sábado, 3 de agosto de 2013

EMIRATOS ARABES: DUBAI: Un oasis con sueños de grandeza

Dubai: un oasis con sueños de grandeza
Entre rascacielos, shoppings y mercados tradicionales, este destino lujoso y moderno de Medio Oriente seduce junto a la impactante geografía del desierto. Una rara mezcla de cultura árabe, costumbres de inmigrantes e influencia occidental.
Dubai: un oasis con sueños de grandeza Una de las propuestas para descubrir el paisaje árido del desierto es con paseos en camello.

Dubai: un oasis con sueños de grandeza
Dubai: un oasis con sueños de grandeza
Nada es imposible. Acá, en Dubai, ese concepto se ha instaurado a fuerza de ilusiones, voluntad y, sobre todo, mucho dinero. No lo digo yo, sino que el sheikh Mohammed bin Rashid Al Maktoum, emir y soberano de Dubai, se ha encargado de enrostrárselo al mundo a principios de 2010, cuando se inauguró el Burj Khalifa, una aguja de 828 metros y 160 pisos que parece clavarse en el cielo, el edificio más alto del planeta: "La palabra ?imposible' no está en los diccionarios de los líderes. Sin importar cuán grandes sean los desafíos, la fortaleza de la fe, determinación y resolución los superarán", dijo el sheikh y la frase quedó asentada en la base del Burj Khalifa, a la vista de todos aquellos que han decidido subir hasta el mirador del piso 124 para disfrutar de las vistas panorámicas y vertiginosas de la ciudad.
Ostentosa, moderna, caprichosa, descomunal, glamorosa, soberbia, radiante, desértica, tradicional, audaz, islámica, extranjera, artificial, ambiciosa, árabe: todos los calificativos le caben a la ciudad de Dubai, en la península arábiga. Es uno de los siete emiratos que conformaron, a partir de 1971, los Emiratos Arabes Unidos.
En medio de la nada que impone este paisaje desértico de dunas y arenas infinitas, entre matas achaparradas y veranos en los que la temperatura alcanza los 50 grados, hay un oasis urbano, moderno, con construcciones de alto impacto visual y la promesa de un tratamiento VIP a cualquier turista que ponga un pie en su territorio. Un oasis de lujo. Con una ambiciosa planificación a largo plazo e inversiones millonarias, Dubai ha dedicado las últimas décadas a posicionarse como uno de los principales destinos turísticos del mundo, como una escala obligada entre América o Europa y Asia, como un must para quien cree haberlo visto todo. Es el destino de los récords. ¿El shopping mall más grande del mundo? Está acá, es el Dubai Mall. Tiene más de 1.200 tiendas, desde Gap, H&M y Banana Republic hasta Galerías Lafayette, Louis Vuitton, Dior, Gucci, Versace y Dolce & Gabbana, una pista de patinaje sobre hielo, un acuario y una fuente de agua que lanza chorros que alcanzan los 150 metros de altura. ¿El primer hotel siete estrellas del mundo? El Burj Al Arab, inaugurado en 1999, es esa construcción icónica, con forma de vela, en cuyo helipuerto André Agassi y Roger Federer disputaron un partido de tenis que ha quedado en la historia. ¿El bazar del oro más grande? Aquí también, es el Zoco del Oro en Deira, un laberinto de vidrieras relucientes, doradas, muy concurridas. ¿Un centro de esquí en el medio del desierto? Sí, sí, también. Nada de viajar a los Alpes suizos, Aspen o Las Leñas. Basta con estacionar en el parking del centro comercial Mall of Emirates, sacar el ticket, calzarse el equipo -hace río, de verdad- y lanzarse a disfrutar de la nieve. Detrás de las paredes vidriadas verá las telesillas y a los más chicos deslizándose en culipatín.
