miércoles, 17 de julio de 2013

RUSIA: MOSCU: 48 Horas

48 horas en Moscú
La imponente y bella capital rusa combina atractivos históricos y culturales. La Plaza Roja, la espléndida arquitectura del Metro y los cafés.
48 horas en Moscú Moscú es una tierra de leyendas, de epopeyas que labraron la historia y nombres jamás olvidados.

El grito terrible de un zar llamado Iván, la nieve blanca cayendo sobre el río helado, el hambre y la deshonra de un invasor llegado de Francia, el último baile de los Romanov, la víspera misma de la revolución, el imperio agonizante, proclamas de justicia y emancipación, marchas de banderas rojas. Moscú es una tierra de leyendas, de epopeyas que labraron la historia y nombres jamás olvidados. Capital de Rusia, fue fundada hace casi novecientos años por el príncipe Yuri Dolgoruki en las orillas del río Moscova, un tributario del Volga. En la actualidad posee una población estable de más de diez millones de habitantes y un altísimo costo de vida que la ha llevado a ser considerada la ciudad más cara del mundo. Dueña de una identidad inconfundible, es una ciudad de desmesuras, de enormes edificios y monumentales templos. Recorrerla, conocer la eternidad de sus postales más conocidas y la atmósfera de sus rincones imperdibles, resulta una tarea sencillamente inolvidable.
PRIMER DIA
08.30 El sol se demora demasiado en el invierno moscovita. Por ello, es mejor comenzar bajo tierra, en los templados túneles del Metro de Moscú, una de las maravillas de la ciudad. Famoso por la belleza arquitectónica de sus estaciones, posee 300 kilómetros de recorrido y doce líneas que pueden llevarnos a cualquier rincón de la ciudad. Enormes murales, esculturas, mosaicos, viejas lámparas de cristal tallado, vidrieras policromadas, cuadros y otras bellezas artísticas decoran las paradas más importantes. 09.30
Hechizados por la belleza del Metro, llegamos de pronto a la estación Plóschad Revolutsii. Salimos a la superficie para emerger en las proximidades de la Plaza Roja, uno de los símbolos inequívocos de Moscú.
Fue construida por el zar Iván III y tiene 695 metros de longitud y 130 de ancho, dimensiones que la convierten en la tercera más grande del mundo. Su nombre nada tiene que ver con los colores de la revolución comunista, como muchos suelen creer, sino que proviene de la palabra rusa krásnaya, que quiere decir bonita. Rodeando la plaza se levantan sitios que no pueden dejar de visitarse, como la catedral de San Basilio, el mausoleo de Lenin, los almacenes GUM y el Kremlin, donde están sepultados héroes soviéticos de la talla de Stalin y Yuri Gagarin.
13.00 A espaldas de la Plaza Roja, el restaurante Godunov es la alternativa perfecta para un almuerzo típicamente ruso. Un clásico borsch sin papas, al estilo moscovita, se acompaña de unos pelmeni, bolitas de carne picada con ají y cebolla envueltos en masa. Para el postre, un requesón al que llaman tvrog. Omnipresentes, el vodka y el coñac armenio acompañan los platos de casi todos los comensales de este restaurante, construido en las dependencias de un viejo monasterio del siglo XVII. 15.30
Otra vez el Metro, ahora recorriendo la línea 2 hasta la estación Mayakovskaya, una de las más bellas de toda la red, caracterizada por sus bóvedas encerradas en frisos y decenas de diminutas hoces y martillos, inconfundibles símbolos soviéticos. Al salir a la superficie, otra vez, los pasos nos llevan hasta los Estanques de los Patriarcas, un sitio vedado al vértigo urbano en el que un parque y una pequeña laguna invitan a sentarse y simplemente ver pasar el tiempo, tal vez con un pastel en la mano comprado en alguna de las bucólicas cafeterías que rodean el lugar.
18.00
