10 imperdibles de Mónaco al ritmo de la Fórmula 1
Viajes programados
Yates de lujo, modelos, famosos, dinero, autos de colección: todo para ver en un país de dos kilómetros cuadrados.
A los pies de los Alpes y frente al mar Mediterráneo, la vieja ciudad fortificada de Mónaco es el segundo país más pequeño del mundo. Y un lugar precioso en la Costa Azul.
El Principado es conocido por el alto nivel económico de sus habitantes y por el estilo de vida de la familia que gobierna el estado, los Grimaldi. Su vida ha sido contada al detalle en las revistas: bodas, nacimientos, divorcios y tragedias. Pero al margen de la familia real, Mónaco organiza una de las carreras más antiguas y peligrosas de la Fórmula 1, el Gran Premio de Mónaco. Y se corre este fin de semana.
El circuito es totalmente urbano y se disputa por las calles de la localidad: esto significa que el trazado es muy estrecho, con gran cantidad de subidas y bajadas, esquinas cerradas y puntos inestables. Es una carrera emocionante que se puede ver desde las cubiertas de los yates amarrados en el puerto.
Durante estos días la velocidad, el lujo, las celebrities, el ruido y el riesgo se darán cita en la ciudad, y si tenés la suerte de vivirlo en directo, podés aprovechar y hacer alguno de estos paseos.
1. El Casino.Lo más conocido del Principado es su casino, pero curiosamente, los monegascos tienen prohibido jugar en él. El actual edificio fue diseñado en 1879 por Charles Garnier -el mismo que diseñó la Ópera de París-, y se encuentra en el corazón de Mónaco, al lado del Hotel de París y frente a unos jardines preciosos. Se realizan visitas guiadas por el lujoso interior para los curiosos que no quieran jugar. Caso contrario, te esperan mesas de blackjack, dados, póquer, la ruleta ... no es necesario vestir traje pero tampoco es para ir con ojotas.
Tené en cuenta que se solicita el pasaporte al ingresar y hay que pagar entrada. Hay salones privados para la gente vip, y siempre hay autos de alta gama estacionados en la puerta. No dejes de subir a la terraza para disfrutar de vistas espectaculares (www.casinomontecarlo.com).
2. La catedral.La catedral de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción o de San Nicolás es el principal edificio religioso donde ocurren los actos más importantes del país.
Se destaca su fachada de estilo neorrománico, y en el interior, se puede admirar un retablo del pintor Louis Bréa que data del año 1500, el altar mayor y el trono episcopal que son de mármol de Carrara blanco, además de un magnífico órgano de cuatro teclados. También alberga las sepulturas de los príncipes Rainiero III y Grace Kelly (www.cathedrale.mc).
3. Los barcos en el puerto. Los muelles del distrito La Condamine se encuentran repletos de barcos y yates de lujo. Un espectáculo, al igual que el mercado municipal en la Plaza de Armas, donde el visitante encontrará puestos de carne, pescado, verduras, flores y delicatessen exquisitas para comprar. También hay una zona peatonal, Princesse Caroline, con muchísimas tiendas.
4.Comer mariscos. La gastronomía de Mónaco tiene influencias francesas e italianas. Los mariscos, pescados, verduras frescas, arroz y aceite de oliva son típicos. Y, aunque no es barato, hay lugares en los que todavía se puede comer a buen precio. Les Perles de Monte-Carlo es muy original, un antiguo criadero de ostras que abrió un restaurante como actividad secundaria. Un lugar pequeño, con marisco fresco para comer entre los espigones.
Sun of bun es una hamburguesería que se encuentra cerca del circuito, para comer bien y barato. Para bolsillos más abultados es el Castelroc, un restaurante ubicado en las galerías comerciales del casco antiguo que ofrece especialidades monegascas como el Stocafi, bacalao deshidratado con salsa de tomate y especias. Una opción más elegante es el Crystal Terrace , en el Hotel Hermitage. Tomar champán desde su terraza es un lujo.
5. Un paseo exótico. Se trata de un jardín botánico que cuenta con numerosas plantas tropicales; sobre todo de zonas áridas del mundo. Es exuberante y las plantas tienen insólitas formas que crecen en un acantilado rocoso. Desde allí se pueden obtener unas bonitas vistas de toda la zona.
6. Visitar el Palacio Real. Para llegar al Palacio de los Príncipes hay que ascender por la Rampe Major, hacia lo que denominan "la Roca", un gran monolito sobre el nivel del mar. Es el tradicional barrio antiguo y uno de los lugares más bonitos para visitar.
