miércoles, 17 de julio de 2013

ARGENTINA: MAR DEL PLATA: 48 Horas

48 horas en Mar del Plata
Una guía con todo lo que se puede hacer en dos días, para disfrutar de esta ciudad que se renueva permanentemente. El puerto, el bosque Peralta Ramos y el Centro Cultural Victoria Ocampo.
La fiesta permanente que garantiza Mar del Plata para sus huéspedes adopta su color más intenso en verano. Pero su encanto no se apaga el resto del año. Simplemente, cambian los matices de esta multifacética galería al alcance de todos. A lo largo de más de 50 km de costa desde Camet hasta Chapadmalal, alterna playas, bosques, vendedores informales, tiendas de marcas de primera categoría, refinada arquitectura tan atractiva que deleita la vista como el mar, restaurantes accesibles a todos los bolsillos e intensa vida nocturna.
PRIMER DIA
7.00
Desde la Plaza del Milenio se advierte que, enfrente, las luces de la noche todavía titilan en el Casino. La confitería ''La Boston'' ofrece el primer gesto de generosidad, con un suculento café con leche y las más exquisitas medialunas posibles. Para despegar bien entonados, viene bien completar el desayuno con un pastel borrachito, con caramelo y ron.
8.00
La ciudad luce impecable desde un mirador que se levanta junto al Golf Club. Abajo, detrás de los silos, los guinches, las dársenas y los buques amarrados de la Prefectura, la Escollera Norte se alarga en el mar hasta casi rozar el extremo de su gemelo curvo. Hincado sobre las rocas de la Escollera Sur, Sebastián Subirana es un dechado de serenidad y paciencia: ''Acá me olvido de mi vida ajetreada en Buenos Aires. No me desespero: ya va a picar algún pejerrey, anchoa, brótola o corvina''. A pasos del pescador optimista, un centenar de lobos marinos bostezan entres las rocas.
9.00
El sol juguetea con las nubes y, por ahora, un nubarrón gris plomizo gana la pulseada, como para recorrer parte de las 25 cuadras de la av. Juan B. Justo, en las que imperan las primeras marcas textiles y fábricas de pulóveres con local a la calle. Los anuncios de ''Liquidación'', ''2da selección'' y ''Rebajas'' estimulan la caminata en procura de precios módicos.
10.30
El desarrollo industrial avanza implacable, pero la laguna de agua dulce y las lagunas interiores de la Reserva Natural del Puerto resisten, protegidas por dunas, tamariscos y paja brava. Es el hábitat de aves migratorias, roedores y crustáceos.
11.30
Van y vienen la figura blanca del yate Anamora y los buques que acercan su carga a la Banquina de los Pescadores. La tentación por el pescado fresco y las conservas amontona a los turistas ante puestitos informales. Los chicos prefieren prenderse en el espectáculo de las lanchas amarillas de madera en reparación, los lobos marinos que demandan comida y los pescadores locales (algunos marcados por las dentelladas que dejaron sus batallas contra las anchoas), que tejen sus redes a mano. La epopeya de los pioneros italianos revive en el Museo del Hombre del Puerto.
13.00
Con sólo espiar la fuente que se acerca desde el mostrador de la Taberna Baska, alcanzo a adivinar la caricia que la cazuela de mariscos y pulpo tiene reservada para el paladar. La elección fue reñida en esta tradicional esquina del barrio Puerto: los frutos de mar ganaron la compulsa frente a la chernia con salsa de camarones, un lenguado a la vasca y merluza negra grillada, con tres salsas en cazuelas de barro. Sobradas excusas para volver.
15.00
El bosque Peralta Ramos cautiva con sus perfumes agradables. Ceibos, arrayanes, pinos y palmeras brindan un halo de fantasía a la casa de té La Cabaña del Bosque y diseñan el entorno para disfrutar de melodías del Medioevo en el parque. Flores secas, sillas y mesas talladas en troncos deparan un inconfundible ambiente rústico.
16.00
A 25 km del centro, en la playa de Chapadmalal se dibujan canaletas de arena para buscar cangrejos, almejas y mejillones, mientras el océano ruge y vuelan gaviotas. Más allá del campo sembrado de girasol que despega de calles tapizadas de pasto y eucaliptos, la centenaria estación de tren de Chapadmalal es una imperdible reliquia inglesa de madera y techo de chapa.
17.00
''Una vez que el barro es pisado por 15 caballos, corto a mano 1.700 panes de adobe, viruta y aserrín por día'', explica Rubén Alberto, de los últimos fabricantes artesanales de ladrillo que quedan en Batán. Su horno a leña se empequeñece entre dos enormes canteras, de donde se extrae la piedra blanca Mar del Plata. A 10 km de la ciudad, se alternan cavas y plantaciones de verduras. El Zoo Batán prescinde de las jaulas: pavos reales, ciervos, llamas y leones (entre 127 especies) transitan la pradera a sus anchas.
