Un conjuro bahiano
El Morro de San Pablo, en el estado de Bahía, puede ser un cautivante
destino final o el acceso al archipiélago de Cairú, con sus inagotables playas y
postales idílicas
La apartada playa de Gamboa, en la isla de Tinharé, no muy lejos del Morro
de San Pablo. Foto: Embajada de Brasil / Martín Mangudo
El Morro de San Pablo se lo pone fácil a los operadores turísticos. Playas
turquesas delineadas según sus prestaciones, puestas de sol de publicidad de
negronis, múltiples opciones de ocio y farra multilingüe.
Puede que los fans de toda la vida presuman en tono elegíaco que ya no es
el mismo de hace veinte años. Ellos tampoco lo son, aunque ninguno tira la
toalla y cada año se calzan la camisa con palmeras y tucanes y marcan tarjeta.
Como otros miles que se dejan tentar por su leyenda y se dan una vuelta para
comprobarla.
Probablemente volverán: según un relevamiento del Ministerio de Turismo
brasileño, el Morro de San Pablo es uno de los destinos con mayor índice de
aprobación y retorno del país. Por eso el Embratur, organismo de promoción
turística de ese país, lo escogió entre 5570 ciudades brasileñas, muchas de
ellas aptas para concurso de belleza, como uno de los destinos inductores de la
Copa del Mundo 2014.
Situado a 60 kilómetros de Salvador, en la isla de Tinharé, el Morro es el
escaparate principal de Cairú, archipiélago de 26 islas que conforma un book de
atractivos de toda naturaleza, sean ambientales, turísticos o históricos. El
Morro ya era una apostilla en los códices del siglo XVI. Hasta hoy, la pequeña
villa que dio origen al municipio guarda un rico patrimonio, como la Fortaleza,
la Iglesia de Nuestra Señora de la Luz, la Fuente Grande y el Faro, estos
últimos registrados en el cuaderno de bitácora del emperador Pedro II durante su
visita en 1859. Las calles de piedra y un puñado de caseríos también perduran
como legado de aquel refulgente pasado de colonia.
Si uno llega en ferry se topará en el muelle con jóvenes que se encargan
por 10 reales de trasladar en carretilla el equipaje hasta el sitio de
alojamiento consensuado. La pertinencia del servicio depende de lo que uno lleve
encima. La pendiente puede llegar a ser asequible sólo para apolíneos de
gimnasio o incluso enclenques con bolso de mano.
Subida la cuesta, un pórtico del siglo XVII anuncia la llegada a la villa.
La pieza forma parte de los pertrechos que los portugueses construyeron para
enfrentar a las invasores holandeses, que en aquellos años poco tenían que ver
con el prototipo sustentable de costumbres liberales.
Pasada la iglesia Nuestra Señora de la Luz, una escalinata conduce hacia la
parte alta del Morro, donde el faro, que también forma parte del conjunto
defensivo de la isla, marca la entrada a la bahía.
MENÚ DE PLAYAS
Arribar hasta estas costas tiene su intríngulis -entre otros vestigios de
civilización, ni siquiera llegan los diarios del día-, pero una vez superado el
examen todo vuelve a su cauce. El Morro se las arregla para atraer a la familia
al completo, lejos del acelerador de la urbe, llámese Salvador o Buenos Aires,
con un mar que reviste tanto de club náutico como de una serena villa de
pescadores.
Como si hubiera sido objeto de un plan de laboratorio de marketing, el
Morro se divide en cinco playas, cada una con su singularidad a cuestas. Si el
Morro es uno de los mejores sitios de Brasil para la práctica de surf, la
actividad se concentra mayormente en la primera playa. Pedra do Moleque recibe
un oleaje del Este que alcanza su mayor poder y quiebra en un banco de corales.
En su margen izquierdo, la Quebrancinha es otro de los puntos de atracción para
la fraternidad de las tablas.
La segunda playa, en tanto, llama a la celebración, las batidas bahianas
que cambian cada año como canción de verano y concentra además la oferta
gastronómica. La tercera pide calma y es el refugio de los buceadores. La cuarta
ofrece piscinas naturales y la quinta, bautizada como la Playa del Encanto,
reúne la mayor constelación de arena y paisaje de trópico de la zona.
AGENDA NOCTURNA
Los que llegan en procura de verbena tienen un menú rico en fiestas
improvisadas tanto como en discotecas. Bailarán en todos los idiomas y
participarán de tertulias en portuñol, italiano o hebreo, ya que la región se
convirtió en un destino frecuente para los jóvenes judíos que egresan del
servicio militar. Tanto como para que se haya filmado en estas playas una serie
de doce episodios, Malabi Express, que refleja las aventuras de un grupo de
israelíes en estos parajes de la costa de Dendê.
La noche del Morro se traviste de la tan mentada brasilidade. Los
restaurantes y bares que se apilan frente a la costa, los cantantes de
repertorio cursi, los carritos atiborrados de aguardientes y frutas tropicales,
entre todos componen una comparsa a cielo abierto que en días de alta temporada
se prolonga hasta pasada la madrugada. Si hay derroche de caldo de gente, unas
vueltas en primera línea de mar proveerán de recambio y alivio.
