El destino más codiciado: Washington DC
En plena carrera para llegar a la Casa Blanca, un recorrido por el otro lado de la capital, los barrios más interesantes, los circuitos emergentes y lo nuevo entre museos y monumentos
Ni un capítulo de House of Cards, la gran serie televisiva sobre la ambición y la traición por pasillos y despachos del Capitolio a la Casa Blanca, se filmó en Washington DC. Para retratar las caras más oscuras de la burocracia norteamericana, la producción debió trabajar unos setenta kilómetros al noreste, en la ciudad de Baltimore. Filmar en la capital norteamericana un drama protagonizado por políticos de traje hubiera sido difícil entre tanto hipster, café canchero, feria orgánica, segway y ecobici moderna.
DC (Distrito de Columbia), justo en el límite entre los estados de Virginia y Maryland, cambió tanto con el nuevo milenio que los verdaderos Frank Underwood (el personaje de Kevin Spacey en House of Cards) nacidos y criados en el siglo XX se sentirían un poco desorientados. Preocupados en todo caso por la creciente inseguridad de sus calles hasta mediados de los noventa, quizás nunca sospecharon que el centro de la administración federal se pondría de moda o atraería un turismo significativo, más allá de los tradicionales chicos de excursión escolar para conocer la sede del gobierno.
Adams Morgan es un buen comienzo para dimensionar el fenómeno. Barrio de inmigrantes, su origen está vinculado de manera directa a la evolución de la lucha por los derechos civiles en el país: tomó forma en la década del 50 justamente a partir de la integración de una escuela para blancos, Adams, y su vecina negra, Morgan. Si por años fue un distrito residencial y modesto, conocido por sus restaurantes de y para africanos, asiáticos y latinos, hoy Adams Morgan es famoso por sus restaurantes étnicos de gusto global y notables calificaciones.
Las calles 18 y Mount Pleasant son un catálogo de cocinas del mundo, como una embassy row (el polo de embajadas en la avenida Massachusetts) alternativa y diseñada por Anthony Bourdain. El Marx Café, de Mount Pleasant, sirve cocina revolucionaria de múltiples influencias tercermundistas mientras los DJ pinchan desde jazz gitano hasta reggae en vinilo. Exactamente en frente, Beau Thai se anota un hit con su fusión tailandesa y a pocos pasos Mama Ayesha mantiene flameando la bandera etíope, hoy no tan habitual, pero alguna vez dominante en Adams Morgan.
Y el club Madam's Organ, además de tener un nombre genial, con sus más de veinte años es un símbolo de este barrio, ejemplo de manual de la gentrificación, el proceso por el que un barrio bohemio se pone de moda, se vuelve más atractivo para las inversiones y corre el peligro de dejar afuera a sus vecinos originales. En eso está Adams Morgan, aunque mantiene su onda y los precios no se dispararon (tanto, todavía).
Hacia Adams Morgan se mudaron algunos locales antes ubicados en Georgetown, otro barrio emblemático de la ciudad, infaltable en cualquier visita. Es el distrito alrededor de la universidad del mismo nombre, que años atrás tuvo una colorida movida en el cruce de las calles M y Wisconsin. Hoy, sin embargo, los alquileres allí son de los más caros de la ciudad, poco aptos para emprendedores independientes y románticos. La costa sobre el río Potomac, no obstante, creció como paseo gastronómico, con buenos restaurantes y mucho más ambiente los fines de semana.
Atlas y la calle U
Fenómeno mucho más reciente que el de Adams Morgan, Atlas es otro bastión de la nueva DC, casualmente o no, también vinculado con la problemática racial: fue una de las principales zonas de protestas y disturbios en 1968 a partir del asesinato de Martin Luther King.
Dentro del barrio Near Northeast, cercano a la estación de tren Union (a la que llegan muchos turistas desde Nueva York para pasar un par de días en Washington), no son más que tres cuadras de la calle H y una saludable población de locales de música en vivo como Red and Black, el Rock N Roll Hotel y Bee Hive. Todo se desarrolla en torno del recuperado Atlas Theater, un cine de fachada art decó construido en 1938, abandonado durante años y actualmente en funciones como centro cultural y corazón de Atlas.
Si se trata de música, sin embargo, la nueva DC suena como nunca en la calle U, entre las 17 y la 9, otra zona de ADN afroamericano, donde nació el pianista y director de orquesta de jazz Duke Ellington. Como Atlas, la calle U también tuvo unos años sesenta convulsionados y quedó "en suspenso" durante décadas hasta su reciente renacimiento, como centro del jazz de Washington. Hoy es el lugar para marcar en el GPS si se quiere salir a escuchar música en vivo en esta ciudad. No sólo jazz: en zona se encuentra el gran 9:30 Club (815 V st.), la sala de conciertos donde el rock vive prácticamente todas las noches de la semana desde los ochenta y donde próximamente tocarán grupos como Thievery Corporation y Capital Cities.