Callejones medievales, calles empedradas y peatonales con casas de colores llevan al palacio. Fue construido en 1191 y se convirtió en fortaleza durante la República de Génova. Desde fines del siglo XIII es el hogar de la familia Grimaldi, pero aún así está abierto a las visitas. El cambio de guardia se realiza cada día al mediodía (www.palais.mc).
7. Colección privada de autos antiguos de Rainiero. Apasionado de los autos, el príncipe Rainiero fue armando, durante más de 30 años, una importante colección que se puede ver en las Terrasses de Fontvieille.
Son aproximadamente 100 vehículos en exhibición dentro de un área de 4.000 metros cuadrados. Hay desde un Dion Bouton de 1903 hasta un Lotus F1 de 2013, sin olvidar los autos de carreras del Rally de Monte Carlo y del Gran Premio de Mónaco.
8. Museo Oceanográfico. Construido en el flanco de la Roca legendaria de Mónaco, a 85 metros sobre el nivel del mar, el museo Oceanográfico dispone de 6.500 m2 para aprender a conocer, amar y proteger los océanos.
El museo tiene una notable colección de especies marinas y objetos relacionados con el mar, además de un acuario ubicado en el sótano con un conjunto espectacular de flora y fauna marina (www.oceano.mc).
9. Excursión en barco. Existe el “Bateau Bus” un barco solar que realiza excursiones de Monte Carlo a Monaco- Ville. Incluso ofrecen excursiones nocturnas durante el verano. Cuesta 1,50 euros por persona por viaje (o 5,50 por 24 horas) y el boleto se compra una vez a bordo (www.cam.mc).
10. Vivir la noche.Salir de noche en Mónaco no es barato. Hay locales exclusivos como el Amber Lounge o Billionaires Club, pero también hay varias terrazas y clubes nocturnos como el Rascasse que tiene música en vivo, o el Modjo club, en el puerto de Fontvieille: los precios son prohibitivos para los reservados, pero algo más accesibles para tomar una copa en su terraza. Se recomienda ir bien vestido.
En Este blog encontrara descripciones de variados destinos, buscando aportar informacion, y experiencias diferentes
viernes, 27 de mayo de 2016
MONACO: Uno de los destinos más exclusivos de Europa
Mónaco, uno de los destinos más exclusivos de Europa
Un día a puro glamour en la Costa Azul: el Grand Prix, la Catedral donde se casó Grace Kelly y el Hotel de París.
El Principado de Mónaco, sede de una de las casas reales más importantes de Europa, es el escenario de innumerables anécdotas relacionadas con las familias tradicionales y multimillonarias de todo el mundo. Por este motivo y por su encanto turístico, como una gran roca enclavada sobre la Costa Azul del mar Mediterráneo, este país es el foco de interés para miles de visitantes.
Los argentinos tienen al menos dos vínculos muy fuertes: allí el mayor piloto de Fórmula 1 local, Juan Manuel Fangio, se cansó de ganar el Grand Prix de Montecarlo al tiempo que Guillermo Vilas aún es recordado por su famosa relación en la década del 70 con Carolina de Mónaco, hermana del actual rey.
Uno de los mejores recorridos que se puede hacer por Mónaco es combinar la caminata con el alquiler de un auto o bien un taxi. Se recomienda hacer noche en Niza, a sólo 2 kilómetros del centro de Mónaco porque el costo de un día en el principado puede alcanzar los 500 euros entre alojamiento, comida y traslados. De esta manera y por tratarse de uno de los países más chicos del mundo –apenas 202 hectáreas–, se pueden recorrer los puntos más destacados en un solo día.
Largada
Por la mañana bien temprano el punto de partida es, justamente, el lugar donde está la bandera de largada del Grand Prix de Mónaco: los meses de mayo o junio reúnen a las escuderías de Fórmula 1 para una de las grandes carreras de Europa. Allí, por ejemplo, una platea para los cuatro días de competencia cuesta 2.500 euros. A pocos metros, en la curva de la Rascasse, se encuentra el monumento a Juan Manuel Fangio, dos veces ganador (en 1950 y 1957), y el Puerto Hércules donde se pueden apreciar el apostadero de grandes yates y una inmejorable vista de una pequeña bahía mediterránea.
Luego, hay que tomar rumbo hacia el este, sobre la avenida Saint Martin y en pocos minutos se llega al Museo Oceanográfico y Acuario, considerado uno de los más importantes del mundo. Como centro de investigación, este museo financió la gran mayoría de las expediciones del famoso documentalista francés Jacques Cousteau y muchos de sus descubrimientos se encuentran allí. Es un paseo familiar, con tono científico, ideal para media mañana. Luego habrá que seguir con la marcha.