Un clásico de las convocatorias morrenses son los luaus, fiestas a beira
mar que obedecen al calendario: lunes y jueves. El fixture, que puede variar
según las condiciones climáticas, reparte el miércoles a los ensayos o shows del
Teatro del Morro, y viernes y sábados a los boliches. Cualquiera que deambule
por ahí se va a enterar sin necesidad de contraseñas ni datazos.
Al que le quede chico el horizonte, tendrá la posibilidad de salir en barco
o lanchas de excursión a las islas próximas. El paseo Volta a Ilha (60 reales en
temporada baja) contempla un derrotero de unas horas por los municipios de mar
adentro con regreso por la tarde. También hay opciones para quedarse a hacer
noche en algunas de las islas, algunas de ellas con promesas de turismo
diferencial. Cuanto más lejos, más silencio.
Sin el recurso de las embarcaciones, a media hora de caminata con marea
baja, se encuentra la playa Gamboa, puntal de la vela y el yate de Tinharé. Acá
también son famosos los baños de arcilla, a la que le adjudican propiedades
revitalizadoras de la piel. Para enjuagarse basta un chapuzón en sus aguas
tranquilas y calientes. Si al regreso la marea pegó un estirón, una lancha lleva
de regreso al Morro por unos 3 reales.
Muchos coincidirán en las celebradas puestas de sol a varias puntas. Una
opción es la Fortaleza de Tapirandu, conocida como el Fuerte del Morro, entre
700 metros de murallas y ruinas que retozan en la costa. Otro convite es el
boliche A toca do Morcego, a 60 metros sobre el nivel del mar, con los
correspondientes DJ y siluetas tostadas en aceite de oliva. Cualquier tramo de
la ribera oficia de platea para la llegada del crepúsculo.
Si uno continúa por la misma senda de este chill out, tras una mata de
cocoteros y palmas se encontrará con el faro, que ofrece desde sus miradores una
panorámica de las playas de tarjeta postal. Los guías juran por sus hawaianas
que se pueden avistar delfines en el atardecer. Desde una de las plataformas,
los aventurados se pueden lanzar -previo pago de 35 reales- por una tirolesa que
permite llegar al mar por un atajo de 340 metros.
EL CRAC ANFITRIÓN
Si bien el destino aún no perdió su vocación bohemia y su imán como meca de
mochileros, la sofisticación de sus resorts a todo trapo convive con la villa de
moradores del país real. La aldea hippie de antaño mutó en los últimos tres
lustros en un complejo de 120 posadas y resorts que albergan a un total de
20.000 turistas por temporada, con picos máximos en el Reveillon de fin de año y
la llamada resaca de Carnaval.
Uno de los vecinos ilustres de la comarca es el último ídolo del Flamengo,
el futbolista serbio Dejan Petkovic, que emigró para la isla y se convirtió en
anfitrión del jet set internacional desde su Patachocas Eco Resort. El Pet -se
pronuncia Pechi- se convirtió en el orgullo de los locales y recibió el título
emérito de Cidadao Cairuense.
Como todo destino vacacional, en el centro desfilan las tiendas de tejidos
y bijouterie tan deudoras de la cadena de montaje que representan las ferias de
artesanía en todo el mundo, desde Yucatán hasta Liniers. Similares hasta en sus
pretensiones de refinamiento. En medio del paseo de compras, uno se puede
encontrar con un sound system evangelista, con raperos que vociferan loas a Dios
como sucedáneos de Snoop Dogg en plan proselitista y pantalón de tiro
alto.
De los 80.000 compatriotas que recibe el estado de Bahía cada año, algunos
pierden el pasaje de vuelta. Un 10 por ciento de los cinco mil habitantes de la
villa son argentinos, mano de obra calificada para las relaciones públicas y la
gestión de la noche.
Uno de los anzuelos del Morro es la ausencia de coches y esta condición, en
vivo y en directo, adquiere su sentido. Caminar de la primera a la cuarta playa
demanda 20 minutos a través de la arena. La movilidad se limita a la tracción
propia o a unos jeeps de ocasión que acceden a los enclaves más alejados por
caminos lentos y enrevesados. Aquí no queda otra opción que bajar un cambio y
dejar el reloj en el hotel. La ansiedad ya nos irá a buscar al aeropuerto en el
regreso.
DATOS ÚTILES
Dónde comer
El restaurante Anís, dentro del Hotel Natureza, ofrece comida típica
bahiana con sello propio.
www.hotelnatureza.com
Cuándo ir
Entre septiembre y abril es la época ideal, de mayo a agosto es período de
lluvias. La temporada alta es enero y febrero, con demanda total en el Reveillon
de fin de año, y la llamada resaca de carnaval, semana posterior a la fiesta,
cuando los precios se duplican.
Qué hacer
Paseos en barco a las islas del archipiélago de Cairú, práctica de
surf.
Clases de buceo: bautismo para principiantes (130 reales por persona),
curso básico de 5 días (880 reales por persona), curso avanzado (880 reales por
persona). Salidas embarcadas (2 inmersiones de barco) a 220 reales con
equipamiento incluido.
Más información
Comité Visite Brasil, Embajada del Brasil en Buenos Aires, Cerrito 1350,
Entrepiso. Teléfono, 4515-2422.
turismo@brasil.org.ar
buenosaires.itamaraty.gov.br
www.visitbrasil.com
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