En los meses de invierno, un destino de festejos, tradiciones y atractivos naturales
1. Visitar los jardines imperiales
Desde la Segunda Guerra Mundial y la derrota japonesa, el emperador ya no es una divinidad encarnada pero sigue siendo un personaje muy querido y respetado, que vive con su familia en el Palacio Imperial del barrio de Chiyoda, en pleno centro de Tokio. Se puede ingresar en esta fortaleza y ver al actual emperador, Akihito, sólo dos veces al año: el 23 de diciembre (su cumpleaños) y el 2 de enero (para recibir sus buenos deseos). El ingreso del 2 de enero es todo un evento para los turistas de paso, que pueden participar de la visita siguiendo el mismo protocolo que los japoneses. Primero se pasan las puertas rigurosamente custodiadas, se recibe una banderita del sol naciente y se llega finalmente delante del palacio, sobre una plaza colmada de gente. La familia real aparece detrás de un vidrio blindado y saluda a la muchedumbre, que agita sus banderines y celebra al grito de banzai (que significa 10.000 años y es un deseo de longevidad). El reino de cada emperador es una era en el calendario japonés. Es probable que el saludo de este año y el del 2 de enero de 2018 sean los últimos de la actual era, ya que se está preparando la abdicación de Akihito a favor de su hijo Naruhito para el 1° de enero de 2019. La era actual empezó con la ascensión de Akihito en 1989 y se llama Heisai (serenidad).
2. Festival de luces en Nagoya
El jardín botánico de Nabana no Sato se transforma cada año, entre octubre y mayo, en uno de los mayores espectáculos de luces de Japón. Queda cerca de Nagoya y se llega fácilmente desde esa ciudad o desde Kioto y Tokio con combinaciones a bordo del tren bala o Shinkansen. Lo recomendable es viajar durante la tarde para ver los jardines de día. En pleno invierno los ciruelos ya están floreciendo y forman un bosque de delicados pétalos que caen de a poco como una suave llovizna. Esta floración precede algunos meses la de los sakura, los famosos cerezos de Japón. Mientras tanto, a medida que llega la noche, las luces se van prendiendo y transforman totalmente el predio. Hay muchas atracciones iluminadas en Japón durante el invierno, pero Nabana no Sato es una de las más populares por su impactante túnel de luces de dos cuadras de largo y su inmensa pantalla de led que recrea escenas animadas (el año pasado fue en torno al famoso animé de Heidi). El parque convoca a mucha gente y es recomendable evitar los días de fiesta y los fines de semana. En invierno hace mucho frío por la noche y hay que prever ropa en consecuencia.
3. El templo del amor
El día de San Valentín es una de las fiestas más celebradas del calendario en Japón. Los negocios, especialmente los de dulces y comidas, se preparan con productos acordes desde muchos días antes. En Kioto el 14 de febrero tiene una resonancia especial y se celebra en el Kiyomizu Dera, donde se encuentra el Templo del Amor, uno de los más emblemáticos entre los cientos de santuarios de la antigua capital imperial japonesa. Se trata de un complejo de edificios religiosos muy antiguos, parte del Patrimonio Mundial de la Unesco desde 1994, y levantados en torno a aguas con propiedades terapéuticas. Uno de los templos, Jishu Jinja, está dedicado a una deidad shinto del amor y es el lugar que cobra una especial importancia el día de San Valentín. Además de los rituales del culto shinto y de los amuletos que se pueden comprar, se camina entre dos piedras de amor. Las separan 18 metros y hay que ir de una a otra con los ojos vendados o cerrados: quienes lo logren sin desviarse tendrán un encuentro amoroso cercano. Al margen de San Valentín, el templo celebra una ceremonia del amor el primer día de cada mes.
4. Un onsen al pie del Fuji Yama
La región del Monte Fuji es un destino de turismo muy popular en todo Japón y más desde la vecina Tokio. Gracias a las excelentes redes de transporte se llega en apenas unas horas desde el centro de la mayor ciudad del mundo a los bosques nevados y pueblitos que no cambiaron desde la época de los samuráis. El de Naka Gora es uno de ellos, ubicado sobre el circuito de trenes, funicular, teleférico y barco que permite recorrer la región y el lago Ashi para admirar la cumbre del Fuji con su cono perfecto y sus nieves eternas. La región tiene una intensa actividad geotérmica y es común que haya erupciones volcánicas. Las fuentes termales abundan y son captadas por los hoteles y los albergues locales, que ofrecen servicios de baños a sus huéspedes. Este tipo de alojamiento se llama onsen (literalmente fuente de aguas cálidas) y proponen por lo general una estadía al modo tradicional: se duerme sobre tatamis y se come sobre una mesa ratona, sentado en el suelo. Las puertas son corredizas y las ventanas de papel de arroz. En Naka Gora el pequeño hotel Kanon es uno de ellos.
5. Lluvia de pétalos de ciruelos en flor
Japón tiene muchas otras experiencias extraordinarias en febrero, como la muestra de esculturas de hielo en la gélida isla de Hokkaid? o las excursiones a los pueblitos sepultados bajo la nieve en el corazón de los llamados Alpes Japoneses, en la isla de Honsh?. Febrero es también el tiempo de los Ume Matsuri, los festivales de la floración de los ciruelos. Ume es el nombre japonés de esa especie de árbol, científicamente llamada Prunus mume. Florecen en pleno invierno y son tan populares en Japón como los cerezos sakura. Muchas familias aprovechan los días soleados de la temporada fría para pasearse por los parques y almorzar bajo sus ramas florecidas. El parque Kairakuen en Mito (al norte de Tokio) se considera como uno de los más lindos del país y es muy concurrido durante el Ume Matsuri, de fines de febrero a fines de marzo. En Tokio, uno de los jardines más apreciados es el de Hanegi, cuya floración explota durante todo febrero gracias a más de 700 árboles.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario