La Quebrada de las Conchas en Salta
Extrañas formaciones naturales sobre los colores intensos de la montaña, un deleite visual a un paso de Cafayate y los Valles Calchaquíes.
La Quebrada de las Conchas en Salta
Las vetas de la montaña enmarcan a los que transitan la ruta 68 de la capital a Cafayate.
A 20 kilómetros de Cafayate, donde se acallan las serenatas, se terminan los placeres de la empanada, el vino torrontés y las peñas -encendidas por músicos, poetas y cuentistas-, en la Quebrada de las Conchas son los propios cerros los que se encargan de deslumbrar y abrazar a los privilegiados visitantes de Salta.
A la par de la ruta 68, la cadena rocosa empieza a ganar cuerpo y exhibir la erosión, compartida por el río de las Conchas y el viento. El sol, a su turno, proyecta conos de sombra, que acrecientan o reducen las monumentales figuras de la Garganta del Diablo, El Fraile, El Sapo, El Obelisco y Los Castillos. En El Anfiteatro ya no alcanza con sólo captar con la cámara, desde la comodidad del vehículo, las formas talladas sobre el fondo ocre, rojo, blanco, amarillo y verde sino que -además- demanda aguzar el oído y dejarse aflojar por la emoción.
En el interior de esta cueva resuenan los ecos de voces superpuestas en distintos idiomas. Ese acto reflejo que surge de los turistas como ofrenda a la Madre Tierra precede a la melodía de una ocarina. Suena "El cóndor pasa", la fórmula clásica a la que apela un vendedor de artesanías para alargar la estadía. En otro rincón, un contrabajista y un violinista esperan su momento, mientras el artesano -ahora transformado en virtuoso quenista- deleita a su auditorio con "Ojos azules".
Es tal la conmoción que genera este yacimiento arqueológico, que el oído queda a salvo del perturbador ronroneo que despiden las motos de cross, empecinadas en levantar remolinos de piedra y arena en Los Médanos, ese pequeño desierto que se ensancha amenazante hacia los viñedos de las bodegas cafayateñas.
Por aquí, en cambio, en el inquietante paisaje de vetas multicolores, una mujer colla avanza con cuidado, pisando piedra tras piedra rumbo a su telar artesanal. Volverá a hilar su tejido, rodeada de sus cabritos, changos y cerros majestuosos. Feliz de la vida.
Mundo mágico
Por donde se la mire, la Quebrada de las Conchas asombra. Es imponente, nada fácil de describir, un mágico mundo de formas, colores, sonidos y aromas. Allí no es necesario entender: sólo basta con liberar los sentimientos y disfrutar. En la Quebrada, uno tiene la posibilidad de encontrarse consigo y con la naturaleza, y darse cuenta de que lo que está apreciando ingresa por los ojos y va directo al corazón.
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