A pocos metros de allí, sobre la misma avenida se encuentra la Cathédrale Notre-Damme Inmaculée de Mónaco donde Grace Kelly contrajo matrimonio con el príncipe Rainiero y, además, descansan los restos de la actriz, ex princesa de Mónaco y símbolo del país.
Continuando el camino por la costanera se llega al Palacio de los príncipes de Mónaco, que data del siglo XIII, y que preside el casco antiguo y amurallado de la ciudad, en el que los callejones llevan hasta las pintorescas plazas de Saint Nicolas y Bosio, a la Capilla de la Misericordia y al Palacio de Justicia.
Camino de cornisa
Desde allí la sugerencia es tomar un taxi o alquilar un auto para llegar hasta la localidad francesa de La Turbie a poco más de dos kilómetros, pero que resulta imposible hacer caminando porque el único camino que hay es de cornisa. Por la ruta Grande Corniche, que corre paralela a 500 metros sobre la costa, está el mirador en el que Grace Kelly y Cary Grant disfrutaron de un picnic en la película de Alfred Hitchcok, “Para atrapar al ladrón” y desde donde se obtiene una panorámica inigualable.
El trayecto por Grande Corniche pasa, además, por el encantador pueblo medieval de Eze y llega hasta La Turbie, muy cerca de donde tuvo lugar el accidente en el que perdió la vida, camino del Montecarlo Country Club, la princesa Grace Kelly. En esa localidad, ya fuera del ámbito de precios exorbitantes y dentro del territorio francés, se recomienda hacer una parada para almorzar en los típicos bares donde se puede disfrutar de comida mediterránea.
E n La Turbie se encuentra “El trofeo de Augusto”, uno de los monumentos más antiguos y menos conocido del Imperio romano. Esta construcción, la única que se puede apreciar sobre este sector de la costa mediterránea, celebra la victoria del emperador Augusto sobre los pueblos alpinos, a los que logró someter entre los años 25 y 14 aC. y le fue dedicado por el Senado y pueblo de Roma entre los años 7 y 6 aC.
De regreso, rumbo hacia el oeste, el camino vuelve a Mónaco y lo ideal es pasar lo que queda del día en la plaza del tradicional Casino de Montecarlo. Allí, en tan sólo 300 metros cuadrados está concentrado todo el consumo de lujo de Europa: el Hotel de París, protagonista de filmes de James Bond hasta Iron Man II, el Shopping Center Le Metropole, que se caracteriza por alojar sólo marcas de lujo y el hotel del mismo nombre en el que se hospedan los magnates rusos y asiáticos cuando visitan Mónaco y al que el diseñador Karl Lagerfeld le remodeló y modernizó la fachada.
Cuando cae la noche, se puede cenar en uno de los bares de la costanera, a sólo 600 metros del Casino. En el trayecto, caminando por Boulevard des Moulins, d´Italie y Avenue Princess Grace, hay un desfile de locales con marcas de lujo de indumentaria, decoración y automóviles que permiten fundamentar, otra vez, por qué Mónaco sigue siendo el centro del glamour de Europa.
Un día a puro glamour en la Costa Azul: el Grand Prix, la Catedral donde se casó Grace Kelly y el Hotel de París.
El Principado de Mónaco, sede de una de las casas reales más importantes de Europa, es el escenario de innumerables anécdotas relacionadas con las familias tradicionales y multimillonarias de todo el mundo. Por este motivo y por su encanto turístico, como una gran roca enclavada sobre la Costa Azul del mar Mediterráneo, este país es el foco de interés para miles de visitantes.
Los argentinos tienen al menos dos vínculos muy fuertes: allí el mayor piloto de Fórmula 1 local, Juan Manuel Fangio, se cansó de ganar el Grand Prix de Montecarlo al tiempo que Guillermo Vilas aún es recordado por su famosa relación en la década del 70 con Carolina de Mónaco, hermana del actual rey.
Uno de los mejores recorridos que se puede hacer por Mónaco es combinar la caminata con el alquiler de un auto o bien un taxi. Se recomienda hacer noche en Niza, a sólo 2 kilómetros del centro de Mónaco porque el costo de un día en el principado puede alcanzar los 500 euros entre alojamiento, comida y traslados. De esta manera y por tratarse de uno de los países más chicos del mundo –apenas 202 hectáreas–, se pueden recorrer los puntos más destacados en un solo día.
