martes, 6 de agosto de 2013

ARGENTINA: BARILOCHE:Sabores, naturaleza y aventura

Sabores, naturaleza y aventura en Bariloche
Una selección de sitios y actividades imperdibles que definen la esencia de este clásico de la Patagonia oeste.

Bariloche, entre el azul del Nahuel Huapi y los nevados cordilleranos / Emprotur Bariloche
A veces los amores nos hacen felices. Nos hace feliz el amor al chocolate cuando lo comemos y el amor a la bicicleta cuando pedaleamos por todas partes. También el amor a los paisajes gloriosos cuando los contemplamos o los caminamos, trepamos o navegamos y el amor a la amistad cuando nos juntamos y celebramos con los amigos. Todos esos amores están en el Parque Nacional Nahuel Huapi y en la ciudad que alberga, San Carlos de Bariloche, en Río Negro.
Rafting en el Manso inferior
La emoción comienza con los nervios que ya se sienten a la mañana, esperando al vehículo que nos alejará 100 kilómetros de Bariloche por la ruta 40. En el camino se comparte el mate y se charla con los guías, que van indicando lo que vemos a los costados: los lagos Gutiérrez, Mascardi, Guillelmo, Martín y Steffen, y la laguna Huala-Hue. El río Manso marca uno de los límites del Parque Nacional Nahuel Huapi. Es un río que alterna en su curso rápidos vertiginosos y aguas planchadas.
La primera hora del recorrido es de paz y contemplación flotando en un agua fascinantemente turquesa, que viaja entre cipreses, maitenes, arrayanes, coihues. Se descubren un martín pescador, aves desconocidas de nuestra Patagonia y se oye el chapotear constante del agua.
Una hora después, esta terapia termina con los primeros rápidos. Con el sucundún empieza la diversión. Los guías gritan como vikingos para que los tripulantes remen con todas sus fuerzas por los rápidos Uvasal, Banda de Billar y el Diente de Hipopótamo. A veces les ordenan que levanten los remos y van advirtiendo los peligros. Cuando se llega al gran desafío de la Roca Magnética, el sol castiga fuerte y bajo el piso del raft se percibe, con susto, la dureza de las piedras. La velocidad se hace vertiginosa, el agua fría salpica y moja el cuerpo caliente.
En el final, los guías felicitan por la labor cumplida y los chicos festejan, sin saber que se están guardando una aventura brillante para el resto de sus vidas. En el epílogo, un chapuzón refrescante donde el Manso se une con el Villegas. Una jornada inolvidable.
Alegría en cervecería Blest
Si Cuyo es el terruño del vino, Bariloche es el polo patagónico de la cerveza artesanal argentina. En más de 20 cervecerías sube la espuma agitada por la tradición alemana y la entusiasta vocación cervecera de la juventud en vacaciones. El establecimiento pionero es Blest, en el km 11,6 de la avenida Bustillo. Día tras día, un río de fans transforman esta fábrica y taberna en una suerte de Oktoberfest permanente.
Con profesional aptitud artesanal, los dueños explican el proceso de fabricación de la cerveza en base a lúpulo, cebada, levaduras y agua de montaña; cuentan cómo construyeron la planta y la dicha que sintieron al producir las primeras pilsen, cuando no era fácil comprar botellas y se pasaban horas diseñando las tapas y las etiquetas. Relatan cómo llegaron a abastecer a restaurantes y hoteles de Bariloche y Villa La Angostura, y cuán felices los hace ver la felicidad de la nutrida clientela de hoy. Gente de todas partes que llega a degustar las cervezas pilsen, bock, stout, scotch ale y de frambuesa.
Afuera hay un pequeño camión repartidor de 1929, cuyas puertas y ventanas están decoradas con plantas de lúpulo y, el interior, revestido de antiguos y vistosos objetos y de miles de posavasos en que los visitantes marcan su “yo estuve aquí” y luego pegan en paredes y techos.
Junto con las cervezas surge –como de un cuerno de la abundancia– un banquete de fiambres de jabalí, ciervo, cordero, quesos, pizzas, chucrut, salchichas, goulash... Con las narices coloradas y las sonrisas imborrables, unos satisfechos comensales nos advierten: “Nunca nos vamos de Bariloche sin pasar por acá, y cada vez que venimos a Bariloche, volvemos”.
La magia del cerro Catedral
