El subte moscovita
De una época gobernada con mano de hierro, eclipsa a otras líneas del mundo
Por Iván de Pineda
Las escaleras mecánicas parecen kilométricas, descienden hacia las profundidades. Cientos de personas a mi alrededor tienen el mismo semblante paciente. Están acostumbrados a hacer este camino todos los días. Cada uno de los carteles publicitarios en las paredes muestra un alfabeto muy diferente del nuestro.
Estoy en el Metpo, el subterráneo moscovita. Si bien los primeros planes sitúan al proyecto en la época zarista, este fue uno de los más grandes tal vez encarados por el gobierno estalinista.
En una época gobernada con mano de hierro, donde los gulag se llenaban de disidentes y librepensadores, decidieron construir una línea de transporte subterráneo que eclipsara a cualquier otra. Que estuviera a la altura de los grandes sistemas de transporte de Occidente. Y que también demostrara la Svet (el brillo) del sistema existente.
Para eso el total del aparato político se puso a disposición para satisfacer las visiones de los miembros más importantes del partido. Una de la misiones era darle lustre a un ajado proceso de reestructuración donde el color que preponderaba era el gris.
No se miraron los costos y durante la construcción, aquellos obreros que participaron fueron llevados al límite por Lazar Kaganovich, el comisario de hierro, quien fue el encargado de comandar la faraónica empresa y terminarla a tiempo. Toda la labor manual y el arte de las estaciones fueron hechos por ciudadanos soviéticos. En cambio, todo lo que tenía que ver con la ingeniería civil y excavación de túneles estuvo a cargo de antiguos empleados del London Underground System. Viejas historias cuentan los dilemas y las sospechas de parte del NKVD (la vieja oficina de seguridad soviética) sobre los profesionales ingleses. Muchos eran puestos bajo guardia y algunos, acusados de espionaje.
Hoy, muchos de los pasajeros y visitantes no se imaginan lo que fue el proceso de construcción que terminó primariamente en 1935. Esta primera línea contaba con más de diez kilómetros de longitud y pasaba por más de diez estaciones que fueron rápidamente extendidas en años y décadas venideras para covertirse en una de las redes más importantes del mundo.
Con un claro estilo art déco e influencias de temas y sujetos socialistas se pretendía impresionar al ciudadano y pasajero diario para que cada uno de ellos pudiera absorber los valores que proclamaba Stalin. Todo esto acompañado por la profusión de carteles y banderas del régimen, paredes cubiertas en mármol, venecitas, grandes lámparas y metales dorados.
Otro de las razones de la importancia que tuvieron estas estaciones fue la de dar refugio a los habitantes de la ciudad durante los ataques aéreos en la Segunda Guerra Mundial.
Lo que es indudable es que el sistema de subterráneos de la ciudad de Moscú es uno de los más lindos y extensos que se pueden encontrar en el mundo. Transporta alrededor de ocho millones de pasajeros diariamente y tiene uno de los recorridos más largos, con un total de casi 328 km y 196 estaciones, y con una de las estaciones situada a casi 100 m de profundidad.
De más está decir que visitar la ciudad por esta vía es una manera muy interesante de conocer parte de la historia reciente. Y fácil, prestándole suma atención a los nombres de las estaciones con sus correspondientes traducciones para no terminar en el lado opuesto al que queremos ir.
Ah, me olvidaba, antes de subir cómprese unos ricos leningradsky, pequeñas obleas con chocolate de las que me hice bastante fanático durante mi visita.
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