Largada
Por la mañana bien temprano el punto de partida es, justamente, el lugar donde está la bandera de largada del Grand Prix de Mónaco: los meses de mayo o junio reúnen a las escuderías de Fórmula 1 para una de las grandes carreras de Europa. Allí, por ejemplo, una platea para los cuatro días de competencia cuesta 2.500 euros. A pocos metros, en la curva de la Rascasse, se encuentra el monumento a Juan Manuel Fangio, dos veces ganador (en 1950 y 1957), y el Puerto Hércules donde se pueden apreciar el apostadero de grandes yates y una inmejorable vista de una pequeña bahía mediterránea.
Luego, hay que tomar rumbo hacia el este, sobre la avenida Saint Martin y en pocos minutos se llega al Museo Oceanográfico y Acuario, considerado uno de los más importantes del mundo. Como centro de investigación, este museo financió la gran mayoría de las expediciones del famoso documentalista francés Jacques Cousteau y muchos de sus descubrimientos se encuentran allí. Es un paseo familiar, con tono científico, ideal para media mañana. Luego habrá que seguir con la marcha.
A pocos metros de allí, sobre la misma avenida se encuentra la Cathédrale Notre-Damme Inmaculée de Mónaco donde Grace Kelly contrajo matrimonio con el príncipe Rainiero y, además, descansan los restos de la actriz, ex princesa de Mónaco y símbolo del país.
Continuando el camino por la costanera se llega al Palacio de los príncipes de Mónaco, que data del siglo XIII, y que preside el casco antiguo y amurallado de la ciudad, en el que los callejones llevan hasta las pintorescas plazas de Saint Nicolas y Bosio, a la Capilla de la Misericordia y al Palacio de Justicia.
Camino de cornisa
Desde allí la sugerencia es tomar un taxi o alquilar un auto para llegar hasta la localidad francesa de La Turbie a poco más de dos kilómetros, pero que resulta imposible hacer caminando porque el único camino que hay es de cornisa. Por la ruta Grande Corniche, que corre paralela a 500 metros sobre la costa, está el mirador en el que Grace Kelly y Cary Grant disfrutaron de un picnic en la película de Alfred Hitchcok, “Para atrapar al ladrón” y desde donde se obtiene una panorámica inigualable.
El trayecto por Grande Corniche pasa, además, por el encantador pueblo medieval de Eze y llega hasta La Turbie, muy cerca de donde tuvo lugar el accidente en el que perdió la vida, camino del Montecarlo Country Club, la princesa Grace Kelly. En esa localidad, ya fuera del ámbito de precios exorbitantes y dentro del territorio francés, se recomienda hacer una parada para almorzar en los típicos bares donde se puede disfrutar de comida mediterránea.
E n La Turbie se encuentra “El trofeo de Augusto”, uno de los monumentos más antiguos y menos conocido del Imperio romano. Esta construcción, la única que se puede apreciar sobre este sector de la costa mediterránea, celebra la victoria del emperador Augusto sobre los pueblos alpinos, a los que logró someter entre los años 25 y 14 aC. y le fue dedicado por el Senado y pueblo de Roma entre los años 7 y 6 aC.
De regreso, rumbo hacia el oeste, el camino vuelve a Mónaco y lo ideal es pasar lo que queda del día en la plaza del tradicional Casino de Montecarlo. Allí, en tan sólo 300 metros cuadrados está concentrado todo el consumo de lujo de Europa: el Hotel de París, protagonista de filmes de James Bond hasta Iron Man II, el Shopping Center Le Metropole, que se caracteriza por alojar sólo marcas de lujo y el hotel del mismo nombre en el que se hospedan los magnates rusos y asiáticos cuando visitan Mónaco y al que el diseñador Karl Lagerfeld le remodeló y modernizó la fachada.
Cuando cae la noche, se puede cenar en uno de los bares de la costanera, a sólo 600 metros del Casino. En el trayecto, caminando por Boulevard des Moulins, d´Italie y Avenue Princess Grace, hay un desfile de locales con marcas de lujo de indumentaria, decoración y automóviles que permiten fundamentar, otra vez, por qué Mónaco sigue siendo el centro del glamour de Europa.
martes, 10 de mayo de 2016
JAPON: Tokio: Guía para no perderse
Guía para no perderse en Tokio
Barrio por barrio, un tour por lo mejor del área metropolitana más poblada del mundo, en algún punto entre la modernidad y las tradiciones milenarias
Hay un punto en este planeta que habitamos que se distingue por sus contrastes, un lugar donde la esencia oriental convive con buenas y malas expresiones de cuño occidental, y la modernidad puede transitarse con ropas tradicionales de origen milenario. Ese aleph que combina opuestos sin provocar chirridos se llama Tokio, cuya área metropolitana es el núcleo urbano más poblado del mundo, con 36 millones de habitantes.