El cerro emblemático del esquí en la codillera de los Andes, al llegar el verano ofrece un menú de actividades para disfrutar sus alturas, bosques, laderas, senderos y su porte magnífico.
Para el trekking se han dispuesto circuitos autoguiados que pueden recorrerse como un breve paseo o como una travesía de varias horas, y circuitos guiados desde Punta Princesa hacia el filo del cerro Catedral.
También se pueden hacer breves cabalgatas por la base, que llegan hasta lugares con vistas magníficas de la hermosa Villa Catedral. Paseos más largos salen de la base hasta el mirador del Chapelquito, en el sector norte de la montaña. Las vistas al Nahuel Huapi, desde allí, obligan al estado de contemplación.
La mountain bike debería haberse inventado para recorrer el cerro Catedral. Se ha trazado un bike park con diferentes niveles de dificultad para principiantes, intermedios y avanzados, e incluye desafiantes estructuras de madera que permiten hacer un recorrido entre puentes, saltos y peraltes, que funcionan engarzados con los accidentes naturales de la montaña.
Para la adrenalina y la destreza, el mountain board es una propuesta ideal. Es una tabla de skate con ruedas de goma, que ofrece buena estabilidad en terrenos complicados. Los instructores enseñan y proveen de tabla, rodillera, casco, muñequera y guantes. Los expertos descienden desde la punta de Amancay hasta la base.
El turista bacán se deja llevar a la cima del cerro en la telecabina Amancay y la telesilla Diente de Caballo. El cómodo ascenso es inolvidable, flotando frente a la Cordillera de los Andes, los lagos, el cerro Tronador y la estepa. Cuando llega a los paradores La Roca o Punta Princesa, uno podrá dejar que el sol patagónico lo bañe y el mejor aire del planeta le llene los pulmones, al tiempo que saborea una trucha de los alrededores o una taza de chocolate.
Sabores en Alto el Fuego
La buena calidad puede darse el lujo de incurrir en la modestia. Alto el Fuego es un restaurante nuevo en el centro de Bariloche. No está envuelto en ampulosidades. Su menú sólo ofrece truchas y carne a la parrilla, pero es una de las mejores carnes de Bariloche. Se trata de una simple casa –hermosísima, en las alturas, desde donde se ve la ciudad y, más allá, el lago. Sólo atienden Matías, el creador, y los mozos. Se siente una calidez familiar.
La casa es un pequeño recinto íntimo y pacífico en medio del ajetreo turístico. Sus paredes de madera conservan el espíritu de la Patagonia de primera mitad del siglo XX, cuando fue construida. Matías entendió el valor cultural de aquellas construcciones y emprendió con la Comisión de Patrimonio la adaptación para convertir esta casa en restaurante. De esta manera, almorzar o cenar allí es viajar a aquella época pionera, cuando la tranquilidad era paz y el mundo era más simple y más lindo.
De la propuesta gastronómica se destacan la parrilla y una cava de vinos impecable, junto a un salón exclusivo, que los grupos grandes pueden reservar. Los clientes se llevan una última sorpresa agradable cuando reciben la cuenta y comprueban que los precios han sido muy amables.
Si pregunta cómo llegar al refugio de Laguna Negra (nuestro próximo imperdible), recibirá información precisa y recomendaciones atinadas.
Refugio Laguna Negra
Convertirnos en montañistas por unos días nos deparará la energía y libertad de ascender sin otra fuerza que la del cuerpo. Una alternativa es trepar a los refugios del Club Andino Bariloche. No es un paseíto por el jardín, pero el premio es suculento: ser parte de paisajes portentosos, ganar un reconfortante estado de paz mental y vencer un desafío arduo.
Partiendo de Colonia Suiza, es un trekking de cinco horas que los chicos también pueden hacer, muy bien señalizado (hay que registrarse en el Club Andino), de 14 kilómetros por un bosque de coihues gigantes junto a un arroyo, luego atravesando un mallín frente a cerros inmensos y, más tarde, por la ladera de una montaña. Se ha entablado con la montaña una relación personal cuando al fin se llega al refugio, que está al borde de una laguna misteriosa, en el fondo de un cono hecho de montañas desnudas.