De los viejos tiempos, en la calle U sobrevive el restaurante Ben's Chili Bowl, abierto en 1958. En House of Cards, cada vez que Frank Underwood busca reconectarse con algún imperceptible resabio de humanidad, le pide al chofer que lo lleve a comerse unas ribs al ficticio Freddy's. En el mundo real, enfilaría para Ben's, tal como lo hizo Barack Obama en 2009 antes de su inauguración como presidente.
Rodando por el Mall
La principal razón para visitar Washington, por supuesto, siguen siendo sus monumentos, museos y conocidísimos edificios públicos, todos mayormente concentrados en un área caminable en pocas horas llamada National Mall. La Casa Blanca, el Capitolio o congreso (actualmente, con la cúpula en refacción), el Monumento a Washington (el obelisco) y el de Lincoln son de esas postales que reconocen incluso quienes nunca pisaron los Estados Unidos. La mayoría se puede visitar en recorridos guiados o independientes de poco tiempo, ya que están prácticamente en línea a lo largo de menos de un kilómetro.
El National Mall
Lo nuevo es hacerlo en segways, esos móviles eléctricos medio futuristas, de dos ruedas, sobre los que el pasajero va parado en un extraño equilibro, en apariencia antinatural, pero fácil de lograr. Con el clima a favor, se ven segways por todos lados: desfilando frente a la Casa Blanca, girando alrededor del obelisco (con 169 metros, la construcción más alta de la ciudad, por ley), esquivando turistas entre los monumentos a los veteranos del Vietnam, Corea y la Segunda Guerra Mundial, o estacionados frente al memorial dórico para trepar los 145 escalones hasta la estatua sentada del décimo sexto presidente norteamericano, Abraham Lincoln. Hay varias empresas que ofrecen estos tours de dos horas por unos 60 dólares.
Los Smiths
La otra razón para viajar a Washington son sus famosos museos. Administrados por el Instituto Smithsoniano (fundado por James Smithson, filántropo inglés que... nunca visitó Estados Unidos), la mayoría son gratuitos y se encuentran dentro del mismo acotado radio del National Mall, lo que en teoría simplifica bastante las cosas. El "problema" es que son muchos y demasiado interesantes por lo que es recomendable reservarles más de un día, aunque sólo sea para un vistazo general.
Entre los destacados, hay que anotar el Museo Nacional de Historia Natural, especial para chicos (lo más parecido al modelo Una noche en el museo); para mayores, la Galería Nacional de Retratos y la Galería Nacional de Arte; y para todos, el Museo Nacional de Aire y Espacio, dedicado a la aviación, con un módulo del Apolo XI y el auténtico Spirit of Saint Louis, avión en el que Charles Lindbergh realizó el primer cruce en solitario del Atlántico. Este último museo tiene además el anexo Steven F. Udvar-Hazy, junto al aeropuerto internacional de Dulles, Virginia, con más artefactos y naves, incluyendo el Enola Gay, que descargó en 1945 la bomba atómica sobre Hiroshima.
Los museos Smithsonianos son un clásico de Washington. Pero este año hay novedades fuertes: el mes pasado, Obama llegó con lo justo para inaugurar antes de despedirse el muy postergado Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana, destinado a convertirse en uno de los más visitados (y fotografiados, por su particular arquitectura). Y la imprescindible Galería Nacional de Arte reabrió su edificio Este luego de una renovación que demoró tres años y costó 30 millones de dólares, con una espectacular terraza sobre la avenida Pennsylvania. Aunque seguro nada de esto es en lo que piensan Hillary Clinton y Donald Trump por estos días
Tips capitales
NATIONAL HARBOR: a las afueras de la ciudad, pero sobre la costa del río Potomac en el estado de Maryland, el National Harbor es otra novedad washingtoniana. En este caso, no muy hipster, pero sí bastante entretenida y familiera. Es fundamentalmente un centro de compras y gastronomía, en torno del Gaylord National Resort & Convention Center y algunos edificios de condominios, donde para el año próximo se espera la apertura de un casino. La principal excusa para manejar hasta ahí, sin embargo, es Capital Wheel, una vuelta al mundo inaugurada a mediados de 2014, con impresionantes vistas (sobre todo de noche) del Potomac y Washington. En verano, se proyectan películas al aire libre sobre una pantalla gigante junto al río.
NEWSEUM: en el medio de los grandes museos, un museo sobre los medios. Inaugurado en 2008, Newseum es algo más que un museo sobre periodismo. En su actual sede de siete pisos entre el Capitolio y la Casa Blanca, "promueve, explica y defiende la libertad de expresión", como define oficialmente, con muestras multimedia e interactivias, particularmente sobre las coberturas de los hechos más trascendentes. Y a pesar de la competencia en una ciudad dominada por museos magníficos y gratuitos, ha logrado hacerse un lugar y atraer a seis millones de visitantes. Recomendados: la galería dedicada a fotos premiadas con el Pulitzer, la muestra con decenas de tapas de diarios del día de todo el mundo y la terraza sobre la avenida Pensylvania, una de las mejores panorámicas del centro de Washington.
UNO DE ESPÍAS: en Washington DC nunca deben haber faltado agentes secretos. Pero sólo desde el comienzo del nuevo milenio los espías tienen su propio museo en esta ciudad. A pocos metros del Chinatown (aunque no por mucho tiempo: el año próximo se mudará a una nueva sede en L'Enfant Plaza, a unas ocho cuadras), el Spy Museum cuenta la historia, las operaciones, la logística y los nombres de espías ignotos, famosos e incluso de ficción. El arte del disfraz, las técnicas de microfoneado, la escritura invisible y el abecé del engaño en general, paradójicamente quedan al descubierto, junto con el Aston Martin de James Bond en Goldfinger (1964) y otros aparatos dignos de Maxwell Smart (zapatófono incluido), pero que realmente se usaron. Quizás sea el único lugar donde se puede escuchar conversaciones de oficiales rusos grabadas desde el túnel que los norteamericanos mantuvieron durante un año bajo el Muro de Berlín (aclaran en la muestra, con el conocimiento de altos mandos soviéticos). El resto es historia. Se puede repasar casos de novela como el de los estudiantes de Cambridge al servicio de los rusos (Guy Burgess, Donald Mclean y Kim Philby) y hasta el del oficial francés Alfred Dreyfuss, el famoso espía que no fue, el de Yo acuso. Como no es bueno espiar con el estómago vacío, el Spy Museum cuenta con un café y un restaurante.
Datos útiles
Cómo llegar
En avión. Con escala en Panamá, Copa Airlines ofrece una conveniente opción para volar de Buenos Aires a Washington DC, muy valorada por viajeros que prefieren evitar conectar (no hay vuelo directo) en otros aeropuertos norteamericanos. Tarifas, desde 942 dólares, impuestos incluidos. También hay vuelos desde Rosario ( desde 1093 dólares) y Córdoba (1270 dólares).www.copaair.com.
Qué hacer
Segway City Tours: vueltas de dos horas entre los principales monumentos y edificios públicos del National Mall, de una manera más divertida, con guías conocedores. De lunes a viernes, 65 dólares. Sábados y domingos, 70. www.capitalsegway.com
Newseum: siete pisos de muestras sobre medios y coberturas. Entrada general, 22,95 dólares; chicos de 7 a 18, 13,95; menores de 6, gratis. Todos los días, de 9 a 17. Estación de Metro: Archives Navy Memorial/Penn Quarter. www.newseum.org
Spy Museum: el mundo del espionaje no tiene secretos. El horario cambia casi cada mes, pero va aproximadamente de 10 a 19. Entrada: 21,95 dólares (menores de 6, gratis). 800 F st NW, cerca de la estación de Metro Gallery Place. www.spymuseum.org
En Este blog encontrara descripciones de variados destinos, buscando aportar informacion, y experiencias diferentes
lunes, 17 de octubre de 2016
USA: Whashington: Una piel cálida bajo el mármol frío
Una piel cálida bajo el mármol frío
He llegado a amar esta ciudad. Hubo un tiempo en que pensé que jamás lo diría. Pero aquí esta: Washington tiene una piel, cálida y elegantemente receptiva, por debajo de la frialdad de sus monumentos.
Una vida que vale la pena descubrir, más allá de las postales de la Casa Blanca, de la cúpula del Capitolio o de las escalinatas del Lincoln Memorial. Por no hablar de los grises edificios del Fondo Monetario Internacional, que tanto signaron nuestra historia reciente.
Uno de los lugares donde más me gusta sentarme y observar es Dupont Circle. Lo recomiendo como un buen faro desde donde contemplar la ciudad y su ritmo a todas horas. Toda la ciudad y su vida pasan por ese espacio circular, como la esfera de un reloj, con un escenario que varía según el momento del día. Pero todos-absolutamente todos- tenemos un lugar allí.
Democráticamente sentados en los mismos bancos hay personas que hacen de ellos su hogar. Ellos son la autoridad del parque durante la mañana. Pero, a partir del mediodía, ese mismo espacio se poblará de ambiciosos lobistas forrados en dinero y en buenos trajes, que usan esos mismos bancos para un almuerzo rico en proteínas y bajo en grasas. Lo suficiente como para que esos mismos trajes le sigan quedando bien.
Por la tarde llegarán los estudiantes y por la noche, cuando todo el mundo duerme, lo único que quedará abierto es Kramer Books, la librería-restaurante que es como un ícono de la ciudad y un refugio para almas solitarias. Un sitio donde un buen libro y una buena sopa, cuando hace frío, no se le niegan a nadie.
Jardines y osos panda
Circular, como la vida misma, Dupont Circle es una síntesis de esta ciudad. De su ritmo, de su carácter cosmopolita pero, como ella, en miniatura. Sin las dimensiones de Nueva York, pero con igual encanto, Washington es mucho más que la Casa Blanca. Y con eso hemos dicho bastante.
