lunes, 17 de octubre de 2016

USA: Washington: El destino más codiciado

El destino más codiciado: Washington DC
En plena carrera para llegar a la Casa Blanca, un recorrido por el otro lado de la capital, los barrios más interesantes, los circuitos emergentes y lo nuevo entre museos y monumentos

Ni un capítulo de House of Cards, la gran serie televisiva sobre la ambición y la traición por pasillos y despachos del Capitolio a la Casa Blanca, se filmó en Washington DC. Para retratar las caras más oscuras de la burocracia norteamericana, la producción debió trabajar unos setenta kilómetros al noreste, en la ciudad de Baltimore. Filmar en la capital norteamericana un drama protagonizado por políticos de traje hubiera sido difícil entre tanto hipster, café canchero, feria orgánica, segway y ecobici moderna.

DC (Distrito de Columbia), justo en el límite entre los estados de Virginia y Maryland, cambió tanto con el nuevo milenio que los verdaderos Frank Underwood (el personaje de Kevin Spacey en House of Cards) nacidos y criados en el siglo XX se sentirían un poco desorientados. Preocupados en todo caso por la creciente inseguridad de sus calles hasta mediados de los noventa, quizás nunca sospecharon que el centro de la administración federal se pondría de moda o atraería un turismo significativo, más allá de los tradicionales chicos de excursión escolar para conocer la sede del gobierno.

Adams Morgan es un buen comienzo para dimensionar el fenómeno. Barrio de inmigrantes, su origen está vinculado de manera directa a la evolución de la lucha por los derechos civiles en el país: tomó forma en la década del 50 justamente a partir de la integración de una escuela para blancos, Adams, y su vecina negra, Morgan. Si por años fue un distrito residencial y modesto, conocido por sus restaurantes de y para africanos, asiáticos y latinos, hoy Adams Morgan es famoso por sus restaurantes étnicos de gusto global y notables calificaciones.

Las calles 18 y Mount Pleasant son un catálogo de cocinas del mundo, como una embassy row (el polo de embajadas en la avenida Massachusetts) alternativa y diseñada por Anthony Bourdain. El Marx Café, de Mount Pleasant, sirve cocina revolucionaria de múltiples influencias tercermundistas mientras los DJ pinchan desde jazz gitano hasta reggae en vinilo. Exactamente en frente, Beau Thai se anota un hit con su fusión tailandesa y a pocos pasos Mama Ayesha mantiene flameando la bandera etíope, hoy no tan habitual, pero alguna vez dominante en Adams Morgan.

Y el club Madam's Organ, además de tener un nombre genial, con sus más de veinte años es un símbolo de este barrio, ejemplo de manual de la gentrificación, el proceso por el que un barrio bohemio se pone de moda, se vuelve más atractivo para las inversiones y corre el peligro de dejar afuera a sus vecinos originales. En eso está Adams Morgan, aunque mantiene su onda y los precios no se dispararon (tanto, todavía).

Hacia Adams Morgan se mudaron algunos locales antes ubicados en Georgetown, otro barrio emblemático de la ciudad, infaltable en cualquier visita. Es el distrito alrededor de la universidad del mismo nombre, que años atrás tuvo una colorida movida en el cruce de las calles M y Wisconsin. Hoy, sin embargo, los alquileres allí son de los más caros de la ciudad, poco aptos para emprendedores independientes y románticos. La costa sobre el río Potomac, no obstante, creció como paseo gastronómico, con buenos restaurantes y mucho más ambiente los fines de semana.

Atlas y la calle U

Fenómeno mucho más reciente que el de Adams Morgan, Atlas es otro bastión de la nueva DC, casualmente o no, también vinculado con la problemática racial: fue una de las principales zonas de protestas y disturbios en 1968 a partir del asesinato de Martin Luther King.

Dentro del barrio Near Northeast, cercano a la estación de tren Union (a la que llegan muchos turistas desde Nueva York para pasar un par de días en Washington), no son más que tres cuadras de la calle H y una saludable población de locales de música en vivo como Red and Black, el Rock N Roll Hotel y Bee Hive. Todo se desarrolla en torno del recuperado Atlas Theater, un cine de fachada art decó construido en 1938, abandonado durante años y actualmente en funciones como centro cultural y corazón de Atlas.