La ciudad se llamaba Edo hasta que en 1868 se convirtió en la capital nipona durante la restauración Meiji. Desde ese momento lleva su nombre actual. La visitan 14 millones de turistas al año y los tokiotas esperan llegar a 20 millones para 2020, cuando la ciudad sea sede de los Juegos Olímpicos.
Templos muy antiguos, edificios ultra modernos, palacios imperiales, shoppings de marcas internacionales, sumo, karaoke, kabuki, sushi, mercados, cerezos en flor, museos, barrios trendy o tradicionales, kimonos o electrónica? En los 23 barrios que componen esta ciudad hay todo eso. ¡¿Qué ver?!
La respuesta a esa pregunta sólo la tiene cada viajero. Sus gustos y básicamente el tiempo que le dedique a Tokio determinarán el itinerario. Lo único que sería criminal perderse es esa atmósfera única en el mundo, donde el alocado frenesí de una ciudad superpoblada y workalcoholic se complementa con una rigurosa disciplina de discreción y silencio. Ese aire tan único, tan japonés, tan alejado de nuestra latina extroversión. Eso es lo que se respira en cada rincón de Tokio, siempre.
El festival de la naturaleza
Con pequeñas variaciones según la latitud, todo Japón vive un momento especialísimo durante el cherry blossom (floración de los cerezos), en la última semana de marzo y la primera de abril. En Tokio el estado de ánimo colectivo también estalla. Es tal la pasión de los japoneses por ese acontecimiento que en esos días se lanzan a sacarse fotos junto a las flores de sakura, hacen picnics en su entorno, los jóvenes visten ropas tradicionales y las vidrieras tienen diseños alegóricos.
A tal punto es esperada esa fiesta que la contemplación de los japoneses por los cerezos tiene un nombre: hanami. Quien piense visitar el país en esa época debe prever con anticipación sus reservas, ya que suele haber dificultades de disponibilidad por el movimiento turístico.
¿Adónde ir a ver los cerezos en Tokio? Un lugar clásico es el Parque Asukayama, en el barrio de Kita, donde cada año florecen unos 650 cerezos. Ese sitio tiene una historia singular. Los primeros cerezos de Japón florecían sólo en los palacios de los nobles de mayor linaje del país, fuera de la vista del pueblo. Fue Yoshimune Tokugawa, el octavo shogun de su dinastía, quien en ese lugar abrió sus jardines al disfrute público por primera vez. De paso se pueden visitar allí tres museos, entre ellos, el famoso Museo del Papel.
Otro paseo típico es el recorrido del río Meguro, en el barrio Nakameguro. Al cauce encerrado por altos muros lo bordean filas interminables de cerezos (unos 800) cuyas flores pintan un paisaje majestuoso. Son casi cuatro kilómetros de ese cuadro imponente que, además, se ilumina durante la noche.
Parte de los jardines del Palacio Imperial (residencia del emperador) se abren al público. En ese sitio, considerado imperdible para cualquier viajero, se reúnen locales y visitantes para recibir la primavera que tan coloridamente anuncian los cerezos.
Éstos son algunos de los sitios más concurridos. Pero, aunque no se vaya a esos lugares, nadie se pierde la fiesta. Hay cerezos en todo Tokio.
El Palacio Imperial
El Palacio Imperial o Kokyo está en el centro mismo de Tokio. Allí vive la familia imperial, que no se deja ver con frecuencia, salvo dos días: el 2 de enero, cuando el emperador Akihito saluda a la multitud con motivo del año nuevo desde un balcón, detrás de un cristal, y el 23 de diciembre, día de su cumpleaños. En esas ocasiones el pueblo tiene la oportunidad de ver los jardines internos de la residencia.
El Palacio -reconstruido después de la II Guerra Mundial- está exactamente en el emplazamiento original del Castillo de Edo de los shogun Tokugawa, que dominaron Japón desde 1600 hasta 1867. La foto típica de todo turista es la del puente Nijubashi, que conduce al Palacio sorteando el gran foso de agua que lo circunda y en el que abundan los cisnes.
Los jardines del Este permanecen abiertos al público y muy raramente -acaso con los cerezos en flor- se abre la calle interior Inui. Son seis cuadras de árboles majestuosos, que conectan las puertas Sakashitamon y Inuimon.
Muchos tokiotas eligen los jardines circundantes para hacer deportes. El recorrido de cinco kilómetros invita a correr. Algunos corrillos no confirmados dicen que de vez en cuando puede verse corriendo a Su Alteza Imperial el Príncipe Heredero Naruhito.