Con poco que se la camine se descubrirán las tres pasiones ocultas de sus habitantes. El buen gusto, la jardinería -herencia inglesa, los washingtonianos hacen de cualquier pedacito de tierra un jardín- y los osos panda. Sí, sí -leyó bien- los osos panda. Habitantes VIP del zoológico de esta ciudad, esos simpáticos mamíferos aparecen fotografiados en las páginas del Washington Post casi con tanta frecuencia como Barack Obama. O bueno, tal vez un poco menos. Pero no mucho menos.
Son ellos, los enormes osos blanquinegros, los protagonistas del experimento de poder más curioso de esta ciudad. Estrellas absolutas, cuentan con un centro de su vida y costumbres que, con cámaras de alta definición, siguen su vida las 24 horas del día y todos los santos días del año. Una especie de Gran hermano pero con osos panda, que funciona en el mismo Zoo. Que, como si fuera poco y, al igual que otras grandes atracciones de la ciudad, es gratis.
Me gusta sentarme en Dupont Circle. Me gusta sentarme frente a los osos panda. Y, en la National Gallery, me gusta sentarme frente a sus tres Vermeer, sin que nadie me empuje ni codee. En la soledad absoluta, como suele pasar en muchos espacios de esta ciudad, se puede gozar el lujo de dialogar con la obra del pintor holandés. Largo y tendido.
Son sólo pinceladas de humanidad en una ciudad que, en rigor, es mucho, pero mucho más, que los monumentos de mármol y la Casa Blanca que la hicieron famosa. Otro día, les prometo, hablamos de más cosas.
viernes, 14 de octubre de 2016
CANADA: Quebec: Cinco experiencias sólo posibles en Québec
Cinco experiencias sólo posibles en Québec
1. En Baie-Saint-Paul: probar una copa de vino de.. ¡tomate!
El belga Pascal Miche recorrió su país y la vecina Francia, pero fue en este pueblito canadiense a orillas del río San Lorenzo donde encontró el clima y las condiciones ideales para lanzarse a una producción única en el mundo. En la bodega Omerto produce vino aperitivo de tomate, una idea que tuvo su abuelo Omer (de ahí el nombre) luego de una cosecha excepcionalmente abundante en 1938, en las afueras de Bruselas. Como el tomate es un fruto se puede destilar, aclara Miche a sus visitantes. Dedicó muchos años de su vida a pulir la receta hasta lanzarse a la producción comercial. El secreto se guarda celosamente, pero la finca está abierta al público y se ofrecen degustaciones.
2. En Wandake, vivir con los indios hurón
El barrio de Wendake, en la aglomeración de Québec, es distinto a los demás. No por las construcciones o por las costumbres, sino por sus habitantes. Son los descendientes de uno de los pueblos originarios que más protagonismo tuvieron durante la historia colonial de Canadá, los huron-wendats. Wendake es una pujante comunidad, que se ha lanzado al turismo a gran escala: organiza visitas al barrio y ofrece pernoctes en su gran hotel-museo (cuatro estrellas). El spa es muy original, con piletas al aire libre, fogones y carpas (en invierno se realiza el circuito de aguas calientes bajo la nieve), en tanto el restaurante promueve una cocina de fusión con las recetas tradicionales, como platos con carne de bisonte. Además del museo, se visita la réplica de una Maison-Longue tradicional, una larga casa de madera donde se vivía en comunidad.
3. En Montreal, recorrer la ciudad sin necesidad de salir
Canadá es un país de inviernos largos y fríos. En Montréal encontraron la solución, con una ciudad debajo de la ciudad. Se llama Réso y es una red de pasillos, estaciones de subte y trenes y accesos a torres y centros comerciales que totaliza 33 kilómetros. De esta forma, los vecinos pueden ir al trabajo, salir a comer y hacer compras durante un día entero sin salir al exterior. El Réso es muy apreciado en invierno, por supuesto, pero también en verano, por su climatización. Más de 180 millones de personas lo recorren por año. Las principales torres corporativas están conectadas bajo tierra, lo mismo que ciertos complejos residenciales, algunas universidades y hasta hoteles. En los pasillos se pueden encontrar tanto puestos de comida rápida como boutiques de ropa y decoración. De hecho uno de cada diez negocios de Montréal está en el Réso, el mayor complejo subterráneo del mundo.
4. En Baie-Sainte Catherine, avistar hasta trece especies de ballenas
Frente a ese poblado, el río San Lorenzo es tan ancho que casi no se ve su otra orilla. En esta parte, donde empieza el estuario, se entremezclan aguas dulces y marinas, formando un ecosistema muy rico que sirve de hábitat a numerosas especies de ballenas y delfines, mamíferos marinos, aves y por supuesto peces. Desde fines de la primavera hasta principios de otoño, se programan varias salidas embarcadas por día, para avistar algunas de las trece especies de cetáceos que viven allí. Las que más comúnmente se ven son las ballenas azules (el mayor ser vivo de nuestro planeta), los rorcuales, las ballenas jorobadas y las belugas. Durante las navegaciones, se incursiona también en el fiordo del río Saguenay para ver colonias de focas y aves marinas.