En el refugio se puede merendar y cenar e, inevitablemente, se traba amistad con otros caminantes y montañistas apasionados, gente afable. Hay lugar para dormir en el refugio o en carpa. Alguna vez en la vida hay que hacer este camino al cielo.
El mundo del chocolate
Las chocolaterías son los locales comerciales más fabulosos de Bariloche. Visitarlas es un tour por el buen gusto, la vivacidad y la seducción del chocolate a través de decorados que compiten en calidad de diseño. El local de Mamuschka (Mitre y Rolando) tiene una decoración en perfecto estilo de las matrioschkas , con rojo dominante y apliques verde, amarillo y azul, y gruesos contornos negros. Es finamente naïf y uno allí se siente comiendo chocolate dentro de una de esas muñecas que se guardan dentro de otras.
Con ambientación elegante que sugiere un chocolate finísimo, Rapa Nui hereda lo que inició el turinés Aldo Fenoglio con las recetas que trajo desde los Alpes. En el local de Mitre y Villegas las formas embelesadoras del chocolate derretido sirven al art decó, con un fondo de texturas y colores de las cajas de bombones.
En todos los locales de Abuela Goye recibe la mismísima abuela, con su pelo blanco, lentes, su vestido celeste y su sonrisa buena. La rusticidad alpina hace los lugares tan acogedores que se siente una cálida familiaridad. Las frutas que rellenan los chocolates y se ofrecen en dulces y helados, son cultivadas en la zona por la misma chocolatería. El local del cerro Catedral tiene una magnífica vista a las montañas.
Chocolates del Turista presenta salones vastísimos. El de la calle Mitre es un Disneyworld que produce el júbilo chocolatero de los niños (frente al chocolate todos somos niños), con una fiesta inacabable de chocolates en todas las formas y presentaciones.
Y frente al Nahuel Huapi (Panozzi y J. M. de Rosas), Frantom exhibe, en vivo, la elaboración de este dulce. Una guía explica cómo un maestro chocolatero está preparando, en un pulcro recinto, el chocolate en rama que nos llevaremos en un rato.
La vecina Villa La Angostura
El límite interprovincial no se percibe en el viaje de poco más de 80 km desde Bariloche a Villa La Angostura, Neuquén. La visita vale la pena, en especial si el plan es pedalear (también podría ser a pie, claro) por subidas y bajadas, terrenos húmedos, caminos quebrados y hasta cornisas, entre árboles milenarios y por la costa del lago Nahuel Huapi, hasta llegar a uno de los bosques más extraños y hermosos del mundo: el de arrayanes.
Desde Bahía Mansa, el puerto de Villa La Angostura, hay que tomar el camino que atraviesa la Península de Quetrihué, cuyo punto cúlmine es el famoso bosque. El sendero se inmiscuye por el fresco mundo de estos coloridos árboles. Es un lugar cerrado; el techo son las altas copas de los coihues. El silencio absoluto sólo es quebrado por los gorjidos de los pájaros, espíritu del bosque.
Se cruza un arroyo, que será la única fuente de agua hasta la llegada, y luego se alcanza el borde de la laguna Patagua. Los primeros arrayanes aparecen en los prados verdes. El ciclista veloz podrá demostrar que también sabe andar con la pausa necesaria para admirar uno de los lugares más especiales de la Patagonia.
La exigencia de la travesía es media. Son 24 kilómetros entre la ida y la vuelta (por el mismo sendero), en un tiempo total de tres horas, si se va en bicicleta.
Cuando por fin se llega al Bosque de Arrayanes se dejan las bicis y, por las pasarelas de madera, se camina a través de un lugar de alucinación vegetal, infinito recinto anaranjado con una luz única. Allí se aprende que cada uno de esos árboles de troncos retorcidos y de tres siglos de edad es un ser único y, el bosque, un lugar sagrado.


INFORMACION
Tel. (0294) 4422484 – 4431484
info@barilochepatagonia.info
San Martín 662 6º piso, San Carlos de Bariloche
www.barilochepatagonia
www.cervezablest.com.ar
www.chocolatesdelturista.com
www.abuelagoye.com
www.chocolatesrapanui.com.ar
www.mamuschka.com
www.chocolatesfrantom.com.ar
www.catedralaltapatagonia.com

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