Templos y santuarios
Santuarios y templos hay por doquier en Japón. Budistas y sintoístas. Para el profano no es fácil diferenciarlos. Los templos budistas suelen terminar en ji pero algunas veces eso no ocurre, como en el caso del Byodin en Uji, cerca de Kioto. Lo más seguro es mirar la imagen venerada. En los templos budistas es un buda y en lo sintoístas ya no hay una figura sino objetos, generalmente alusivos a la naturaleza, que podemos observar en pequeños altares de madera.
De todos modos es muy frecuente que el pueblo japonés adhiera a ambos cultos a la vez, sin sufrir contradicción alguna.
En Tokio el barrio que contiene más sitios religiosos es Asakusa y el más visitado es Senso-ji, un templo budista dedicado al bodhisattva Kannon.
Barrio por barrio
La densidad poblacional de Tokio alcanza los 14 mil habitantes por kilómetro cuadrado, casi dos veces más que Nueva York. Eso genera la existencia no de uno sino de muchos centros y barrios diferentes por sus pobladores y su atmósfera.
SHIBUJA: concentra una cantidad increíble de negocios, restaurantes, confiterías y jóvenes en busca de diversión. Frente a la estación de trenes y colectivos se encuentra el cruce peatonal más concurrido del mundo. En ese punto convergen seis calles. La multitud se agolpa en cada esquina. Las sendas peatonales cruzan transversalmente y en diagonal. De pronto los semáforos impiden el tránsito vehicular en todos los sentidos y los peatones se lanzan en cualquier dirección. Los turistas graban las cabriolas de la maraña humana para no chocarse.
En ese barrio se encuentra además la colina de los love hotels, hoteles alojamiento para parejas, temáticos y tan excéntricos que suelen ser visitados por curiosidad, más allá de los menesteres para los que fueron concebidos.
SHINJUKU: el más importante centro comercial de Tokio y también la sede del gobierno metropolitano, cuyo edificio se conoce como Toch?. Desde el observatorio en el piso 45 se ve el volcán Fuji Jama si el día es diáfano.
Tiene además la estación de trenes más concurrida del mundo: tres millones de personas a diario. En el hall, hay agentes que dirigen el tránsito? peatonal.
AKIJABARA: dominio de la cultura otaku, cuyos seguidores son fanáticos de determinadas estéticas. También, buen lugar para comprar electrónica.
GINZA:sede de los más sofisticados comercios. Es la zona más cara. Suele comparársela con la 5» avenida de Nueva York.
TSUKIJI: su Mercado de Pescado se transformó en un must para cualquier visitante. Son tantos los turistas que van a ver la comercialización, especialmente del atún, que para no interferir en las actividades propias del lugar no se permite visitarlo hasta las 9 de la mañana, a pesar de que la actividad comienza varias horas antes. En su entorno muchos pequeños locales ofrecen el mejor sushi del mundo.
MINATO: allí está la zona más concurrida por sus bares, Roppongi. También, la famosa Torre de Tokio, con un centro comercial en su base y templos y jardines tradicionales alrededor.
SHIMOKITAZAWA: barrio de pequeños comercios con producciones artesanales o de segunda mano, calles estrechas, bares y viandantes desprejuiciados.
DAIKANYAMA: barrio trendy por excelencia. Es también asiento de casas elegantes y residencias de embajadas. Para caminar el barrio por donde se debe siga este recorrido: Hachiman-dori hacia Shibuya, la calle Kyu Yamate-dori hacia Komaba y la calle Komazawa-dori hacia Ebisu.
MARUNOUCHI: entre la Estación de Tokio y el palacio Imperial. Es el distrito financiero de la ciudad. Se lo conoce también como Icho London por sus edificios de corte occidental, que imitan la calle Lombard de Londres. Abundan los restaurantes, tiendas y galerías de arte.
GOLDEN GAI: el barrio más raro, con unos 200 bares tan pequeños que no admiten más que cinco clientes. A veces, en planta alta, con escaleras tan estrechas que hay que subir de costado. Se puede tomar algo y comer sencillo. Lo principal es la conversación, entre los parroquianos y con los bar tender, que suelen ser personajes curiosísimos. Por eso algunos no aceptan a quien no habla japonés. También piden no sacar fotos. Pero las tentaciones se vencen cediendo a ellas, decía Oscar Wilde.