5. En las Laurentides vivir como Davy Crockett
Al norte de Montréal, esta región de montañas es un destino de miniturismo muy popular para los vecinos de la ciudad y los de la cercana Ottawa. Los centros están preparados para proponer tanto actividades de verano como de invierno. Es el caso de Kanatha Aki, donde se puede vivir como Davy Crockett y los trappeurs, los tramperos de las novelas de Jack London. Durante los próximos meses ofrecerá salidas de pesca blanca (haciendo un hueco en la capa de hielo de los lagos), cabalgatas a una reserva de bisontes, paseos en trineos tirados por perros, esquí nórdico y pernoctes en cabañas de troncos o en tipis indios
GUATEMALA: Guatemala Contrastes de Guatemala, un país que enamora
Contrastes de Guatemala, un país que enamora
Desde la llegada uno siente que entra a una tierra mágica. Lo primero que
se ve desde el avión es un imponente volcán que sobresale las nubes. Pero
Guatemala tiene muchos volcanes, como 36, de los cuales 3 están activos. Uno de
ellos , el Pacaya, hizo erupción en el 2010. Subir al Pacaya, ya sea caminando o
a caballo, significa ver un paisaje muy hermoso, encontrarse con los restos de
la erupción y ver cómo la vegetación va surgiendo nuevamente.
Guatemala es sinónimo de selva, de gente muy sonriente y educada(cohabitan
23 grupos étnicos), de increíbles restos arqueológicos y de ver la cultura maya
viva. Hay pueblos como Chichicastenango, donde el 99% de la población es
maya.
Guatemala es sinónimo también de pobreza; según nuestro guía Darío Morán,
el 70 % de la población trabaja en negro, el 50 % cocina con leña, más de la
mitad de la población no tienen agua corriente, el 60 % de los niños sufre de
desnutrición, hay un 59% de pobreza y un 23% de pobreza extrema.
Cómo introducción a la gran cultura de este país es bueno ir al museo Popol
Vuh , en la ciudad de Guatemala. Este nombre representa al libro sagrado maya y
en el museo uno puede empezar a entender lo que fueron las etnias
mesoamericanas.
Como parte del tour, llegamos a un pueblo llamado Democracia, donde
conocimos algo de la cultura olmeca, vimos las barrigonas en la plaza principal
del pueblo, unas enormes moles de piedra talladas. Allí nos contaron que fueron
los olmecas los que legaron a los mayas la aritmética, la arquitectura y la
astronomía. La cultura olmeca fue matriarcal.
De Democracia fuimos a Chichicastenango, donde se lleva a cabo la feria
artesanal maya más grande del país. Los tejidos, las maderas talladas, las
piedras, los instrumentos, los collares, todo es muy bonito y siempre se debe
regatear el precio. En su iglesia principal, en la entrada, debajo de la
escalinata, hay un altar maya, donde se queman semillas, plantas, tabaco y otras
cosas como ofrenda. Una iglesia increíble es la de San Andrés de Xecul. Está
pintada de color amarillo y rojo, dos colores sagrados para los mayas y tiene en
la parte alta la figura de dos jaguares. Además tiene en la fachada, mazorcas de
maíz y quetzales (pájaro sagrado para esta cultura y nombre de la moneda
guatemalteca). Los colores representan también los wipiles y polleras de las
mujeres.
Nuestro camino siguió al mercado de frutas y verduras de Almolonga. Allí
lamentablermente nos robaron. Es importante en este mercado no llevar nada en
los bolsillos, ni carteras, nada que pueda llamar la atención. El guía nos
previno que podía pasar y nos sugirió no llevar nada. El mercado en si es muy
llamativo, además de frutas y verduras se comercian animales vivos.
Nuestro tour nos llevó al Lago Atitlán, belleza natural si las hay. Es un
lago que en su parte media llega a tener 300 metros de profundidad, que está
bordeado por tres volcanes y por doce pueblos. En frente a dos volcanes hay un
cerro llamado el cerro del oro. Cuenta una leyenda ( muy parecida a la de los
comechingones de Córdoba) que cuando llegaron los españoles, los nativos de ese
lugar subieron al cerro y se tiraron al vacio para suicidarse. También dicen que
al frente de ese cerro y hundida en el lago , se encuentra una antigua
ciudad.
De allí partimos rumbo a la ciudad cieja, Antigua, una bella ciudad con
arcos, monasterios, iglesias coloniales y una fábrica de joyas de jade que son
una belleza.
Después de unas cuantas horas de viaje, pudimos llegar a Semuc Champey.
