Deslumbrantes rincones alpinos
Bosques y montañas delinean un encantador recorrido para disfrutar en familia a pie, en tren y en bicicleta.
Segura, prolija y tan puntual como lo marca el mito, Suiza aparece como uno de los mejores destinos europeos si de viajar con chicos se trata. Sus mayores ventajas son las distancias cortas, buenos transportes, hermosos paisajes y ciudades a escala humana. Es la tierra de Heidi –la pequeña heroína aldeana– y Guillermo Tell, quien, según la leyenda, fue un mítico ballestero del siglo XIII famoso por su puntería. Dos buenas historias para contar mientras se preparan las valijas.
Puede ser que desde lejos predomine su imagen de paraíso financiero. Más de cerca, en el día a día de sus habitantes, se percibe un estilo que predispone a las actividades en familia y en contacto con la naturaleza. En el país de los cantones, los chicos esquían desde que aprenden a caminar, practican senderismo y disfrutan de bosques y praderas alpinas.
Entre una montaña y otra, las ciudades conservan cierto espíritu de aldea medieval, con zonas peatonales y plazas para disfrutar indistintamente en los días soleados o no. Los tranvías y las bicicletas hacen que sea casi un despropósito moverse en auto dentro de los espacios urbanos.
Propuestas de primavera
Zurich amanece temprano este sábado porque sus habitantes decidieron aprovechar las primeras temperaturas amables de la primavera. A pie o en bicicleta, se acercan hasta los “badis”, los balnearios que se distribuyen sobre la costa del lago de Zurich.
Ahí se charla en el césped y se nada en el lago mientras los más chicos saltan entre los juegos de agua. Un grupo de cisnes blancos avanza por el río Limmat, con el casco histórico de la ciudad en segundo plano y al fondo, de escenografía, las montañas todavía nevadas de los Alpes.
Para explicar si es segura la ciudad, Brigitte, profesora de la Universidad Politécnica, se encoge de hombros y piensa un largo rato. “Bueno, una vez cuando era chica olvidé un triciclo en la calle y me lo robaron”, dice por fin. No recuerda más contratiempos. Sus hijas Paula y Luzia van atrás, en un sidecar atado a su bicicleta. La única advertencia para los turistas peatones es tener cuidado con los tranvías: son tan silenciosos que ni se los escucha acercarse.
Dos paseos muy accesibles proponen una vista diferente de la ciudad: el primero es la montaña Uetliberg, con su mirador sobre los techos rojos y el lago. Se llega en diez minutos desde la estación central de ferrocarriles. El segundo es una travesía acuática: los barcos salen de la Bürkliplatz, con recorridos de entre una hora y siete horas por el lago de Zurich y el Limmat (cuestan entre US$ 4,50 y US$ 54,90. dependiendo de la duración y la clase).
Trenes, globos y cine
A cuarenta minutos de Zurich, la ciudad de Lucerna ofrece su típica postal con el Kapellbrüke, un largo puente de madera techado, reconstruido a la manera del original, destruido en un incendio. Pero el destino final en la ciudad es otro: en un enorme predio junto a una plaza se encuentra el Verkershaus, el museo más visitado de Suiza, dedicado al trasporte y las comunicaciones.
No es un museo para quedarse quieto y mirar: todo lo contrario. En el patio de entrada, un tren tamaño infantil lleva a los chicos de paseo mientras sus padres esperan en la estación. En las distintas salas hay históricos y modernos vagones de tren (la compañía estatal de ferrocarriles SSB es una de las más importantes de Europa) y hasta un pequeño vagón chocolatero de madera. Para subirse, probar y tocar.
Las exposiciones incluyen un simulador de aladeltismo y fotos de la hazaña de Bertrand Piccard, el aventurero suizo que en 1999 dio la vuelta al mundo en globo aerostático. De regreso en el patio, una de las atracciones más concurridas es el juego de construcción: con cascos y chalecos, los chicos se ponen manos a la obra, llevan sus carretillas de un lado a otro y manejan pequeñas grúas. También hay un planetario y un cine con pantalla IMAX (la entrada que incluye el museo y el cine cuesta US$ 43 por adulto y US$ 27 por chico).
Estamos en el extremo noreste de Suiza, cerca de la frontera con el principado de Liechtenstein. En este lugar, la escritora suiza Johanna Spyri situó la vida de Heidi, su personaje más famoso. Ocurrió a fines del siglo XIX. Después llegaron el cine, la televisión y los dibujos animados japoneses que se inspiraron en la historia. Fue así como aquella nena que vivía en las montañas dio la vuelta al mundo.
Todo esto le cuenta una mamá a su hija de siete u ocho años mientras recorren la pequeña aldea de Heididorf, hecha a imitación de los poblados de entonces. Por aquí está también la Heidihaus: una cabañita de pastores, con estatuas de los personajes del libro y, por supuesto, muchas cabras. También hay varios turistas japoneses, la principal afluencia de este lugar. La entrada cuesta US$ 7,60 para los adultos y US$ 3,30 para los chicos.
Pueblo oculto
Otros destinos deben ingeniárselas un poco más para atraer visitas. El pequeño pueblo de Obermütten, por ejemplo, tiene –a falta de un libro inspirado en su historia– una pared de la que cuelgan las fotos y los mensajes impresos de todos sus fans de Facebook. Una forma un poco más aggiornada de dar a conocer sus praderas verdes que, cuesta abajo, se revelan salpicadas de casitas.
Se llega a través de un camino que trepa sinuoso por la montaña: arriba de todo, un hotel para montañistas y senderistas tiene habitaciones con camas cuchetas (una especie de campamento bajo techo), un restaurante y las mejores panorámicas del valle. Aparecen caminos tranquilos para andar con los chicos, senderos de flores y colinas. Desde lejos se ven las altas cumbres donde pastan las cabras de montaña y crecen, alejadas de todos, las flores blancas del Edelweiss.
IMPERDIBLE
Una reserva de fauna y bosques
En las afueras de Zurich, la reserva natural Wildnispark es un bosque protegido, donde los animales conviven a salvo de la caza, que en otros tiempos estuvo a punto de provocar su extinción. No hay jaulas pequeñas, ni espacios cerrados sino que se trata de “visitar” a los animales en su hábitat. Los osos se zambullen en el río, las cabras de montaña suelen descansar al sol sobre las rocas y, a lo lejos, se observan bisontes europeos pastando. El recorrido es a prueba de impacientes porque a veces es necesario esperar un rato para que los animales salgan a mostrarse. Por ejemplo, los linces tienen el hábito de ocultarse entre los árboles, por lo cual encontrarlos es todo un desafío para los chicos. Hay una plaza con juegos y una cafetería. También conviene tener en cuenta los hermosos bosques que rodean Zurich, como Sihlwald, cuyo sendero didáctico se recorre a pie en dos horas.
INFORMACION
www.myswitzerland.com/es/
info@myswitzerland.com
www.zsg.ch/en_home.html
www.verkehrshaus.ch
www.wildnispark.ch
www.heidi-swiss.ch/en/heididorf
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