martes, 6 de agosto de 2013

ARGENTINA: SALTA: Valles Calchaquíes


Valles Calchaquíes: cinco elementos
Una selección de instantáneas inolvidables, puntos de partida para recorrer esta zona de Salta y conocer los paisajes, los personajes, las costumbres y los pueblos coloniales
Estos no son imperdibles. Es una selección caprichosa de cinco elementos -a veces naturales y otras no- que cuando uno viaja por los Valles Calchaquíes ve o atraviesa o consume.
Antes de los reclamos, un completo listado de otros elementos, los que quedaron afuera. Aunque más no sea para que no queden tan afuera: los hornos de barro, los molles cargados de falsa (y fucsia) pimienta, los campos de tabaco del valle de Lerma, los tamales, las humitas y la llajwa, una salsa con tomate crudo y ají pequeño. Más: El Sapo; El Fraile; la Garganta del Diablo; el Anfiteatro (todas formaciones rojas y milenarias); las bicicletas para tres que se alquilan en la plaza de Cafayate; las ruinas de Las Pailas; el río Calchaquí, que cambia de nombre, pero es fiel al camino.
Además de la vid, por esta época se cosecha la cebolla. Ahí mismo, en el campo, hombres y mujeres agachados de la mañana a la tarde las arrancan de la tierra y las ponen en esas bolsas de red coloradas que se ven en las verdulerías. No es raro, si viaja en auto, que le toque detenerse para que pueda salir de un campo un tractor enganchado a un carro cargado de bolsas.
Los paisajes llevan los colores del hierro, el azufre, la arcilla. Y el verde de los pimientos, que dentro de un mes será rojo y dentro de otros cuantos se habrá convertido en pimentón.
También son rojos y también se quedaron afuera los ponchos salteños. En Molinos y Seclantás los artesanos se especializan en hacer ponchos de telar. En el paraje El Colte vive Tero Guzmán, el de más prensa, que tejió piezas para Juan Pablo II, Los Chalchaleros y Soledad. No es el único. También está Guiso Morales, de Seclantás. En la puerta de la casa hay un cartel que dice algo así como Señor turista, pase al fondo que estamos trabajando. Si uno cruza el patio llega al fondo, donde están un telar casero y él, que mueve los dedos con velocidad de pianista. Guiso -le llaman así porque desde los 8 es fanático del guiso, primero de su madre y ahora de su esposa- construye el paisaje. Le da consistencia. Los cinco elementos -y otros tantos que no están- son puntos de partida para conocer los personajes y las historias que le dan vida al viaje.

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