Bañarse en el medio de la selva ,en inmensos y naturales pozos de agua
totalmente cristalina y con peces que se divierten mordiéndote los pies. Llegar
allí no fue fácil, el viaje en parte es en la caja de un camión, pasando por
caminos muy destruidos y por un puente en no muy buenas condiciones.
Como frutilla de este gran postre, visitamos al final del recorrido tres
grandes sitios arqueológicos Quirigua, Tikal y Copán ( en Honduras). En Tikal,
retrocedemos 2000 años. En este lugar uno toma dimensión de la importancia de
esta cultura que debió abandonar las ciudades como consecuencia de haber
devastado la selva.
Antes de seguir al sitio Quirigua, donde vimos estelas talladas en piedra
hasta de 10 metros de alto, hicimos un recorrido por el Río Dulce bordeado de
selva, flores acuáticas y casas sobres pilotes, llegando a Livingston, único
sitio donde encontramos gente de piel color canela en la costa caribeña de
Guatemala.
Guatemala es un país asombroso y rico en muchos sentidos. Es mejor ir con
guias; en varios lugares encontramos manifestaciones y siempre nos dijeron que
había lugares poco seguros. Así y todo hacía mucho tiempo que un viaje no me
dejaba tanta riqueza emocional, espiritual y cultural.
ARGENTINA: SALTA:48 horas para descubrir Salta
48 horas para descubrir Salta
Dos días y dos noches para cantar en las peñas de la gran capital del
Noroeste, visitar un museo emblemático, recorrer la Puna en tren, andar en
teleférico, comprar artesanías o degustar comidas regionales, entre otras
propuestas
Viernes por la tarde
Luego de desempacar en el hotel y antes de conocer una de las peñas más
emblemáticas de la ciudad, un par de horas alcanzan para dedicar una visita al
MAAM, el Museo de Arqueología de Alta Montaña. Es una de las joyas salteñas,
donde se exponen las momias de los tres niños encontrados en 1999 por los
arqueólogos María Costanza Ceruti y Johan Reinhard en la cumbre del volcán
Llullaillaco, a 6730 metros de altura. El museo exhibe además varias piezas que
se encontraron junto a sus cuerpos y explica el papel religioso y protector que
las culturas prehispánicas otorgaban a las más altas montañas de los Andes. Los
tres cuerpos se conocen como los de la Doncella, el Niño y la Niña del Rayo
(impactada por un rayo que cayó sobre el santuario en la cima del volcán). Esta
emotiva visita le da un toque de espiritualidad y eternidad a un fin de semana
que promete seguir encontrándose con varias realidades más del Noroeste.
Viernes por la tarde
Luego de desempacar en el hotel y antes de conocer una de las peñas más
emblemáticas de la ciudad, un par de horas alcanzan para dedicar una visita al
MAAM, el Museo de Arqueología de Alta Montaña. Es una de las joyas salteñas,
donde se exponen las momias de los tres niños encontrados en 1999 por los
arqueólogos María Costanza Ceruti y Johan Reinhard en la cumbre del volcán
Llullaillaco, a 6730 metros de altura. El museo exhibe además varias piezas que
se encontraron junto a sus cuerpos y explica el papel religioso y protector que
las culturas prehispánicas otorgaban a las más altas montañas de los Andes. Los
tres cuerpos se conocen como los de la Doncella, el Niño y la Niña del Rayo
(impactada por un rayo que cayó sobre el santuario en la cima del volcán). Esta
emotiva visita le da un toque de espiritualidad y eternidad a un fin de semana
que promete seguir encontrándose con varias realidades más del Noroeste.
Viernes por la noche
Rápido paso por el hotel y ya es tiempo nuevamente de salir a cenar. Por
supuesto en una peña. La de Balderrama es muy frecuentada por los viajeros, pero
los salteños privilegian algunas como la Casona del Molino. Es bien auténtica y
el ambiente se crea naturalmente, a medida que avanza la noche y van llegando
las familias y grupos de amigos. Algunos llevan sus instrumentos y todos cantan,
formando coros entre varias mesas, en las distintas piezas y el patio interior
de esta gran casa. La velada transcurre de manera compartida y amistosa. De una
mesa a otra se piden temas y se responde con refranes; de sala en sala, casi
siempre habrá un grupo listo para entonar "Lunita tucumana", el hit absoluto de
aquellas peñas.
La casona es un edificio histórico. Fue construida en torno a 1670 y pasó
de dueño en dueño, siendo según las épocas almacén, mercado, molino o puesto de
carruajes. Hace ya unos cuantos años se convirtió en una de las estrellas de la
noche salteña, donde es muy común compartir mesa con músicos famosos que vienen
a guitarrear y a cantar como los demás comensales.
