viernes, 23 de mayo de 2014

ARGENTINA: IGUAZU: Excursiones

Excursión a las Cataratas del Lado Argentino
Desayuno y salida del Hotel (si se está alojado en Foz Iguazu, se realizará el cruce de frontera hacia Argentina) y continuación hacia el Parque Nacional Iguazú. Arribo al Centro de Interpretación y continuación en Tren ecológico hacia la primer estación llamada Cataratas, para que desde ahí se realice una caminata por las pasarelas inferiores (por debajo de las caídas) y superior (por arriba de las mismas). Seguiremos en el Tren hacia la siguiente estación denominada Garganta, donde descenderemos para caminar por una pasarela hasta el balcón principal de la Garganta del Diablo (Salto más importante). Retorno al centro de interpretación y traslado al hotel.

Excursión a las Cataratas del Lado Brasilero
Desayuno y salida del Hotel (si se está alojado en Puerto Iguazu, se realizará el cruce de frontera hacia Brasil) y continuación hacia el Parque Nacional Foz Iguazú. Arribo al Centro de Interpretación y continuación en bus especial del parque hacia las pasarelas. En este caso se observarán los distintos saltos pero en forma panorámica ya que Brasil posee muy pocos saltos de su lado. Retorno al centro de interpretación y traslado al hotel.

Excursión La Gran Aventura
Esta excursión es un adicional a la excursión a las cataratas del Lado Argentino. Estando en las pasarelas inferiores embarcaremos en un bote semirrígido que nos aproximará al Salto San Martín, haciendo un acercamiento para captar fotografías y luego hacer un pequeño bautismo acercándose tanto al salto que nos mojaremos con las aguas. Bordearemos la Isla San Martín hasta el salto Tres Mosqueteros en donde repetiremos lo hecho en el otro salto. Luego navegaremos río abajo unos 4 Km. para desembarcar y abordar en unos vehículos con tracción 4x4 para transitar por la selva hasta arribar nuevamente al sector de cataratas.

  

martes, 13 de mayo de 2014

COLOMBIA: SANTA MARTA: Las montañas y el mar azul

Las montañas y el mar azul

Playas entre sierras, manglares, corales, arrecifes y una vegetación exuberante son los principales atractivos del parque Tayrona, cerca de la histórica Santa Marta.

Un minibús aireado y musical nos recoge temprano en el hostel del pequeño pueblo de Taganga, sale dando vueltas y más vueltas para levantar un par de pasajeros aquí, otros más allá, pasa por la cercana Santa Marta y encara la ruta 90, más conocida como Troncal del Caribe, hacia el este.

Son casi dos horas hasta la entrada a El Zaino, uno de los tres ingresos del Parque Nacional Natural Tayrona, en Colombia. Llegamos al que, sin dudas, es uno de los paisajes más bellos del país: playas, manglares, corales, arrecifes, palmeras y una frondosa vegetación nos esperan allí, justo donde las orillas de la Sierra Nevada de Santa Marta, la montaña costera más alta del mundo, se hunden en el mar.

Donde nos deja el bus comienza la caminata –sólo se puede seguir a pie o a caballo– de casi una hora atravesando el bosque tropical lluvioso, manglares y solitarias playas hasta el sector Cañaveral, donde hay restaurante, cabañas y esas hamacas tan simpáticas en las que vamos a pasar la noche.

Es casi mediodía y el calor tropical nos envuelve como una sábana mojada y caliente, por lo que es un placer terminar nuestra segunda caminata del día –unos 20 minutos– en esta playa pequeña y tan encantadora, luego de recorrer un sendero entre palmeras y puestos que venden arepas, chicharrones, guarapos. La playa se llama La piscina, y es fácil adivinar por qué: los arrecifes de coral detienen las olas bravas unos cuantos metros mar adentro, y hacen que en esta pequeña bahía de arena rodeada de piedras y palmeras las aguas sean calmas, seductoras. Imposible resistirse a un reconfortante chapuzón y al relax en la arena tibia.

La Piscina es sólo una de las tantas playas que salpican el parque, una reserva natural de aguas claras y arena blanca, ideal para refugiarse del agitado mundo exterior o para practicar actividades en medio de la naturaleza: cabalgatas, trekking, snorkel, buceo. Aunque aquí el Caribe no es ese espejo turquesa de las fotos sino un mar bravo, con un oleaje fuerte que hace que en varias playas estén prohibidos los chapuzones, los arrecifes de coral forman una barrera que tranquiliza las aguas en muchas otras. Y por eso la mayoría llega aquí por las playas –especialmente Cabo San Juan, donde hay camping y restaurante; Bahía Concha, con cabañas y sitios para comer; y Neguanje y Cañaveral, también con camping–, pero lo cierto es que este parque es mucho más que eso, especialmente por su geografía, ya que comprende 15.000 hectáreas de costa entre el Caribe y la Sierra Nevada de Santa Marta, que es la montaña más alta de Colombia: el pico Simón Bolívar se eleva hasta los 5.700 metros de altitud, con nieves eternas y todo, a sólo 52 kilómetros del mar. Con semejante desnivel, se pueden encontrar aquí todos los biotopos, desde hielos perennes hasta bosques tropicales.

Ruinas en el bosque tropical
Y en medio de esta generosa naturaleza, el parque Tayrona atesora también vestigios arqueológicos de una antigua ciudad del pueblo que le da nombre al lugar, los tayrona, que sumaban cientos de miles de personas a fines del siglo XVI pero fueron arrasados, ellos también, por los conquistadores. Ruinas tayronas pueden verse tras una caminata de no más de una hora hasta el pueblito Charaima, que supo tener unos tres mil habitantes y ser el principal asentamiento de los aproximadamente diez que hubo en el área que hoy ocupa el parque.