El ocaso, sin nubes, nos invita a irnos del parque y el estanque. Nos sumergimos nuevamente en el Metro y disfrutamos de su arte subterráneo hasta llegar a la estación Smolenskaya, en la línea 3. Arriba, la cervecería Tinkoff nos espera. Es un enorme pub de estilo occidental, con lugar para 550 personas, música en vivo y un buen menú que incluye comida europea y japonesa. La noche avanza, escuchando jazz y comiendo sushi.
22.00
Saciado el cuerpo y el espíritu, el final del día exige movimiento. Ikra es el lugar elegido, ideal para bailar a la luz de una luz inevitablemente tenue y sugestiva. Varios niveles, paredes tapizadas con papel dorado y un vestíbulo en el que un rifle de asalto asoma sumergido en un tanque iluminado. Un cuadro bizarro, para terminar el día.
SEGUNDO DIA
09.00
Una vez más el Metro, túneles y paradas que se suceden hasta la estación Partizánskaya, donde una multitud desciende. Escaleras arriba aguarda el mercado Izmailovsky, una enorme feria al aire libre que abre solamente los fines de semana y en la que es posible comprar matryoshkas a precios inmejorables. Las tradicionales muñecas rusas captan la atención de los turistas, junto con algunas copias baratas de los famosos huevos Fabergé, mientras que los moscovitas compran cajas laqueadas, tapetes de todo tipo, samovares oxidados e inconcebibles antigüedades. Todo por unos pocos rublos.
11.00
Muy cerca del Kremlin, la State Tretyakov Gallery nos permite encontrarnos con lo mejor del arte ruso. Considerado uno de los mejores museos del mundo, cuenta con una colección de 150 mil obras de artistas rusos desde el siglo XI hasta comienzos del siglo XX. El museo lleva el nombre de Pavel Mikhailovich Tretyakov, un millonario apasionado por el arte que en el final del siglo XIX llegó a tener la mayor colección de pintores rusos. Donada por él en agosto de 1892, aquella colección fue la base de esta galería.
13.00 El restaurante Drová es el lugar elegido por quienes quieren comer bien pagando poco, algo muy difícil de conseguir en Moscú. Ubicado enfrente de los almacenes GUM, el Drová es uno de los restaurantes de la cadena del mismo nombre. 16.30
Tiempo de escaparnos del Centro. El Metro se aleja del Kremlin y la Plaza Roja, orilla imaginariamente el río Moscova y anuncia la llegada a la estación Park Cultury. Otra vez, como en la víspera, la tarde invita a una dosis de naturaleza. Caminamos por el vasto Parque Gorki, gozamos jardines, vadeamos lagunas. Nuevamente el tiempo se deshace sin prisas, entre sombras de árboles y la nostalgia inevitable que provoca una melodía conocida.
18.00
Eternos son sus rieles. Y legendarios. El Ferrocarril Transiberiano recorre 9.288 kilómetros desde Moscú a Vladivostok, atravesando la hostil estepa siberiana. Un viaje mítico, siete días, casi 800 estaciones, el eco de la pluma de Pasternak y cientos de memorias de cosacos. Conocer la estación Yaroslav, punto de partida de esta épica senda férrea nacida en 1891, es una obligación para las almas románticas. Junto al andén, un inmenso cartel enuncia cada una de las paradas del histórico tren, escenario de tantos relatos, en su viaje al Oriente.
20.30
Esta vez no habrá vértigo sobre una pista de baile. Moscú quiere despedirse a su manera, y aceptamos la invitación. El Café Pushkin es el lugar perfecto para el adiós. Abierto durante todo el día, su interior luce como un edificio de la época prerrevolucionaria, aquella del imperio, aquella de los Romanov. Comiendo la especialidad de la casa, un plato de blinis con caviar, es inevitable sentirse por un momento dentro de una novela de Dostoievsky. En la ciudad de las leyendas, nos invaden al fin algunos sueños imposibles. Al menos por esta noche.

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