Sábado por la mañana
Según el tiempo pasado en la casona, se llega con más o menos sueño muy
temprano por la mañana a la estación de Salta. Durante esta temporada no es el
punto de partida del tren pero sí del embarque en los micros que lo reemplazan
hasta San Antonio de los Cobres, su salida provisoria hasta que pueda
restablecerse el buen estado de todas las vías. Tras los controles y el reparto
de pasajeros en los distintos micros (según las fórmulas elegidas para el día,
se recibe un brazalete de color y se sube en el bus que corresponde), la
excursión arranca a las 7 de la mañana, con puntualidad.
Se hacen varias paradas en el camino: la primera en Campo Quijano para ver
una histórica locomotora, la segunda bajo el primer puente del ramal en la
Quebrada del Toro y la tercera en El Alfarcito, para recibir un desayuno
campestre preparado por los vecinos de ese pueblito de montaña y los alumnos del
colegio-albergue.
Mientras duren las obras de reacondicionamiento de las vías del Ramal C14
(que va de Salta al paso de Socompa en la frontera con Chile), el viaje se
realizará de esta forma. Habrá que esperar a que vuelva el tren para conocer las
obras de ingeniería de las vías: los túneles, los zigzags y los rulos. En
contrapartida, se realizan estos altos en el camino y se puede interactuar con
los lugareños. No hay mal que por bien no venga.
Sábado al mediodía
Los micros llegan a San Antonio de los Cobres al mediodía. Justo a tiempo
para que sus pasajeros puedan encontrar los vagones y los asientos que les
corresponden y sacar fotos en la estación. La altura alcanza los 3700 metros y
hay que recordar caminar con pasos medidos y hablar lo menos posible. Las
personas sujetas al apunamiento pueden contar con asistencia médica y oxígeno,
tanto en los micros como en los vagones del tren.
Luego de los silbatos de rigor, el convoy comienza un trayecto de menos de
una hora hacia el Viaducto de la Polvorilla, el objetivo del viaje. Es la obra
maestra de la ingeniería del ramal: a 4200 metros de altura, en medio de los
Andes, se construyó un puente metálico de 60 metros de alto (pasa por encima de
la Ruta 40) y 220 metros de largo. Varios guías lo califican como la Torre
Eiffel de la Puna. El tren lo cruza enteramente antes de hacer una parada en su
extremo.
El tiempo que dura el alto, los vecinos de San Antonio arman un mercadito
de artesanías y los niños tienen llamas bebé en brazos para sacarse fotos.
También es el momento de retratar el viaducto. Sin embargo, para la mejor toma
había que prepararse previamente: aprovechando la parada técnica que hace el
tren en la Mina Concordia antes de llegar a destino, se puede ir al vagón de
cola y apostarse en una de las ventanas de la izquierda: así, gracias a una
curva de los rieles, es posible sacar la cabecera de la formación en el momento
preciso en que ingresa sobre la estructura metálica.
Sábado por la tarde
El tren regresa a la estación de San Antonio un poco más rápidamente que a
la ida. Luego de desembarcar es tiempo de almorzar. Los buses regresan a las 16
hacia el Valle de Lerma y la ciudad de Salta. Hay que comer velozmente para
tener un poco de tiempo y recorrer el mercado de artesanías y el pequeño
centro.
El camino de vuelta es el mismo que el de la ida, pero esta vez se hace una
sola parada, en Santa Rosa de Tastil. Es un típico pueblito andino: apenas unas
casas agrupadas en torno a una capillita de paredes blancas. Justo al lado se
levanta el museo de sitio con algunos objetos y paneles que explican lo que fue
la ciudad originaria de Tastil, una de las más importantes poblaciones en esta
parte de los Andes. Como Machu Picchu, no fue conocida por los conquistadores y
permaneció en el olvido durante siglos hasta su redescubrimiento en 1903.
Sábado por la noche
De regreso en la ciudad, la larga jornada no está terminada: todo lo
contrario, recién está subiendo la fiebre del sábado por la noche salteña. Y el
lugar más indicado para vivirla es la calle Balcarce, más precisamente en el par
de cuadras donde se concentran bares, restaurantes y peñas, en el cruce de las
calles Balcarce y Necochea. Todo se puede resumir allí en estas pocas palabras:
foklore y comidas regionales, como en el local de la peña Nora Julia. Sirve
tamales, locro y varilladas y en su escenario pasan varios conjuntos a lo largo
de la noche. Es algo así como una escena abierta a todo el repertorio y los
ritmos del Noroeste, que alterna cada noche músicos, cantantes y
bailarines.
Domingo por la mañana
Luego de un sábado intenso, el domingo amanece tranquilo y permite terminar
apaciblemente este fin de semana en Salta. La ciudad se despierta en torno a su
plaza al sonido de las campanas de las distintas iglesias y sobre todo las tres
principales: la Catedral, La Viña y Nuestra Señora de Guadalupe. Luego de
recorrerlas, si el tiempo lo permite no hay que dejar de subir al cerro San
Bernardo en teleférico. La vista desde sus terrazas panorámicas es un clásico,
tanto de día como de noche.