Aunque una de las excursiones más interesantes de la zona –no es estrictamente en el parque, pero sí cerca– es la que va a Ciudad Perdida, un exigente trekking de entre 4 y 6 días por la Sierra Nevada de Santa Marta hasta el “Machu Picchu colombiano”: las ruinas de Teyuna, una ciudad tayrona que se extendía por unas 30 ha en una ladera boscosa, a 1.200 metros de altura. Construida alrededor del año 700, llegó a albergar a más de 2.500 personas, hasta que los tayronas, diezmados por las guerras y las enfermedades, la abandonaron, entregándola a la voracidad del bosque tropical. Se llega por un sendero bastante exigente que sube, baja, atraviesa ríos y selva y soporta altas temperaturas y humedad, pero que sabe recompensar el esfuerzo.

La ciudad más antigua
El parque Tayrona está a 34 km de Santa Marta, la segunda ciudad fundada por españoles en América del Sur –1502–, con largas playas, un puerto importante y un nada despreciable legado cultural en el centro histórico, con foco en la Catedral, los museos y el Malecón de Bastidas, que regala atardeceres imperdibles.

El calor agobia y no se ve mucha gente por las calles. Es que es domingo, nos dice el taxista que nos lleva a la quinta de San Pedro Alejandrino (ver Imperdible) y hoy todos están en El Rodadero. Es la playa más popular de Santa Marta, a diez minutos de la ciudad y en la bahía Gaira: arena blanca, mar azul, modernos hoteles y departamentos y deportes náuticos.

Una buena caminata al atardecer –en lo posible, con un fresquísimo jugo de maracuyá o mango en mano–, permite disfrutar de las amplias playas, el malecón y las primeras luces que se encienden, hora en la que comienzan a rodar los famosos coches del siglo XVIII tirados por caballos de origen árabe, que disfrutan parejas y familias. Detrás de las modernas y despersonalizadas torres se dibujan las siluetas de las sierras bajas, esas “garras” con las que la Sierra Nevada de Santa Marta desciende hasta el mar y regala uno de los paisajes más hermosos de Colombia.

IMPERDIBLE
Una visita a Santa Marta no debería obviar la quinta de San Pedro Alejandrino, la finca en la que, el 17 de diciembre de 1830, murió el libertador Simón Bolívar. Quien haya leído El general en su laberinto, de Gabriel García Márquez, podrá reconstruir parte de ese último viaje de un Bolívar ya muy enfermo hasta la hacienda que entonces pertenecía al noble español Joaquín de Mier. Convertida en museo y declarada Moumento Histórico Nacional, la finca permite hoy visitar distintos sectores, aunque el interés se centra sobre todo en la casa principal, y especialmente en la alcoba en la que murió Bolívar, con la cama cubierta por una bandera y el reloj de pared detenido. También está el sillón de terciopelo rojo desde el que el Libertador dictó su última proclama, siete días antes de su muerte, el carruaje en el que llegó a la quinta, la capilla u oratorio, un museo de arte y un inmenso jardín botánico para pasear entre iguanas y la exuberante vegetación caribeña.

MINIGUIA

Cuánto cuesta
El ingreso al parque para los extranjeros cuesta US$ 19,6.
Traslado desde un hotel de Santa Marta hasta el parque, US$ 18,6 ida y vuelta.

Dónde informarse
www.parquesnacionales.gov.co
www.aviaturecoturismo.com
www.colombia.travel

COLOMBIA: SAN ANDRES: El mar de los siete colores

El mar de los siete colores

En el Caribe colombiano, el archipiélago se destaca por sus playas increíbles, pero también por su particular gastronomía, música y arquitectura. Ecoturismo y compras libres de impuestos.

Las horas transcurren en cámara lenta, deslizándose al ritmo de los seres insospechados –y hasta desopilantes, como los “corales cerebro”, llamados así por su forma– que pueblan el universo submarino del archipiélago de San Andrés. Pero paradójicamente y, también a imagen y semejanza de las profundidades, el tiempo es escurridizo, como los peces que huyen de las caricias humanas y como la arena que se escapa entre los dedos de las manos. Quizá este fenómeno del Caribe colombiano –horas lentas que se esfuman en un abrir y cerrar de ojos– se explique porque los días son, sencillamente, felices. Y pocas cosas deben ser más efímeras que la felicidad.

Estas reflexiones mínimas que empiezan a esbozarse quedan inconclusas en la mente, cuando el guía detiene la embarcación y le pide a su compañero que busque una ¡estrella de mar! Como si se tratara de un elemento tan cotidiano como puede ser un café en una oficina porteña, Mike asiente en creole (el inglés criollo sanandresano) y se zambulle en las aguas cálidas, calmas y transparentes.

Veintiocho años, descendiente de “nativos o raizales” (haber nacido en estas islas, siendo bisnieto de alguien con raíces africanas, es motivo de mucho orgullo) y “ojiverde”, Mike trae la estrella y un erizo blanco de yapa para que los turistas se saquen fotos con esta pequeña muestra de la rica fauna marina local. Y los devuelve a su hábitat.

Luego vendrá el momento de “jugar” con una mantarraya gris de dimensiones intimidantes (dicen que hay que pararse enfrente, mirándola a los ojos) y de retornar a Rose Cay, un cayo que todo el mundo conoce como El Acuario. Precisamente, su nombre se refiere a la impactante cantidad de peces que se observan a simple vista y que multiplican su variedad y colorido cuando uno se calza la máscara de snorkel y se sumerge en ese mundo paralelo, literalmente.

Por el mismo motivo, la lancha en cuestión tiene el suelo transparente: a través del acrílico, van apareciendo las algas, los erizos blancos y negros (los primeros no pinchan) y los corales. En este caso, el tamaño da cuenta de la antigüedad, por lo que nos advierten que estamos navegando sobre un coral de 400 años.

La excursión comienza y termina en El Acuario, un islote que cuenta con un par de kioscos coloridos para comer y tomar algo, y al que nadie debería embarcarse si no ama el mar y el sol.