Bajo el sol primaveral, pero abrasador de esta época del año, nos movemos por la ciudad de sombra en sombra; más específicamente, de aire acondicionado en aire acondicionado. Hasta los zocos, como se conoce a los mercados, resultan un refugio frente al calor. Es entonces, cuando uno logra bajar la mirada de esos gigantes vidriados, de esas construcciones arbitrariamente despampanantes, de esos edificios que desafían la imaginación y la ley de gravedad; decía, entonces, cuando uno consigue desviar la mirada y empieza a mirar a la gente que le pasa al lado, al que insiste con venderle una suave pañoleta o lo alienta a probarse unos deliciosos zapatitos en punta, al taxista que cuenta que hace 23 años que vive en Dubai; es decir, cuando uno empieza a concentrarse en los rostros, ingresa, sin esfuerzo, en una Torre de Babel. El 80 por ciento de la población de los Emiratos es extranjera. Hay indios y paquistaníes, filipinos, iraníes, bengalíes, libaneses, sudafricanos, europeos y americanos. Hay también rostros masculinos enmarcados en las tradicionales guthras blancas, mujeres de figuras diluidas bajo las tradicionales abayas negras y otras, cuyos rostros son difíciles de adivinar bajo un velo negro.
La cocina en Dubai es tan diversa como las etnias que viven en el emirato: es posible encontrar platos de casi todas las regiones del planeta; francesa, española, libanesa, italiana, india, mexicana, japonesa, tailandesa y alemana. Todo ello sumado a las delicias propias de la región, como el hummus, el labneh, el falafel, tabule o kafte - acompañados de pan árabe-. Por supuesto, en la ciudad no faltan cadenas internacionales como TGI Friday's, Planet Hollywood, Hard Rock Café, Pizza Hut y McDonald's.
De las perlas al turismo
A orillas del Golfo Pérsico, la historia parece desarrollarse presurosa, urgente, abismal. Hay un pasado de pequeñas comunidades de pescadores, de venta de perlas obtenidas en el mar, y de relatos que ponderan las enormes bondades para el comercio marítimo que le ha proporcionado al emirato de Dubai una cala natural, el famoso Creek de la ciudad. El puerto creció rápidamente en actividad e importancia, pero parece que con las perlas no les fue tan bien porque en la década del 40 se descubrió que era más fácil cultivarlas que zambullirse y buscarlas bajo el agua.
Las fotos tomadas en los años 50 y atesoradas en una de las salas de Heritage Village, en la zona de Shindagha, muestran una pequeña ciudad de construcciones sencillas, lejos, muy lejos de los rascacielos y autopistas que hoy la definen. Tras el descubrimiento del petróleo en 1966, los planes para esta región dieron un vuelco de 360 grados. Cinco años más tarde, los jeques decidieron unirse bajo una misma bandera, una misma moneda -fíjese que una de ellas tiene la imagen de las torres petroleras- y un mismo gobierno que, a la vez, respetara los dominios de cada una de las siete familias reales. Abu Dhabi, con el territorio más extenso -y una reserva petrolera que le garantiza recursos para los próximos 100 años-, fue designada capital de los Emiratos. No sorprende que aquí el litro de nafta sea más barato que una botellita de agua.
El emirato de Dubai, segundo en territorio con 3.885 km cuadrados, decidió planificar, ya en 1980, un futuro próspero que le garantizara ingresos económicos más allá del oro negro, un recurso mucho más finito en su caso. Así nació, en parte, la fiebre de la construcción, de los récords, del entretenimiento. Había que instalar a Dubai en el horizonte de los viajeros y para ello se necesitaban hoteles, centros comerciales y de entretenimiento, gastronomía de nivel, intensa vida nocturna, todo con un perfil de lujo extremo. También una compañía aérea que llevara y trajera gente de todos los rincones del planeta: y allí tenemos a Emirates Airline, una línea aérea que rápidamente escaló posiciones en el espacio aéreo y hoy está en el top ten de las mejores aerolíneas del mundo.
El aeropuerto internacional de Dubai, de los mejores en Medio Oriente, algún día -prometen- será el más grande del mundo.
Antiguo y moderno
"Toda construcción que tenga más de 50 años ya es considerada antigua, es historia", dice Roxy, nuestra guía de turismo en Dubai mientras atravesamos el mercado de los textiles con telas coloridas y sedosas de India y Pakistán. Los vendedores te cuelgan una pashmina, te tientan, quieren que sientas la suavidad del producto. Estamos en la parte más vieja de Dubai. Por un rato dejamos atrás las autopistas y avenidas, el metro operado automáticamente que pasa por sobre nuestras cabezas y las paradas de colectivo con aire acondicionado. A un lado y el otro del Creek -ese canal que divide a la ciudad en dos- hay algo para ver. Se lo cruza en barcazas de madera con un único asiento en el centro y trasladan a la gente de un lado al otro en minutos.