18.00
Otra vez en la ciudad, las calles del barrio Los Troncos revelan la parte más aristocrática de la historia marplatense. En Matheu al 1800 emerge Villa Victoria, el centro cultural creado en la mansión de Victoria Ocampo. Villa Mitre, en Formosa y Lamadrid, es el Museo Histórico Municipal.
19.00
Un paseo relajado dispensa el barrio surgido junto al establecimiento de flores que hace un siglo instaló Pierre Chauvin. Su casa (en Mitre y Larrea) y sus tulipanes y orquídeas atraían a las damas de la alta sociedad.
22.00
Una suave brisa marina, la luna replicada en el mar y las luces del centro pergeñan una atmósfera romántica sobre la orilla de Playa Grande. Otros brillos y aromas encandilan en el restaurante Piazza de La Normandina, con un ventanal adecuado para gozar de tanto mar. Pero otras delicias desvían el foco: una abundante entrada de rabas (la porción es para tres comensales), ojo de bife, chernia a la diabla (con vino blanco, anchoas, alcaparras y especias) y mousse helado de licor bailey. Más que suficiente.
1.00
Las calles Alem, Bernardo de Irigoyen y Almafuerte están tomadas por veinteañeros entregados al predancing. En los pubs, la cerveza entretiene a hombres y mujeres producidos, antes de encarar la noche larga en Gap y el complejo Sobremonte, las discos de la av. Constitución. Me inclino por la atmósfera tranquila y las cervezas artesanales de Antares, en la zona de bares y restaurantes de Alvarado y Córdoba.
SEGUNDO DIA
8.30
En el Torreón del Monje, con reminiscencias de fortaleza medieval (un clásico marplatense como los alfajores, el faro de Punta Mogotes y el hotel Provincial) el ritual del café con vista del mar y las playas del norte tiene más sentido cuando suena de fondo la melodía de un piano. Parece el anuncio de un día agradable.
10.00
Las 600 obras de artistas argentinos que se exponen en el museo Castagnino armonizan con la elegante fachada estilo normando de esta casona, posada sobre una lomada de av. Colón y Alvear. A las piezas de Berni, Alonso y Soldi (entre otros prodigios) se suman 138 trabajos de Juan Carlos Castagnino.
11.00
La otra vereda de Colón opone una colección de caracoles, en el Museo del Mar. Los 30.000 ejemplares de todos los colores, formas y tamaños posibles son el fruto de los viajes por todos los mares habidos y por haber que Benjamín Sisterna emprendió durante 60 años. La terraza del museo permite asomarse a los tejados de Los Troncos, metidos como cuña en un rincón silencioso de Playa Grande. El mirador abarca una secuencia de chalés, interrumpida por viviendas con aires de castillo europeo y la emblemática Torre-tanque de agua.
13.00
Un lenguado al roquefort deleita el paladar en Manolo, en Playa Chica. Entre bocado y bocado, observo impávido el seductor mar turquesa. Los churros simples y con crema pastelera, dulce de leche y chocolate justifican cualquier ''esfuerzo económico''. Además, es una licencia para estimular la excursión a las afueras de la ciudad.
15.00
Un paisaje rural regocija la vista, mientras la Av. Luro se aleja del centro y muta en la ruta 226. A 12 km de la ciudad, una capilla y ranchos reconstruidos con adobe y techo de chapa recrean la Reducción del Pilar de los jesuitas, junto a la Laguna de los Padres. Es hora de un picnic a la sombra de un eucalipto.
17.00
Seis km al norte, Sierra de los Padres es un resguardo del aire perfumado de la serranía de Tandilia. Desde el colectivo 717 distingo más casitas y parcelas cubiertas por cultivos de frutas y hortalizas sobre la falda verde del cerro. Los atractivos empiezan a desplegarse bastante antes de llegar al arco de entrada. Prefiero bajar y avanzar a pie, sin apuro: empiezo por los puestos de artesanías y frutas y verduras recién cosechadas, sigo por La Casa de los Pavos Reales y el Zoo El Paraíso. Ya en la cima, me deleitan la sierra y la laguna fundidas en una panorámica inmejorable.
20.00
Me despido con un carré de cerdo a la naranja, tomillo y miel, rodeado por el bucólico paisaje de La Victoriana. Dos horas después, Mar del Plata parece no estar dispuesta a aquietarse. Esta vez, la ciudad que se reinventa una y mil veces renueva su romance con la luna y el mar. El aire de mar es una de las claves secretas del atractivo de mi ciudad, que se disfruta todo el año, aunque es en otoño cuando brilla en todo su esplendor. Un siglo atrás, la clase alta descubrió en estas playas un lugar tan seductor como San Sebastián y Biarritz. En Los Troncos se aprecia mucho de esa Mar del Plata señorial. Nada me conmueve más que un paseo nocturno por la rambla, con el mar sólo iluminado por la luna.

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