A diez minutos de lancha desde San Andrés, hasta aquí se llega atravesando un oleaje siempre suave y, por momentos, fosforescente. La postal incluye a su vecino cayo Haynes, al que todo el mundo accede caminando –metro más, metro menos, está a una cuadra de distancia– y con el agua por la cintura. Es una isla de palmeras (palmas, como le dicen aquí) con otro par de bares al aire libre. Vale aclarar que en estas latitudes, la indumentaria incluye siempre “zapatillas para agua”, que permiten caminar sobre las piedras y corales sin lastimarse. Y claro, el equipo de snorkel (si es propio, mejor, para regular las dosis de contemplación submarina de forma personal).

Los recuerdos de aquella tarde (da igual si es martes o miércoles) quedarán meciéndose en el pasado reciente, como el barco encallado que dejamos en el camino. Porque si llegamos a este destino esperando un mar turquesa y planchado, digno de la mejor versión del Caribe, nos encontramos con una superadora sucesión de piscinas naturales de tonalidades contrastantes, cuya paleta de colores comienza en un verde tan claro que se asemeja a un vidrio blanquecino, recorre varios celestes y llega a un azul bien oscuro.

Sin “photoshop”
“Aquí tenemos el mar de los siete colores”, repiten una y otra vez los sanandresanos, quienes los cuentan con facilidad señalando al horizonte marino. Menos poético, el guía explica que esa variación se debe a las diferentes produndidades y a larguísimas barreras coralinas, que impiden el paso de las olas y los tiburones.

El archipiélago de San Andrés está situado en el Caribe sur, frente a las costas de Centroamérica y está conformado por las islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, numerosos cayos y algunos bancos de arena.

Lejano en varios sentidos con respecto al resto de las regiones de Colombia, el archipiélago se encuentra a 700 km de la costa continental y cuenta con las barreras de arrecifes más extensas del país (aquí se encuentra el 78% del área coralina colombiana).

Ya desde la ventanilla del avión, la isla de San Andrés –la más grande y la más turística– se presenta como un hipocampo. Efectivamente, tiene la forma de un caballito de mar, rodeado por un oleaje que jamás necesitará del “photoshop”. Es inevitable: San Andrés entra por los ojos en una primera instancia y se va expandiendo hacia los otros sentidos después.

Una vez que se tienen los pies sobre la tierra, uno se olvida que estas islas son el último confín de Sudamérica. Si bien en el Caribe colombiano abundan el buen café (siempre hay tiempo para tomarse un “tinto”, una tacita de café cargado) y el aguardiente con sabor a anís, en el aspecto cultural predominan la gastronomía, las costumbres, la música (suena mucho el calipso, el mentó y el reggae), la religión (hay ocho iglesias bautistas y otras tantas católicas) y la arquitectura que surgieron como consecuencia de las mezclas de tradiciones inglesas, africanas, españolas, holandesas y afro y anglo-antillanas.

Estas características se reflejan con mayor claridad en la arquitectura de los barrios más tradicionales, como San Luis, donde las casas son de madera y están pintadas de colores, con balcones y tirantes por doquier.

Un ejemplo icónico es la iglesia Bautista más antigua de San Andrés (fue fundada en 1844), que queda en el sector de La Loma, el más alto de la isla. El templo es de madera blanca –traída desde Alabama, Estados Unidos– y tiene techo a dos aguas colorado, con un mirador-campanario que ofrece una panorámica con exceso de mar y palmeras, al que se sube después de atravesar los bancos del coro superior sobre un piso bien inclinado y trepar unas escaleras empinadas también. Sin imágenes, el interior se destaca por haber sido íntegramente construido en madera y contar con vidrios amarillos, verdes, azules y rosados por los que se filtra la luz.

La segunda gran aproximación a la arquitectura que nos hace olvidar que estamos en Colombia es el Museo Casa de la Cultura Isleña (Island House). Nuevamente, ingresamos a una casona completamente de madera, que imita con fidelidad cómo eran las viviendas durante la colonia británica.

Aun para quienes ya conocen San Andrés, el primer día es bueno destinarlo a dar una vuelta a toda la isla para familiarizarse con el lugar. El recorrido es de aproximadamente 32 km y, aunque suene inverosímil, las mejores opciones de transporte son los carritos de golf y las motos. De hecho, las caravanas de familias isleñas motociclistas –sin apuro y sin cascos– son postales frecuentes, tanto en las carreteras de cara al mar como en las calles céntricas.

Entonces, memorizaremos que en “la cabeza del caballito de mar de San Andrés” se sitúan Punta Norte , el híper turístico Johnny Cay y las bellas playas de Bahía Sardinas (Spratt Bight), junto con la zona comercial y hotelera. Hacia el sudeste de la isla están las playas de San Luis, mientras que atravesando la Punta Sur, aparecerán (en sentido norte) el Hoyo Soplador, La Piscinita, West View, Bahía El Cove, la Cueva de Morgan y La Loma. Ya sin la protección de la barrera coralina, todo el costado oeste de San Andrés es ideal para la pesca y deportes náuticos como el windsurf, kitesurf, jet sky y buceo en West View, El Cove y La Piscinita. En esta última hay un trampolín para lanzarse a nadar en aguas profundas, azules y algo frías.

De nombre sugestivo, el Hoyo Soplador no sabe de eufemismos: es una parada turística donde el suelo tiene un agujero que despide un rugido feroz, seguido por fuertes ráfagas de viento y, a veces, chorros de agua.

La isla del tesoro
Los historiadores no coinciden del todo, pero muchos sostienen que la historia del archipiélago de San Andrés comenzó en 1510 con la llegada de navegantes españoles, mientras que en la época precolombina pobladores del Caribe y Centroamérica se aproximaban a pescar a estos territorios. Un siglo más tarde, las noticias de los corsarios, aventureros y contrabandistas holandeses e ingleses daban fe de un grupo de islas e islotes rodeados por lo que ya se conocía como “un mar de siete colores”.

Bajo el mando de John Pym y del conde Warwick, un grupo de puritanos ingleses llegan a las islas en 1629 y encuentran holandeses establecidos en la actual Providencia, iniciando una relación: los ingleses colonizaban y los holandeses se encargaban del comercio por las Antillas. A partir de 1633 traen a los primeros esclavos africanos, y algunos logran huir a la vecina isla de San Andrés, creando un idioma propio (el creole), para que sus opresores no los entendieran.