Barrio por barrio, un tour por lo mejor del área metropolitana más poblada del mundo, en algún punto entre la modernidad y las tradiciones milenarias
Hay un punto en este planeta que habitamos que se distingue por sus contrastes, un lugar donde la esencia oriental convive con buenas y malas expresiones de cuño occidental, y la modernidad puede transitarse con ropas tradicionales de origen milenario. Ese aleph que combina opuestos sin provocar chirridos se llama Tokio, cuya área metropolitana es el núcleo urbano más poblado del mundo, con 36 millones de habitantes.
La ciudad se llamaba Edo hasta que en 1868 se convirtió en la capital nipona durante la restauración Meiji. Desde ese momento lleva su nombre actual. La visitan 14 millones de turistas al año y los tokiotas esperan llegar a 20 millones para 2020, cuando la ciudad sea sede de los Juegos Olímpicos.
Templos muy antiguos, edificios ultra modernos, palacios imperiales, shoppings de marcas internacionales, sumo, karaoke, kabuki, sushi, mercados, cerezos en flor, museos, barrios trendy o tradicionales, kimonos o electrónica? En los 23 barrios que componen esta ciudad hay todo eso. ¡¿Qué ver?!
La respuesta a esa pregunta sólo la tiene cada viajero. Sus gustos y básicamente el tiempo que le dedique a Tokio determinarán el itinerario. Lo único que sería criminal perderse es esa atmósfera única en el mundo, donde el alocado frenesí de una ciudad superpoblada y workalcoholic se complementa con una rigurosa disciplina de discreción y silencio. Ese aire tan único, tan japonés, tan alejado de nuestra latina extroversión. Eso es lo que se respira en cada rincón de Tokio, siempre.
El festival de la naturaleza
Con pequeñas variaciones según la latitud, todo Japón vive un momento especialísimo durante el cherry blossom (floración de los cerezos), en la última semana de marzo y la primera de abril. En Tokio el estado de ánimo colectivo también estalla. Es tal la pasión de los japoneses por ese acontecimiento que en esos días se lanzan a sacarse fotos junto a las flores de sakura, hacen picnics en su entorno, los jóvenes visten ropas tradicionales y las vidrieras tienen diseños alegóricos.
A tal punto es esperada esa fiesta que la contemplación de los japoneses por los cerezos tiene un nombre: hanami. Quien piense visitar el país en esa época debe prever con anticipación sus reservas, ya que suele haber dificultades de disponibilidad por el movimiento turístico.
¿Adónde ir a ver los cerezos en Tokio? Un lugar clásico es el Parque Asukayama, en el barrio de Kita, donde cada año florecen unos 650 cerezos. Ese sitio tiene una historia singular. Los primeros cerezos de Japón florecían sólo en los palacios de los nobles de mayor linaje del país, fuera de la vista del pueblo. Fue Yoshimune Tokugawa, el octavo shogun de su dinastía, quien en ese lugar abrió sus jardines al disfrute público por primera vez. De paso se pueden visitar allí tres museos, entre ellos, el famoso Museo del Papel.
Otro paseo típico es el recorrido del río Meguro, en el barrio Nakameguro. Al cauce encerrado por altos muros lo bordean filas interminables de cerezos (unos 800) cuyas flores pintan un paisaje majestuoso. Son casi cuatro kilómetros de ese cuadro imponente que, además, se ilumina durante la noche.
Parte de los jardines del Palacio Imperial (residencia del emperador) se abren al público. En ese sitio, considerado imperdible para cualquier viajero, se reúnen locales y visitantes para recibir la primavera que tan coloridamente anuncian los cerezos.
Éstos son algunos de los sitios más concurridos. Pero, aunque no se vaya a esos lugares, nadie se pierde la fiesta. Hay cerezos en todo Tokio.
El Palacio Imperial
El Palacio Imperial o Kokyo está en el centro mismo de Tokio. Allí vive la familia imperial, que no se deja ver con frecuencia, salvo dos días: el 2 de enero, cuando el emperador Akihito saluda a la multitud con motivo del año nuevo desde un balcón, detrás de un cristal, y el 23 de diciembre, día de su cumpleaños. En esas ocasiones el pueblo tiene la oportunidad de ver los jardines internos de la residencia.
El Palacio -reconstruido después de la II Guerra Mundial- está exactamente en el emplazamiento original del Castillo de Edo de los shogun Tokugawa, que dominaron Japón desde 1600 hasta 1867. La foto típica de todo turista es la del puente Nijubashi, que conduce al Palacio sorteando el gran foso de agua que lo circunda y en el que abundan los cisnes.
Los jardines del Este permanecen abiertos al público y muy raramente -acaso con los cerezos en flor- se abre la calle interior Inui. Son seis cuadras de árboles majestuosos, que conectan las puertas Sakashitamon y Inuimon.
