalao pequeño horneado, con tomate, arroz y vegetales).
Los amantes de la carne roja no deben desesperar. Con sucursales en Miami y Nueva York, Smith & Wollensky (101 Arlington Street) se especializa en “filetes de res”, como los llaman acá. El precio promedio de los cortes es de US$ 40. En este caso, aunque sólo vaya por el postre, el lugar ya vale la pena: es un castillo de 1891, con estructura original, que sirvió como sede del Primer Cuerpo de Cadetes de los Estados Unidos.
En Boston, vive una inmensa comunidad irlandesa que mantiene viva sus tradiciones. Eso se traduce, claro, en cientos de pubs –se calcula que hay más de 300– que sirven cerveza Guinness. The Black Rose (160 State Street) es uno de los más tradicionales; abre todos los días y ofrece shows de música irlandesa en vivo. Sirven platos sencillos, como sopa de almejas y langosta.
Los domingos, el brunch (desayuno tardío) es una institución. En la calle Newbury, en el barrio de Back Bay, algunos bares ofrecen un menú con música en vivo, generalmente jazz.
MINIGUIA
CUANTO CUESTA. El Duck Tour, un paseo de casi dos horas en vehículos anfibios por las calles de la ciudad y por el río Charles, cuesta US$ 34 por persona y US$ 23 para niños de 3 a 11 años. Más informes en : www.bostonduc ktours.com.
El ingreso al observatorio del Prudential Center cuesta US$ 15 por persona e incluye un show multimedia (www.prudentialcenter.com).
Un tour a pie por el barrio de Beacon Hill cuesta US$ 12 para adultos y US$ 8 para los chicos (www.bostonbyfoot.org).
PROMOCIONES. Los socios de Clarín 365 que compren su pasaje en Copa Airlines entre el 2 y el 8 de junio obtendrán un 10 por ciento de descuento para viajes realizados a Boston entre el 15 de agosto y el 15 de noviembre de 2013 (informes: tel. 0810-222-2672).
Por otro lado –y también para socios Clarín 365– se ofrece la posibilidad de adquirir el paquete terrestre “Descubrí Boston elegante” con un 25 por ciento de descuento para comprar y utilizar entre el 3 y el 30 de junio de 2013. Incluye traslados desde y hasta el aeropuerto en Boston, alojamiento por 5 noches en el hotel Boston Park Plaza, la Boston Tour Card por dos días y servicio de asistencia al viajero (informes: tel. 4326-7078; promo365@thesys.com.ar; www.clarin365.com.ar).
VISA. Para ingresar en Estados Unidos, los argentinos necesitan pasaporte en vigencia y visa. La misma se tramita en el consulado y cuesta US$ 160 (visa de Turista). Para más informes, ingresar en el sitio Web de la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires: http://spanish.argentina.usembassy.go
POR DIEGO JEMIO / ESPECIAL PARA CLARIN

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