Durante varias décadas, el archipiélago pasa de manos inglesas e irlandesas a españolas, período en el que hace su aparición el famoso pirata Henry Morgan (dicen que venía de Jamaica), dejando enterrados algunos de sus tesoros.

Con el paso de los siglos, la abolición de la esclavitud, el auge y y decaimiento del comercio de coco y su aceite, el archipiélago adquiere en 1953 el estatus de puerto libre; en 1991 queda constituido como departamento de Ultramar; y en 2000 es declarado Reserva de la Biosfera Seaflower.

Apoyándose en las fantasías que siempre despiertan las leyendas de piratas y corsarios, donde nunca faltan mapas indescifrables que señalan cofres de oro escondidos, la Cueva de Morgan se convierte en una parada turística indiscutida. Se trata de dos museos (del Coco y del Pirata) y la réplica de un galeón algo descuidados, junto a una formación coralina estrecha (la cueva). Se supone que si alguien se atreviera a nadar esas 50 metros de aguas estancadas (sobrevoladas por murciélagos), en la más absoluta oscuridad, llegaría a la bahía que Morgan solía usar como refugio.

Con una población de 75.000 habitantes, el archipiélago ostenta una forma de vida inseparabable de su historia de esclavos africanos, campesinos europeos, piratas ingleses y colonos españoles: la cultura raizal.

Aunque el idioma oficial es el español, éste es uno de los pocos lugares de Colombia donde la población es bilingüe porque las personas nacidas en el archipiélago se comunican entre ellos en creole. Mezcla de inglés, español y dialectos africanos, el creole es la lengua criolla que los sanandresanos hablan continuamente y marca una frontera. Una escena de todos los días: un visitante entra a comprar a una tienda, los vendedores le hablan en español o inglés pero mientras el forastero busca el dinero ellos dialogan en creole, a conciencia de que la otra persona no les entiende.

Un gran duty free
En el extremo norte de San Andrés, en la zona de Bahía Sardinas, el Paseo Peatonal Spratt Way se caracteriza por combinar armoniosamente sus facetas comercial y natural: propone una seguidilla de bares, restaurantes y negocios de un lado de la acera, y ofrece 1,8 km de playas de la otra mano con vista al islote de Johnny Cay.

Entre puestos de cebiches, dulces, artesanías de coco y collares, dos hombres que superan los sesenta años juegan al ajedrez sobre la pared baja que separa la calle de la arena fina y blanca, sin que el bullicio los desconcentre. Casi inmóviles, con sus manos sujetando sus respectivas barbillas, jugarán en esa posición durante unas tres horas. Es el tiempo en el que nos adentramos en el cemento para recorrer algunas de las avenidas principales de la isla, como Colón, de las Américas y 20 de Julio, donde las tiendas ofrecen productos libres de impuestos, como perfumes e indumentaria.

A su vez, el malecón Avenida Francisco Newbal constituye otro paseo peatonal diurno y noctuno que atraviesa la isla de sur a norte, desde la entrada al muelle internacional hasta el Club Náutico.

Playas y excursiones
A propósito de Johnny Cay, este cayo es el primero que se visita para entrar en clima con el espíritu del lugar. Puede resultar demasiado turístico para el gusto de algunos pasajeros que toman la lancha, arriban en quince minutos y son recibidos con algunas opciones de tragos: el Coco Loco (típico de la región, es una poderosa combinación de vodka, brandy, whisky, ginebra y ron, adentro de un coco verde), piña colada (con o sin alcohol) y el Coco Fresa (muy dulce y refrescante).

El islote tiene 1,5 km de perímetro y, según el estado físico y anímico de cada persona, demanda unos veinte minutos dar una vuelta completa. Vale la pena porque se descubren rincones solitarios –se ven iguanas, lagartijas azules y cangrejos– y, entre los arrecifes y la vegetación, aparecen piscinas y pozos naturales con peces de todos los colores.

Al regresar al punto inicial, habrá reggae a toda hora y mojarritas fritas con plátano para almorzar en restaurantes decorados con los colores de la bandera rastafari (amarillo, verde, rojo y negro). Además, hay carpas con sillas o reposeras para alquilar por día, paseos en “banana”, vendedores de collares y trencitas para todos (se necesita efectivo para consumir cualquiera de estas cosas o para usar los baños en el cayo).

Lejos del bullicio que predomina en Jonnhy Cay y que se hace extensivo hasta El Acuario y su vecino Haynes Cay (hay agencias que incluyen todas estas playas como en un solo día de excursión), las playas de San Luis son las mejores para descansar y leer en silencio, algo que también es posible en las más urbanas de Bahía Sardinas y North End.

En esta zona también se puede llegar a Rocky Cay atravesando el mar, desde la playa de Cocoplum.

En cambio, para visitar Cayo Bolívar hay que tomar una excursión que demanda una jornada entera y que no se realiza a diario porque el oleaje del mar abierto suele estar agitado. Si las brisas son favorables, se recorren 25 km al suroeste de San Andrés en yates veloces hasta una formación coralina totalmente deshabitada.

La buena mesa
Arroz de coco y patacones ( plátanos verdes fritos), pescados fritos, arepas, caribañolas, sancochos (con carne de res, pollo y cerdo), friches, fritangas, yucas y ñame se destacan en la gastronomía del Caribe colombiano. San Andrés no es la excepción y su mar influye a la hora de consumir c aracoles, langostas, camarones, cangrejos negros y truchas, entre otras delicias típicas. Para sazonar las recetas isleñas, el coco y sus derivados siempre son protagonistas, mientras que la herencia inglesa dejó plantas aromáticas –como clavo, canela y jengibre–, que le dan un sabor particular.