Para no perder ni un minuto
- El Hotel Victoria Plaza es una opción de alojamiento tres estrellas en el
corazón de la ciudad, sobre la Plaza 9 de Julio, cerca del MAAM y con linda
vista desde las ventanas de las habitaciones sobre los campanarios salteños
(especialmente de noche). Recibió a los reyes de Bélgica en 1965, en una época
de más esplendor que en la actualidad. www.hotelvictoriaplaza.com.ar
- MAAM: el Museo de Arqueología de Alta Montaña está ubicado sobre un lado
de la plaza, en Bartolomé Mitre 77. Abre de martes a domingo de 11 a 20.
www.maam.gob.ar
- Tren a las Nubes: durante esta temporada funcionará solamente entre San
Antonio de los Cobres y el viaducto de la Polvorilla. El resto del trayecto
puede hacerse por cuenta propia o con los micros de la empresa. El recorrido
total bus-tren-bus cuesta $1500 por persona, saliendo a las 7 de la Estación de
Salta y regresando alrededor de las 20. ventas@trenalasnubes.com.ar
- Más sobre Salta en la web: www.turismo.salta.gov.ar
FRANCIA: Paris: Cincos panorámicas para enamorarse
Cincos panorámicas para enamorarse de París
1- Desde el parque de Belleville
Es uno de los espacios verdes más recientes de la ciudad. Fue inaugurado en
1988 en medio de un barrio popular y sobre antiguas canteras. La colina que
ocupa culmina a más de cien metros de altura y tiene en la cima una terraza
panorámica. Desde allí se puede observar el trazado urbano de la misma manera
que lo hace Juliette Binoche en la película París de Cédric Klapisch. Otra
anécdota cinematográfica: medio siglo antes, cuando el parque todavía no
existía, Albert Lamorisse filmó en el mismo lugar su inolvidable Globo rojo. La
vista no era entonces tan despejada como ahora, pero siempre ha sido un buen
apostadero para ver la ciudad entera desde su margen Noreste.
2- Desde un globo aerostático
En el rincón opuesto de París, el parque André Citroën es un gran espacio
público al borde del Sena que ocupa el predio de una antigua planta automotriz.
Un globo aerostático "cautivo" (está atado a una soga) lleva a 30 pasajeros a
150 metros de altura. Es por lejos el lugar que ofrece la vista más impactante
sobre la Torre Eiffel y un buen sitio para ver y sacar fotos del oeste
parisiense: el barrio de la Defensa, el Arco de Triunfo y por supuesto el lecho
del Sena. Además de su función turística, este globo mide la contaminación del
aire de la ciudad.
3- Desde las terrazas de las grandes tiendas
El restaurante Déli-Cieux (un juego de palabras intraducible entre
delicioso y deli-cielo) ocupa el último piso de las grandes tiendas
Printemps-Haussmann. Su terraza tiene vistas a la perspectiva que forman la
iglesia de La Madeleine en primer plano, los techos de vidrios del Grand Palais
y finalmente la Torre Eiffel. Las Galeries Lafayette también tienen una terraza
panorámica que mira sobre los grandes bulevares, los campanarios de Notre-Dame
y, más lejos, el domo del Panteón; y particularmente sobre los techos de la
refinada Ópera Garnier. París tiene muchas otras terrazas panorámicas, como en
el Centro Pompidou o el Instituto del Mundo Árabe (el mejor lugar para una vista
sobre las islas del Sena y Notre-Dame).
4- Desde las alturas parisinas
La Torre Eiffel, la Torre Montparnasse y los campanarios del Sagrado
Corazón son los puntos panorámicos más altos de París. El más famoso de todos es
el tercer piso de la Torre Eiffel: desde allí arriba se ve a más de 50
kilómetros a la distancia. Si se quiere sacar lindas fotos de la ciudad
solamente, el segundo piso alcanza. Pero para evitar aglomeraciones, cada vez
más son los viajeros que prefieren ver París desde la Torre Montparnasse (los
pisos 56 y 59). La vista desde las terrazas del Sagrado Corazón, encima de la
colina de Montmartre, con la ciudad que se extiende hacia donde lleve la vista,
es otro punto muy concurrido donde es difícil de hacerse un hueco para sacarse
fotos. La alternativa es subir hasta la galería exterior que rodea la cúpula de
la basílica. La vista es más imponente aún, y esta visita no es tan conocida,
por esto se disfruta con mucho menos gente.
5- Desde el Arco del Triunfo
El broche de oro de las vistas panorámicas de París es el de la avenida de
los Champs-Elysées. Y si es de noche y con las iluminaciones de Navidad, mejor.
Hay varias alternativas, para elegir una o probarlas todas: desde la Vuelta al
Mundo de la Plaza de la Concorde, desde el Gran Arco de la Defensa o desde la
plataforma del Arco de Triunfo. Este último permite además ver finalmente la
estrella de la plaza (L'Étoile en francés) con las doce avenidas que convergen
al pie del monumento napoleónico.
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