Muchos tokiotas eligen los jardines circundantes para hacer deportes. El recorrido de cinco kilómetros invita a correr. Algunos corrillos no confirmados dicen que de vez en cuando puede verse corriendo a Su Alteza Imperial el Príncipe Heredero Naruhito.
Templos y santuarios
Santuarios y templos hay por doquier en Japón. Budistas y sintoístas. Para el profano no es fácil diferenciarlos. Los templos budistas suelen terminar en ji pero algunas veces eso no ocurre, como en el caso del Byodin en Uji, cerca de Kioto. Lo más seguro es mirar la imagen venerada. En los templos budistas es un buda y en lo sintoístas ya no hay una figura sino objetos, generalmente alusivos a la naturaleza, que podemos observar en pequeños altares de madera.
De todos modos es muy frecuente que el pueblo japonés adhiera a ambos cultos a la vez, sin sufrir contradicción alguna.
En Tokio el barrio que contiene más sitios religiosos es Asakusa y el más visitado es Senso-ji, un templo budista dedicado al bodhisattva Kannon.
Barrio por barrio
La densidad poblacional de Tokio alcanza los 14 mil habitantes por kilómetro cuadrado, casi dos veces más que Nueva York. Eso genera la existencia no de uno sino de muchos centros y barrios diferentes por sus pobladores y su atmósfera.
SHIBUJA: concentra una cantidad increíble de negocios, restaurantes, confiterías y jóvenes en busca de diversión. Frente a la estación de trenes y colectivos se encuentra el cruce peatonal más concurrido del mundo. En ese punto convergen seis calles. La multitud se agolpa en cada esquina. Las sendas peatonales cruzan transversalmente y en diagonal. De pronto los semáforos impiden el tránsito vehicular en todos los sentidos y los peatones se lanzan en cualquier dirección. Los turistas graban las cabriolas de la maraña humana para no chocarse.
En ese barrio se encuentra además la colina de los love hotels, hoteles alojamiento para parejas, temáticos y tan excéntricos que suelen ser visitados por curiosidad, más allá de los menesteres para los que fueron concebidos.
SHINJUKU: el más importante centro comercial de Tokio y también la sede del gobierno metropolitano, cuyo edificio se conoce como Toch?. Desde el observatorio en el piso 45 se ve el volcán Fuji Jama si el día es diáfano.
Tiene además la estación de trenes más concurrida del mundo: tres millones de personas a diario. En el hall, hay agentes que dirigen el tránsito? peatonal.
AKIJABARA: dominio de la cultura otaku, cuyos seguidores son fanáticos de determinadas estéticas. También, buen lugar para comprar electrónica.
GINZA:sede de los más sofisticados comercios. Es la zona más cara. Suele comparársela con la 5» avenida de Nueva York.
TSUKIJI: su Mercado de Pescado se transformó en un must para cualquier visitante. Son tantos los turistas que van a ver la comercialización, especialmente del atún, que para no interferir en las actividades propias del lugar no se permite visitarlo hasta las 9 de la mañana, a pesar de que la actividad comienza varias horas antes. En su entorno muchos pequeños locales ofrecen el mejor sushi del mundo.
MINATO: allí está la zona más concurrida por sus bares, Roppongi. También, la famosa Torre de Tokio, con un centro comercial en su base y templos y jardines tradicionales alrededor.
SHIMOKITAZAWA: barrio de pequeños comercios con producciones artesanales o de segunda mano, calles estrechas, bares y viandantes desprejuiciados.
DAIKANYAMA: barrio trendy por excelencia. Es también asiento de casas elegantes y residencias de embajadas. Para caminar el barrio por donde se debe siga este recorrido: Hachiman-dori hacia Shibuya, la calle Kyu Yamate-dori hacia Komaba y la calle Komazawa-dori hacia Ebisu.
MARUNOUCHI: entre la Estación de Tokio y el palacio Imperial. Es el distrito financiero de la ciudad. Se lo conoce también como Icho London por sus edificios de corte occidental, que imitan la calle Lombard de Londres. Abundan los restaurantes, tiendas y galerías de arte.
GOLDEN GAI: el barrio más raro, con unos 200 bares tan pequeños que no admiten más que cinco clientes. A veces, en planta alta, con escaleras tan estrechas que hay que subir de costado. Se puede tomar algo y comer sencillo. Lo principal es la conversación, entre los parroquianos y con los bar tender, que suelen ser personajes curiosísimos. Por eso algunos no aceptan a quien no habla japonés. También piden no sacar fotos. Pero las tentaciones se vencen cediendo a ellas, decía Oscar Wilde.
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