Entre los platos más representativos figuran el rondón (filet de pescado, caracol, yuca, ñame, colita de cerdo, plátano cocido y domplines o tortillas de harina, bañado y cocido en leche de coco con pimienta), fish ball (albóndigas de pez loro, pargo, mojarra o cangrejo negro, sazonadas con tomate, cebolla, ajo y especias), sopa de cangrejo (lleva papa, ñame, yuca, albahaca y leche de coco), bola de caracol (molido y con cebolla, ajo, orégano y harina), cebiches y empanadas (de cangrejo pollo o carne, suelen degustarse en los kioscos ambulantes).

En las tardes, algunas mujeres venden dulces típicos, como las cocadas y las bolas de coco, así como las populares tortas de ahuyama, maíz y banano. Una de las especialidades típicas de San Andrés es el fruto de pan, que se sirve frito o cocido, como acompañamiento de varias comidas. Cuentan los que saben que hay que consumirlo cuando aún es verde y no ha madurado, para disfrutar mejor su sabor. La historia de este árbol traído de la Polinesia Francesa en tiempos de la esclavitud se explica en el Jardín Botánico, donde se recorren las diferentes etapas de la evolución de las especies de flora (muchas de la cuales fueron ingresadas a la isla por los colonos ingleses).

A los tours gastronómicos y culturales y los días de descanso y deportes náuticos se suman finalmente las alternativas de ecoturismo: en la laguna de agua dulce Big Pond hay babillas (caimanes) y se practica avistamiento de aves; y en la granja de Job Saas se ven cangrejos, tortugas e iguanas, y se puede beber un jugo de tamarindo o caña de azúcar. Pero es en las vecinas islas de Providencia y Santa Catalina –de formación volcánica, a diferencia de la coralina San Andrés– donde el ecoturismo encuentra una mayor variedad de paisajes. El Parque Nacional Natural Old Providence McBean Lagoon contribuye a la conservación de los recursos naturales del archipiélago (de abril a junio, la migración del cangrejo negro es un fenómeno muy convocante). Más vírgenes y silenciosas, estas islas están protegidas por la tercera barrera coralina del mundo en tamaño, después de las de Belice y Australia.

A puro snorkel y sol en la piel, se esfumaron cuatro días en esta tierra sin apuro, donde la felicidad tiene color: turquesa.



MINIGUIA

Moneda
La moneda es el peso colombiano. Un dólar equivale a 1.900 pesos.

Atención
En el aeropuerto de San Andrés, colombianos y extranjeros deben pagar un impuesto de entrada de US$ 25. El comprobante de pago también es solicitado si se viaja a Providencia.

Dónde informarse
www.colombia.travel/es

viernes, 9 de mayo de 2014

USA: MIAMI: Coconut Grove Village West

Coconut Grove Village West

Bohemia en la bahía - Hágase a la mar o siéntese a cenar en esta villa junto a la bahía.

Fundada originalmente a principios de 1800, Coconut Grove sigue siendo una villa encantadora junto a la bahía dentro de la dinámica urbana de Miami. The Grove, como se le llama comúnmente, es el barrio más antiguo habitado de forma ininterrumpida de Miami.

En CocoWalk puede hacer casi cualquier cosa. Es el centro de Coconut Grove y ofrece una combinación de destinos de compras, cines, boutiques, gastronomía casual al aire libre, galerías de arte y mucho más. Es más que un centro comercial promedio; aquí puede disfrutar del sol, del aire fresco y de la brisa del mar mientras pasea y compra hasta el cansancio, mientras escucha música en vivo con una piña colada en la mano; todo eso en un solo lugar.

El acogedor centro de la villa apto para peatones de Coconut Grove está repleto de bares con terraza, galerías y boutiques. La sensación de pequeña aldea bohemia contrarresta con las reconocidas cadenas de restaurantes, pero los pequeños cafés, los bares universitarios y las boutiques independientes locales aún bordean las calles.

Siéntese al aire libre y observe la variedad de compradores, clientes de bares, estudiantes y turistas que pasean por las calles y disfrutan del ambiente tranquilo.

El ambiente relajado de Coconut Grove se extiende hacia los diversos parques frente a la bahía al aire libre de la zona, como Peacock Park, Kennedy Park, Barnacle Historic State Park y mucho más.



El barrio de Village West en Coconut Grove es un enclave histórico actual de los descendientes de estadounidenses de origen africano y bahameños de los primeros pobladores de Coconut Grove. Su presencia representa la primera comunidad de raza negra del Sur de La Florida y comenzó a finales de 1870, cuando los habitantes de raza negra principalmente de las Bahamas llegaron a través de Key West para trabajar en Peacock Inn.

Coconut Grove alberga una experiencia de compra variada, que incluye tiendas hippie antiguas, tiendas familiares y boutiques de moda.



Coconut Grove es la capital de la navegación de Miami, donde los puertos están a pocos pasos de restaurantes y tiendas costeras.

Si está buscando una buena comida en un ambiente cómodo y relajado en un restaurante que tenga una clientela fiel y local, diríjase a Coconut Grove.

***** Restaurantes y Bares

Coconut Grove es un barrio con mucha historia y muchos fanáticos. Los devotos de Grove, como se le suele llamar, no siempre son personas que han vivido allí por años (aunque muchas sí), muchas de ellas ni siquiera viven en Miami, son solo fanáticos del espíritu de Grove. El estilo de vida bohemio e isleño es evidente en la arquitectura inusual, una mezcla de casas históricas con inspiración bahameña, casas adosadas originales y grandes y hermosas mansiones con la combinación única de tiendas familiares antiguas y el clásico centro comercial. Pero el mejor ejemplo del ambiente distintivo de Coconut Grove se encuentra en los restaurantes, donde obtendrá un poco de todo.

Disfrute los platos de los favoritos locales, platos inspirados en la vista del mar y la bahía, restaurantes de hoteles de lujo y antros, todo en unas pocas cuadras. Si está buscando una buena comida en un ambiente cómodo y relajado en un restaurante que tenga una clientela fiel y local, diríjase a Coconut Grove.

