martes, 6 de agosto de 2013

ARGENTINA; TUCUMAN: Circuito chico.


Serranías que enamoran
Un paseo que combina los seductores paisajes del Circuito Chico tucumano con el legado que dejó, en la región, el gran poeta y compositor Atahualpa Yupanqui.
Por avenida Mate de Luna hacia al oeste, el camino se va haciendo verde. A la altura de la Maternidad de Tucumán, quedan las flores lilas de algunos lapachos. Después de pasar una rotonda, se llega a Yerba Buena. Pegada a San Miguel de Tucumán, es una de las localidades que más creció en el norte en el último lustro. Fue el lugar para pasar el fin de semana que elegían las familias acomodadas del norte y hoy es una ciudad pujante, repleta de bares, restaurantes, boliches y tiendas de ropa. También es la puerta de entrada al Circuito Chico de la provincia de Tucumán, que combina sierras y selva a pocos kilómetros de la capital provincial.
El auto recorre el primer tramo de los 80 km que se extiende el trayecto. La temperatura, bastante elevada en el verano tucumano, va bajando a los pocos minutos. Y aparecen los primeros árboles. Primero algunos molles, luego lapachos, jacarandás y laureles.
A partir del km 15, después de pasar la Comisaría de El Paraíso, comienza el camino de cornisa, con muchas curvas y bosques. Algunos metros más allá, llega el primer gran balcón con vista a la ciudad. Se alcanza a observar Tafí Viejo y San Pablo, con la enorme estructura de su ingenio. A los pocos minutos, uno se da cuenta de la razón que tenía Atahualpa Yupanqui al haberse enamorado de este lugar. O Rolando “El Chivo” Valladares, cuando escribió “me voy a los cerros altos, pa’ ver si se apuna el dolor…”.
A lo largo de la subida aparecen otros miradores, algunos con asadores y mesas para el picnic. La escultura de El Cristo Redentor, del artista tucumano Juan Carlos Iramaín, es uno de los puntos más altos del paseo, en la cumbre del cerro San Javier. De noche, iluminada, la escultura se ve desde la ciudad. La vista es impactante.
La siguiente parada es Villa Nougués, a 1.350 metros sobre el nivel del mar. A principios del siglo XX, el entonces gobernador y empresario azucarero Luis Nougués fundó el pueblo con su nombre. El diseño es una recreación del pueblo francés del que provenían los Nougués. En el medio se levanta la iglesia de 1918. Y una sucesión de caminos empinados, combinados con senderos, hortensias y gladiolos.
Siguiendo hacia el norte se llega a la villa veraniega San Javier. Una buena opción para almorzar allí o pasar la noche es el moderno hotel Sol San Javier, con 80 hectáreas cubiertas de jardines y parques, canchas de vóley, tenis, fútbol y paddle. Pero el gran espectáculo lo brinda la naturaleza: la galería es un gran balcón con vistas magníficas de la ciudad.
Desde el cielo
A sólo unos minutos de viaje –una excursión que ofrece el hotel–, en Loma Bola hay una rampa que se utiliza para hacer parapente. Un vuelo de bautismo puede ser una excelente experiencia para amantes de la adrenalina. O el plan puede reducirse a sentarse en ese balcón natural y contemplar el verde y el cielo, lleno de parapentes de colores.
Para seguir el viaje se puede salir a la ruta 9, empalmar con la ruta 341 y conocer la localidad de Raco. “En mi pago de Raco, en el campo de la zanja / cuando se siembran penas, se cosecha esperanza”, escribió Yupanqui en “La raqueña”. El músico y poeta nacido en Pergamino vivió más de 15 años en estas tierras y su recuerdo se mantiene presente en un monumento que lo homenajea en las calles del pueblo que llevan los títulos de sus canciones. Suaves lomadas, bosques y ríos cristalinos son una invitación para recorrer el lugar. A pie, en bicicleta o cabalgando, como hacía “Don Ata”. La casa de San Pedro de Raco, la estancia de Sauce Yaco y la casona de Villa Elvira son puntos obligados en el poblado.
A 10 kilómetros de Raco, El Siambón maravilla con su monasterio de piedra Cristo Rey, construido en los años 50. Allí los monjes benedictinos fabrican quesos y dulces. Quien busque paz puede hospedarse en las habitaciones que alquilan los religiosos. Desde esos modestos cuartos se aprecia la alfombra verde del paisaje y las montañas. El silencio, en algún momento de la noche, puede ser perfecto.
Desde aquí parten algunas cabalgatas guiadas y paseos hacia El Nogalito, lugar encantador para los aficionados al campamentismo, a 10 km de la villa. Está rodeado por los ríos Grande –al norte– y Duraznillo –al sur– y luce salpicado por innumerables vertientes y quebradas. Los que gustan de la aventura pueden hacer otra cabalgata de cuatro horas hacia la montaña Mala Mala.
Quedan por observar la fauna extraordinaria de la zona (conserva la mayor cantidad de tapires de América Latina), visitar el antiguo ingenio San Pablo –convertido en una moderna universidad–, disfrutar de la Reserva Provincial Aguas Chiquitas y probar suerte en los campos de golf de El Siambón, además de hacer una parada en el bosque que rodea el dique El Cadillal. En la selva tucumana, los días se harán cortos e intensos. No será fácil olvidar esos paisajes que Yupanqui inmortalizó en sus versos.
INFORMACION
En Bs. As., Casa de Tucumán: Suipacha 140, 4322-0010.
En Tucumán: (0381) 430-3644; informes@tucumanturismo.gov.ar; www.tucumanturismo.gov.ar

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