Entre la realidad y la ficción, vuelve la magia de Harry Potter
En las afueras de Londres, ahora se puede visitar el set de filmación de la exitosa saga, que invita a sentirse como un hechicero más en Hogwarts
LONDRES.- Olvídense de la casa de Privet Drive, en Little Whinging. La nueva dirección de Harry Potter está en Leavensden, al noroeste de Londres. Habrá que admitir que no se cruza ningún viejo Ford Anglia por las calles (ni se los ve volando por ahí) y no hay búhos sobre los postes del vecindario. Pero como en las novelas de J. K. Rowling se trata de un típico suburbio de clase media muggle. Casas grises, autopistas encajadas entre centros comerciales y viejas fábricas, cuadrados de césped inglés y un cielo uniforme y cargado de lluvia. Luego de tomar un tren y un autobús se llega al inmenso hangar de The Making of Harry Potter, la más nueva de las atracciones en Europa. Y allí sí comienza la magia.
¡Bienvenidos, muggles! Estamos en lo que fue en tiempos industriales una fábrica de aviones militares. Luego de haber servido para filmar algunas escenas de GoldenEye, una de James Bond, la Warner se instaló en 2000 y durante diez años filmó las ocho películas basadas en los siete tomos de las aventuras de Harry Potter.
Hace falta un ojo giratorio como el de Alastor Moody para no perderse ni un detalle durante la visita. Todo empieza, como en las novelas, delante del cobertizo bajo la escalera donde los desalmados Dursley habían instalado la cama de Harry. Un poco de espera, una fila y... ¡zas! Se pasan las puertas para entrar en el mundo mágico: ¿del cine? ¿De J. K. Rowling? Mejor dicho, de los dos.
La visita empieza a lo grande. Se entra directamente en la gran sala del comedor de Hogwarts. Gigantesco. Imponente. Espléndido. Enorme. Intimidante. La lista de adjetivos que vienen a la mente es muy larga. Este set apareció en todas las películas, pero todos nos acordamos, sobre todo, de la primera noche de la llegada de Harry, cuando era todavía un niño, y del gran baile de gala, el Yule Ball del episodio del Cáliz de Fuego.
Platos, copas, chimeneas, gárgolas en las paredes: no falta ni un solo detalle. Tampoco el medidor de puntos de las cuatro casas, con sus respectivos colores (recuerden: Gryffindor, Ravenclaw, Slytherin y Hufflepuff). Sobre la tarima de los profesores se ven sus siluetas, con la ropa usada por los actores. También está el púlpito en forma de búho del profesor Dumbledore. Detalles, detalles, detalles. Este mundo mágico cobró vida en las películas y la recobra nuevamente durante la visita: es increíble comprobar que se cuidaron todos los decorados con un nivel de detalle tal que ni siquiera llega a apreciarse en la pantalla.
TRUCOS Y DECORADOS
Warner conservó las ambientaciones de los sets y los objetos para poder usarlos a lo largo de las ocho películas. Así nació la idea de reconvertir los estudios en un museo-parque de atracción. Y por esta razón están los principales decorados que uno imaginó leyendo las novelas y pudo ver luego en el cine.
Resulta difícil no perderse nada a ambos lados de los grandes pasillos. Yendo de un set a otro se pasa por módulos donde se exponen más objetos, se ven más detalles y se explican algunos de los trucos de las filmaciones y los efectos especiales. Por ejemplo, las velas que flotan por encima del gran comedor, algunos trucos sobre la confección de los trajes y las máscaras de los empleados del banco Gringotts. Pero como en las buenas películas, no hay que revelar todo antes del final ni contar todos los secretos.
Luego del comedor, la visita llega a otro lugar icónico: la habitación y la sala común de los varones de Gryffindor. Lugar mágico para las más fervientes admiradoras de Harry y Ron. Están sus camas, su ropa, sus valijas, sus libros de estudio. Se podría pensar que los dos amigos acaban de salir. Tal vez hayan ido a la casa de Hagrid, que está justo al lado. Su curiosa cabaña se levanta a pocos pasos, con sus grandes y rústicos muebles y los numerosos objetos que denotan su obsesión por los animales raros y peligrosos.
Sigue otro momento de pura magia. Los muggles retenemos nuestra respiración para acercarnos con concentración a la oficina de Dumbledore, con sus pilares góticos, los antiguos retratos que cubren las paredes y los muebles medievales con frascos y objetos mágicos.
COMPRAS POR EL CALLEJÓN DIAGON
Leavensden fue más que un estudio de cine. Fue durante una década una ciudad donde se rescataron oficios y se inventaron nuevos (¿o acaso existía ya el oficio de proveedor de frascos de ingredientes para pociones mágicas?). Como un mundo aparte, como si el universo mágico de J. K. Rowling existiera en una dimensión diferente a la del mundo muggle.
Sigue el paseo y siguen las paradas: delante de la oficina de Dolores Umbridge, la cabaña de Hagrid o la cocina de los Weasley (sí, está el famoso reloj que indica en cada momento dónde están los miembros de la familia). Luego de una breve salida al aire libre para ver la reconstitución de Privet Drive y del puente de madera de Hogwarts se llega al set más deslumbrante: el Callejón Diagon.
La espesa columna de visitantes avanza lentamente de una vidriera a otra, como si fuese el día de compras antes de la vuelta a las clases en Hogwarts. Imposible sacarse fotos con un mínimo de decorado atrás: hay tanta gente como en la calle central del Mundo Mágico de Harry Potter de los estudios Universal en Orlando. Tanta gente como aquel día en que Hagrid y Harry fueron a la tienda de Ollivander para comprar una varita mágica.
La visita al Making of Harry Potter está a punto de terminar, pero tiene todavía una última sorpresa: la maqueta del castillo de Hogwarts que sirvió para los planos generales de las películas. Decirle maqueta suena a poco, considerando el tamaño y el nivel de detallismo de la réplica, que gracias a los efectos especiales se transforma en el cine en un castillo hecho y derecho. Las compuertas de esta sala son un pasadizo de regreso al mundo muggle, pero queda una última pizca de magia para los verdaderos fans de Harry Potter: de regreso en Londres no dejan de pasar por el anden 9 ¾ en la estación de King's Cross, el lugar desde donde se embarca a bordo del viejo Hogwarts Express.
DATOS ÚTILES
Cómo llegar
Desde el centro de Londres, la manera más rápida y fácil es por tren. Hay que combinar para llegar hasta la estación de Watford Junction (veinte minutos desde Euston en el centro de Londres). Luego hay un servicio de traslados con autobuses especiales, de la compañía Mullany's Coaches. Los buses tienen una rotación de 20 a 30 minutos, entre las 9.20 y las 17.40.
Entradas
Para poder regular el enorme flujo de visitantes que reciben los estudios, no se venden entradas en el sitio mismo, sino que hay que comprarlas de antemano por Internet. La entrada cuesta 30 libras para mayores de 16 años y 23,50 para chicos de 5 a 16 . Hay packs familiares de 89 libras para dos adultos y dos chicos.
Horarios
Abre todos los días, de 10 a 18. Las reservas se hacen con franjas horarias previas. Se recomienda llegar hasta media hora antes del horario de la entrada comprada.
Compras
La visita termina en una gran tienda de recuerdos. Hay más suvenires, ropa y memorabilia que en los negocios de la atracción Harry Potter de Orlando, aunque muchos se repiten entre uno y otro lugar.
En Internet
www.wbstudiotour.co.uk
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