Favoritos locales
Coconut Grove está lleno de favoritos locales, pequeños bistrós, bares con terraza con grandes habilidades culinarias y platos de inspiración regional en la mayoría de los menús. Ya sea que tenga ganas de un plato rebosante de pasta, un almuerzo de inspiración o un jugo fresco, puede conseguirlo en The Grove.

Greenstreet Café es un salón al aire libre y restaurante con un ambiente "para mostrarse", pero no deje que la escena de moda lo engañe. Este es un lugar donde encontrará platos abundantes o bocadillos de bar, o un buen trago o un vino: básicamente, todo está en Greenstreet. Si no sabe qué comer en Greenstreet, donde se sirven desayunos, almuerzos y cenas, debe saber que la hora de los aperitivo es famosa y la calle generalmente se llena de clientes que esperan una mesa, beben mimosas o toman un poco de sol y aire fresco en sus sillones exclusivos de terciopelo rojo al aire libre.

Peacock Garden Café es una mirada al estilo de vida de Grove del pasado. Cene en el interior o exterior bajo una decoración pintoresca y hogareña de luces rústicas. El menú de Peacock Garden Café refleja la temática estadounidense de estilo casero. Quizás sea el único menú en Miami con una sección de cazuelas, una mezcla de platos favoritos tradicionales, como la crema de almejas de Nueva Inglaterra, el pastel de pollo y verduras y el cóctel de camarones con platos regionales como un sándwich de pescado condimentado con marinada jamaiquina y cebiche de corvina. Los vegetarianos tomen nota: tiene uno de los mejores sándwiches vegetarianos de la ciudad.

Si desea comer un bocado liviano antes de llegar a la ciudad o un abundante plato de inspiración latinoamericana, visite el colorido comedor deJaguar Ceviche Spoon Bar & LatAm Grill. Los fanáticos del cebiche tradicional o quienes buscan una creativa comida contemporánea estarán encantados con el enfoque único de estos sabores latinos.

Bice Bistro en Cocowalk, un centro comercial al aire libre, es el lugar perfecto para una cena antes o después de una película. Los sabores mediterráneos, las carnes frescas, los quesos, los mariscos y los vinos de este restaurante familiar con 30 años de antigüedad no lo decepcionarán.

Restaurantes frente al mar
Monty’s Raw Bar es una institución en Coconut Grove. Este bar de mariscos junto a la bahía ofrece música en vivo bajo chozas tiki y platos típicos tropicales, como conch fritters (frituras de caracol) y cangrejos moros, y no lo decepcionará. Vaya un viernes por la noche a uno de los happy hours más famosos de la ciudad o navegue en barco y atraque en el puerto deportivo conectado. Disfrute de mariscos frescos mientras observa las aguas abiertas de la bahía.

Si busca los mejores mariscos frescos y suculentas carnes, coma en Chart House. Algunos de sus famosos platos incluyen Snapper Hemingway, Shrimp Fresca y filete de costillas a fuego lento. Vale la pena visitar este restaurante de primera clase para analizar el estilo arquitectónico característico del edificio, sin mencionar su vista absolutamente impresionante.

Restaurantes en hoteles
Hay pocas cosas que huelan tan bien como un horno de piedra a leña con pizzas en su interior. Es por eso que Spartico está ubicado justo en el vestíbulo del Hotel y Spa Mayfar. Esta trattoria ofrece "pizzas gourmet y comida italiana a un precio ocasional en Coconut Grove". Timo’s en Villa Mayfair es la incorporación más reciente del Hotel Mayfair. El menú está repleto de deliciosos y sabrosos manjares, como pasteles de cangrejo, carpaccio, costillas estofadas y más.

Gibraltar en el exclusivo Grove Isle Hotel & Spa tiene un lema que tentaría a cualquier amante de la buena mesa: "De alguna manera, la cocina inspirada en el mar simplemente parece más auténtica aquí". Disfrute junto a la piscina, en los jardines tropicales o en su habitación del menú con abundantes mariscos, que incluyen pargo local, pulpo y vieiras.

Panorama Restaurant & Sky Lounge tiene exactamente el tipo de vista que se espera de un nombre como "salón del cielo": absolutamente impresionante. Espíe a los barcos que entran y salen de Dinner Key Marina mientras degusta la cocina tradicional estadounidense y peruana novoandina en este restaurante ubicado en el octavo piso.

A la vuelta de la esquina de Ritz-Carton se encuentra Bizcaya, la puerta de entrada al Mediterráneo. Aquí encontrará mariscos frescos con productos orgánicos locales y la excelente calidad que se puede esperar del nombre Ritz. Coma en el interior o al aire libre en el ambiente romántico de la parpadeante luz de las velas y el aire puro del mar.

Bares locales
Coconut Grove tiene fama de ser un barrio con buenos bares; hay varios lugares donde rostros conocidos piden "lo de siempre" y los estudiantes universitarios aprovechan las especialidades diarias. Cada bar tiene una voz única y ofrece diferentes actividades que combinan de manera perfecta con la cerveza especial de esa noche: únase a una trivia competitiva en Sandbar los viernes a la noche o disfrute de deportes en pantallas gigantes el resto de la semana; juegue una partida de billar en Barracuda o vaya un miércoles por la famosa Penny Beer Night; participe en una competencia de beer-pong o flip cup en Tavern In The Grove o monte un toro mecánico en Mr. Moe's

***** navegacion

Popa, proa, sotavento, barlovento, timón, foque: oh, los sonidos de la navegación. Si estas palabras le resultan conocidas, bienvenido a Coconut Grove, marinero, donde puede alquilar un barco para salir a disfrutar del día o traer su propia embarcación a nuestras cálidas aguas. Si estas son palabras desconocidas, siga leyendo para aprender más sobre la navegación en Coconut Grove: el mejor lugar para comenzar.

Sienta cómo la brisa sopla en su espalda, el agua salada roza el barco y el sol besa su piel. Un día de navegación para el veterano experimentado, lobo de mar o novato es una forma idílica de disfrutar un día en Coconut Grove. Venga a navegar por un día, únase a una regata o sea voluntario para navegar por una buena causa en las aguas abiertas de Coconut Grove.