Si se trata de música, sin embargo, la nueva DC suena como nunca en la calle U, entre las 17 y la 9, otra zona de ADN afroamericano, donde nació el pianista y director de orquesta de jazz Duke Ellington. Como Atlas, la calle U también tuvo unos años sesenta convulsionados y quedó "en suspenso" durante décadas hasta su reciente renacimiento, como centro del jazz de Washington. Hoy es el lugar para marcar en el GPS si se quiere salir a escuchar música en vivo en esta ciudad. No sólo jazz: en zona se encuentra el gran 9:30 Club (815 V st.), la sala de conciertos donde el rock vive prácticamente todas las noches de la semana desde los ochenta y donde próximamente tocarán grupos como Thievery Corporation y Capital Cities.

De los viejos tiempos, en la calle U sobrevive el restaurante Ben's Chili Bowl, abierto en 1958. En House of Cards, cada vez que Frank Underwood busca reconectarse con algún imperceptible resabio de humanidad, le pide al chofer que lo lleve a comerse unas ribs al ficticio Freddy's. En el mundo real, enfilaría para Ben's, tal como lo hizo Barack Obama en 2009 antes de su inauguración como presidente.

Rodando por el Mall

La principal razón para visitar Washington, por supuesto, siguen siendo sus monumentos, museos y conocidísimos edificios públicos, todos mayormente concentrados en un área caminable en pocas horas llamada National Mall. La Casa Blanca, el Capitolio o congreso (actualmente, con la cúpula en refacción), el Monumento a Washington (el obelisco) y el de Lincoln son de esas postales que reconocen incluso quienes nunca pisaron los Estados Unidos. La mayoría se puede visitar en recorridos guiados o independientes de poco tiempo, ya que están prácticamente en línea a lo largo de menos de un kilómetro.

El National Mall
Lo nuevo es hacerlo en segways, esos móviles eléctricos medio futuristas, de dos ruedas, sobre los que el pasajero va parado en un extraño equilibro, en apariencia antinatural, pero fácil de lograr. Con el clima a favor, se ven segways por todos lados: desfilando frente a la Casa Blanca, girando alrededor del obelisco (con 169 metros, la construcción más alta de la ciudad, por ley), esquivando turistas entre los monumentos a los veteranos del Vietnam, Corea y la Segunda Guerra Mundial, o estacionados frente al memorial dórico para trepar los 145 escalones hasta la estatua sentada del décimo sexto presidente norteamericano, Abraham Lincoln. Hay varias empresas que ofrecen estos tours de dos horas por unos 60 dólares.

Los Smiths

La otra razón para viajar a Washington son sus famosos museos. Administrados por el Instituto Smithsoniano (fundado por James Smithson, filántropo inglés que... nunca visitó Estados Unidos), la mayoría son gratuitos y se encuentran dentro del mismo acotado radio del National Mall, lo que en teoría simplifica bastante las cosas. El "problema" es que son muchos y demasiado interesantes por lo que es recomendable reservarles más de un día, aunque sólo sea para un vistazo general.

Entre los destacados, hay que anotar el Museo Nacional de Historia Natural, especial para chicos (lo más parecido al modelo Una noche en el museo); para mayores, la Galería Nacional de Retratos y la Galería Nacional de Arte; y para todos, el Museo Nacional de Aire y Espacio, dedicado a la aviación, con un módulo del Apolo XI y el auténtico Spirit of Saint Louis, avión en el que Charles Lindbergh realizó el primer cruce en solitario del Atlántico. Este último museo tiene además el anexo Steven F. Udvar-Hazy, junto al aeropuerto internacional de Dulles, Virginia, con más artefactos y naves, incluyendo el Enola Gay, que descargó en 1945 la bomba atómica sobre Hiroshima.