Construcciones como las de Bastakiya, por ejemplo, permiten conocer un poco más sobre las casas tradicionales con sus reglamentarias "torres de viento", algo así como el antecesor del aire acondicionado. También en esta zona está la Gran Mezquita, pero no se permite la entrada de visitantes. La única mezquita que está abierta al público no musulmán es Jumeirah; las visitas se realizan sábados, domingos, martes y jueves a las 10.
Entre pasillos estrechos e intensos, ahí están los olores inconfundibles del azafrán, la canela, la nuez moscada y el cardamomo que escapan de enormes bolsones distribuidos en el zoco de las especias. También hay productos con henna, aceites que sacan las manchas de la piel, inciensos y hasta viagras naturales. Acá se debe regatear -es parte de la cultura- y obtener descuentos de entre un 20 y un 30 por ciento sobre el precio original. Muy cerquita, el Zoco del Oro deslumbra con sus vidrieras doradas. Son unas 220 tiendas.
El regateo es una práctica que vale sólo para los mercados callejeros; no lo intente en los centros comerciales. El Dubai Mall, uno de los más grandes, es imperdible. Más allá de la elegancia de algunas tiendas, de los precios exorbitantes de otras, de las vidrieras llamativas, los pasillos huelen rico, como si alguien se encargara de perfumar el ambiente. Hay muchas mujeres recorriendo los centros comerciales ataviadas con sus abayas -especie de larga túnica negra-, algunas de ellas con sus rostros cubiertos enteramente, frente a vidrieras de fotos promocionales y maniquíes atrevidos, que exhiben ropas que dejan ver hombros, piernas, rodillas. Preste atención. La mayoría de estos centros comerciales tienen carteles en las puertas de ingreso sobre los códigos de vestimenta adecuados para circular. "Por favor, vista ropa respetuosa. Hombros y rodillas deberían estar cubiertos. Gracias por cooperar". Otro dibujo en un folleto muestra a una pareja de la mano cruzada por un círculo rojo: "No besarse ni dar muestras abiertas de afecto en el centro comercial".
El llamado del desierto
No es fácil establecer un vínculo estrecho con el desierto. Es una geografía extrema que fascina, moviliza, conmueve. Pero la belleza de ese paisaje árido encierra sentimientos encontrados, la angustia de saberse tan frágil, tan vulnerable, tan humano. Trepados a una duna, disfrutando del atardecer en el medio del desierto, la sensación es cercana a la felicidad. La arena tibia se hunde suavemente bajo nuestros pies, las partículas rojizas se mezclan con la arena más blanca, un oryx -una especie de antílope blanco típico de estas tierras- corre a lo lejos y los camellos que nos llevaron hasta este paraje descansan en fila, acomodados sobre sus rodillas. De día o de noche el desierto de dunas infinitas es cautivante, sugestivo, duro, invulnerable.
Existen varias propuestas para disfrutar del desierto. Puede ser desde la experiencia que ofrece un resort como Al Maha, dentro de la Dubai Desert Conservation Reserve con suites privadas decoradas con exquisitas piezas antiguas y piscinas individuales, y paseos para explorar el desierto. Para quien se aloja en el centro de la ciudad, muchos operadores ofrecen excursiones en cómodas 4x4 que se adentran en el desierto y juegan un rato entre las dunas poniéndole emoción al recorrido. Algo así como una montaña rusa al natural. La idea es llegar hasta un paraje, detener la marcha y disfrutar de la puesta del sol. Si quiere estirar la noche en el desierto, pruebe con una cena en un campamento beduino. Se ofrece comida entre alfombras y almohadones, platos típicos de la región, narguiles a disposición de los turistas, los movimientos oscilantes del vientre y las caderas de una odalisca, y la posibilidad de disfrutar del cielo estrellado.

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