Coconut Grove es desde hace mucho tiempo la capital de la navegación de Miami. Su ubicación, justo en Biscayne Bay, lo convierte en el anfitrión perfecto para el club de yates, el club náutico y el puerto deportivo que se encuentran todos a una distancia a pie. ¿Necesita una última razón para ir a Coconut Grove y zarpar hacia su aventura? No hay duda de que la mejor manera de ver todo Miami, desde Miami Beach hasta Key Biscayne y desde el sur hasta las áreas residenciales, incluso hasta Florida Keys, es desde la bahía.

Dónde comenzar
Existen dos tipos diferentes de viajes de navegación: por lo general, se pueden clasificar en viaje de placer y viaje deportivo.

Si le interesa aprender el deporte de la navegación a vela, su día estará más lleno de acción. Le agarrará la mano a las cuerdas, literalmente. Si es un marinero principiante serio, necesita un fin de semana para obtener la certificación Keelboat Basic, un programa que lo prepara para navegar un velero por sus propios medios en cualquier parte del mundo.

Para obtener más información sobre la certificaión Basic Keelboat, haga clic aquí.

Si busca disfrutar de la vista, los sonidos y el horizonte de Miami desde un barco dirigido por un capitán experimentado, esa es una gran opción para un día de vacaciones tranquilo. Cuando sepa qué tipo de día de navegación le gustaría, solo debe comunicarse con el lugar correcto.

Dinner Key Marina
Un buen lugar para comenzar es Dinner Key Marina, en el corazón de Coconut Grove. Este puerto deportivo de 582 puntos de amarre es el mayor centro marítimo de amarres de Florida con espacio para el muellaje transitorio, a largo plazo y comercial. Si navega hasta el Sur de La Florida, su mejor destino es Dinner Key Marina, donde puede atracar y unirse a una comunidad marítima próspera, con tiendas, galerías, un cine y restaurantes, todo a una distancia a pie. Disfrute de su estadía y alquile una tabla de paddleboard para explorar los manglares o conozca los parques cercanos a la bahía, como Peacock y Kennedy Park.

Hay tiendas de alquiler de equipos náuticos y academias situadas en los muelles de Dinner Key especializadas en todo, desde cruceros románticos por un día hasta lecciones, excursiones en catamarán o aventuras a bordo familiares.

Shake-A-Leg
Shake-A-Leg Miami "ayuda a los niños y adultos con desafíos físicos, de desarrollo y económicos, llevándolos del terreno de la imaginación al terreno de la experiencia". En Shake-A-Leg, hay mucho más que las opciones de alquiler habituales y las lecciones de navegación de un club náutico formado por socios. Esta instalación de deportes acuáticos de adaptación está abierta a cualquier persona que desee disfrutar de la bahía, ya sea de manera terapéutica o recreativa.

Algunas de las iniciativas más valiosas de Shake-A-Leg incluyen trabajar con veteranos, niños y adultos con discapacidades, campamentos de verano, programas extracurriculares, tutoría y mucho más.

Los visitantes tienen la oportunidad de experimentar un entorno positivo y hermoso en Shake-A-Leg. Alquile una lancha a motor, canoa o kayak allí, o suba a bordo para dar una vuelta en uno de sus veleros. Si se encuentra en la ciudad durante una luna llena, no querrá perderse el viaje de luna llena.

Lo que debe saber
Si el tiempo no es perfecto, no asuma que la clase se cancelará, incluso si hay algunas nubes grises o un poco de lluvia. Por lo general, el club le notificará si se reprogramarán las clases, pero casi siempre se pueden realizar con simuladores o en tierra.

Por otro lado, un día soleado también requiere un poco de preparación de antemano. Aunque un día brillante siempre es algo deseado para un día de navegación, las quemaduras del sol nunca lo son. Use camisas de mangas largas, pero de colores claros, un sombrero, lentes de sol y protector solar, incluso si el día está nublado: nunca está de más estar preparado.

Asegúrese de usar calzado antideslizante, como zapatos náuticos, zapatillas deportivas o calzado para actividades acuáticas, y recuerde que se mojará.

Aunque los mareos son menos probables en un velero porque no hay movimientos de lado a lado y de arriba a abajo del motor, si tiene antecedentes de mareos o cinetosis, es posible que desee tomar algunas medidas preventivas. Hay muchos medicamentos homeopáticos o de venta libre disponibles en su farmacia local.

Navegación desde Coconut Grove
Si después de esta charla sobre navegación se dio cuenta que busca más relajado y sin preocupaciones, ahórrese el aprendizaje de las cuerdas de navegación para su próximo viaje.

Be Offshore, una compañía de navegación casual, le proporcionará el barco, el capitán, la ruta de 31 kilómetros alrededor de las mejores vistas de Miami y usted solo debe llevar la comida y la bebida. Be Offshore ofrece viajes privados o compartidos. Si elige un viaje privado, tendrá la libertad de personalizarlo. Pero si se une a un viaje grupal, la vista incluirá desde las famosas mansiones de Star Island hasta las viviendas particulares de Fisher Island.

**** Compras
Tómese un café con leche, pues va a necesitar mucha energía para su día de compras en Coconut Grove. Este paraíso bohemio es el barrio más antiguo de Miami. En la actualidad, su atmósfera costera es tranquila y relajada, con calles llenas de restaurantes y bares, galerías y tiendas. Aquí encontrará antiguas tiendas hippie, elegantes boutiques y centros comerciales esenciales.

CocoWalkes el lugar ideal de Coconut Grove para hacer compras. El centro comercial al aire libre alberga las tiendas favoritas, los bares y un cine recientemente renovado, que expende vino y cerveza. Puede caminar tranquilamente por los alrededores de esta villa junto a la bahía, ya que sus calles están ambientadas como una antigua comunidad artística local. Hay tiendas eclécticas y boutiques especializadas, artistas y artesanos locales.

La zona está rodeada de condominios en el centro de la ciudad, grandes casas frente al mar y cabañas bohemias que evocan otros tiempos en los barrios.