Los museos Smithsonianos son un clásico de Washington. Pero este año hay novedades fuertes: el mes pasado, Obama llegó con lo justo para inaugurar antes de despedirse el muy postergado Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana, destinado a convertirse en uno de los más visitados (y fotografiados, por su particular arquitectura). Y la imprescindible Galería Nacional de Arte reabrió su edificio Este luego de una renovación que demoró tres años y costó 30 millones de dólares, con una espectacular terraza sobre la avenida Pennsylvania. Aunque seguro nada de esto es en lo que piensan Hillary Clinton y Donald Trump por estos días

Tips capitales
NATIONAL HARBOR: a las afueras de la ciudad, pero sobre la costa del río Potomac en el estado de Maryland, el National Harbor es otra novedad washingtoniana. En este caso, no muy hipster, pero sí bastante entretenida y familiera. Es fundamentalmente un centro de compras y gastronomía, en torno del Gaylord National Resort & Convention Center y algunos edificios de condominios, donde para el año próximo se espera la apertura de un casino. La principal excusa para manejar hasta ahí, sin embargo, es Capital Wheel, una vuelta al mundo inaugurada a mediados de 2014, con impresionantes vistas (sobre todo de noche) del Potomac y Washington. En verano, se proyectan películas al aire libre sobre una pantalla gigante junto al río.

NEWSEUM: en el medio de los grandes museos, un museo sobre los medios. Inaugurado en 2008, Newseum es algo más que un museo sobre periodismo. En su actual sede de siete pisos entre el Capitolio y la Casa Blanca, "promueve, explica y defiende la libertad de expresión", como define oficialmente, con muestras multimedia e interactivias, particularmente sobre las coberturas de los hechos más trascendentes. Y a pesar de la competencia en una ciudad dominada por museos magníficos y gratuitos, ha logrado hacerse un lugar y atraer a seis millones de visitantes. Recomendados: la galería dedicada a fotos premiadas con el Pulitzer, la muestra con decenas de tapas de diarios del día de todo el mundo y la terraza sobre la avenida Pensylvania, una de las mejores panorámicas del centro de Washington.

UNO DE ESPÍAS: en Washington DC nunca deben haber faltado agentes secretos. Pero sólo desde el comienzo del nuevo milenio los espías tienen su propio museo en esta ciudad. A pocos metros del Chinatown (aunque no por mucho tiempo: el año próximo se mudará a una nueva sede en L'Enfant Plaza, a unas ocho cuadras), el Spy Museum cuenta la historia, las operaciones, la logística y los nombres de espías ignotos, famosos e incluso de ficción. El arte del disfraz, las técnicas de microfoneado, la escritura invisible y el abecé del engaño en general, paradójicamente quedan al descubierto, junto con el Aston Martin de James Bond en Goldfinger (1964) y otros aparatos dignos de Maxwell Smart (zapatófono incluido), pero que realmente se usaron. Quizás sea el único lugar donde se puede escuchar conversaciones de oficiales rusos grabadas desde el túnel que los norteamericanos mantuvieron durante un año bajo el Muro de Berlín (aclaran en la muestra, con el conocimiento de altos mandos soviéticos). El resto es historia. Se puede repasar casos de novela como el de los estudiantes de Cambridge al servicio de los rusos (Guy Burgess, Donald Mclean y Kim Philby) y hasta el del oficial francés Alfred Dreyfuss, el famoso espía que no fue, el de Yo acuso. Como no es bueno espiar con el estómago vacío, el Spy Museum cuenta con un café y un restaurante.

Datos útiles

Cómo llegar

En avión. Con escala en Panamá, Copa Airlines ofrece una conveniente opción para volar de Buenos Aires a Washington DC, muy valorada por viajeros que prefieren evitar conectar (no hay vuelo directo) en otros aeropuertos norteamericanos. Tarifas, desde 942 dólares, impuestos incluidos. También hay vuelos desde Rosario ( desde 1093 dólares) y Córdoba (1270 dólares).www.copaair.com.

Qué hacer

Segway City Tours: vueltas de dos horas entre los principales monumentos y edificios públicos del National Mall, de una manera más divertida, con guías conocedores. De lunes a viernes, 65 dólares. Sábados y domingos, 70. www.capitalsegway.com

Newseum: siete pisos de muestras sobre medios y coberturas. Entrada general, 22,95 dólares; chicos de 7 a 18, 13,95; menores de 6, gratis. Todos los días, de 9 a 17. Estación de Metro: Archives Navy Memorial/Penn Quarter. www.newseum.org

Spy Museum: el mundo del espionaje no tiene secretos. El horario cambia casi cada mes, pero va aproximadamente de 10 a 19. Entrada: 21,95 dólares (menores de 6, gratis). 800 F st NW, cerca de la estación de Metro Gallery Place. www.spymuseum.org

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