CocoWalk
En CocoWalk puede hacer casi cualquier cosa. Es el centro de Coconut Grove y ofrece una combinación de destinos de compras, cines, boutiques, gastronomía casual al aire libre, galerías de arte y mucho más. Es más que un centro comercial promedio; aquí puede disfrutar del sol, del aire fresco y de la brisa del mar mientras pasea y compra hasta el cansancio, mientras escucha música en vivo con una piña colada en la mano; todo eso en un solo lugar.

Visite Victoria's Secret y adquiera un nuevo traje de baño para navegar por la bahía de Grove. En GAP encontrará las prendas habituales, como pantalones, blusas y camisas, accesorios y zapatos, pero haberlos adquirirlos durante las vacaciones tiene el recuerdo especial de que los compró a pocos metros de Biscayne Bay y de un puerto deportivo lleno de veleros. White House | Black Market es la tienda perfecta para comprar un traje para un evento agradable o si necesita una chaqueta en caso de que la temperatura descienda mucho como para usar solo camisa y pantalones cortos.

Si quiere salir a correr y olvidó sus zapatillas deportivas o su equipo de ejercicio, visite Sportive. A la vuelta de la esquina, encontrará Maui Nix para todo lo esencial de surf y mucho más. Para realmente mimetizarse con el espíritu caribeño, adquiera una guayabera, una típica camisa de lino cubana con bolsillos en la parte delantera, en Guayabera World. Si busca otra indumentaria tropical, vaya a Palm Produce, una tienda repleta de bastidores con prendas con estampados florales y vestimenta nocturna ideal para una noche en la cálida ciudad de Miami.

Boutiques de ropa
Tanto hombres las mujeres y niños pueden encontrar algo para llevarse a casa en las boutiques independientes de Coconut Grove. El espíritu hippie de Coconut Grove de la década de los setenta y de destino de compras de lujo durante la década de los ochenta aún existe en las boutiques escondidas en la villa.

Los hombres pueden adquirir una camisa al cuerpo en AvanGarde Boutique, una tienda especializada en camisas de vestir para hombre.

Llene su maleta con zapatos, artículos y accesorios de cuero a precios razonables de Bellissima. En Divine Clothes encontrará prendas de diseñadores a precios accesibles, como ropa de día y de noche, trajes de baño, ropa de playa y mucho más. En Miami abundan los trajes de baño, así que pase por Blue Capri para elegir uno a su gusto.

Las pequeñas princesas entrarán al armario de sus sueños en Brenda's Boutique. Este es un pequeño y encantador local en Coconut Grove lleno de tutús, leotardos y artículos brillantes de todo tipo.

Tiendas especializadas
¿Tiene una cita importante o se quedará un tiempo en la casa de un amigo en la ciudad? Las flores de The Blonde Tulip son la manera perfecta de demostrar sus sentimientos. Envíe un creativo ramo de flores extraordinario de esta encantadora tienda.

En Catch-A-Wave Surf Shop hay mucho más que lo esencial para hacer surf, aunque también tienen esos equipos. Los skaters, surfistas y esquiadores, a pesar de que no encontrarán ninguna ladera por aquí, sabrán apreciar los productos en los bastidores y estantes para sus aficiones.

Celestial Treasures vende productos para ayudarle durante el camino de su viaje espiritual. En este centro de espiritualidad encontrará libros, cristales, inciensos, velas, cartas de tarot, aceites, hierbas y joyas dispuestas artísticamente.

Y esto es solo el comienzo. También hay una tienda de cigarros, un almacén de vitaminas y una farmacia. Además encontrará Design Box, una hermosa tienda de diseño híbrido fundada por un diseñador de interiores, con preciosos artículos y regalos de todo tipo. Allí también está Ever After, una boutique nupcial que cuenta con las marcas más importantes de diseñadores de bodas, y Edward Beiner, una tienda de anteojos a medida. Ahora ya sabe por qué le hará falta ese café con leche

jueves, 8 de mayo de 2014

FRANCIA: NORMANDIA

Desembarco en Normandía
De los paisajes que inspiraron a los impresionistas a las playas del Día D en la Segunda Guerra Mundial, con románticas ciudades y abruptos acantilados,una región imperdible
Por Pierre Dumas

Ds cifras figuran con una marca especial en la agenda de Normandía durante este año: 70 y 140. Dos cifras para recordar aniversarios: el desembarco de los Aliados de 1944 y la primera exposición impresionista en 1874. Dos cifras también para recorrer la región en sentidos diferentes: uno a lo largo del Sena, en busca del arte, y otro a lo largo de las playas de La Mancha en busca de la historia. ¿Y el punto de partida? Podría ser Giverny, a sólo 80 kilómetros de París y en el camino de ambos circuitos.

En 1874 Giverny no tenía la fama que lo enorgullece hoy. Claude Monet tampoco. Su obra Impresión, sol naciente, pintada en el puerto de Le Havre, había sido descartada para ser expuesta en la muy oficial muestra de arte académico de París. Pero el fotógrafo Nadar la eligió junto con algunas otras para exponer en su estudio parisiense, dando nacimiento al impresionismo, término que nació con resonancias despectivas.

Monet se enamoró de Giverny en 1883, cuando buscaba un sitio para pintar la naturaleza y traducir con el pincel los efectos de la luz normanda sobre sus lienzos. Luego de instalarse en este pueblito de apenas unos cientos de habitantes, creó dos jardines que pasaron a ser la inspiración de muchas de sus obras.

El Clos Normand es el jardín de las flores, una combinación de macizos de colores, junto a frutales y rosales. Unos pasos más allá de la casa está el Jardín Japonés, en torno de un estanque donde flotan los archifamosos nenúfares que plasmó en sus obras. Allí se encuentra también el no menos famoso puentecito de madera con su techo de glicina (un motivo que pintó nada menos que 45 veces).

Saliendo de Giverny se llega a Rouen, la capital de la región. El circuito impresionista lleva naturalmente a la catedral que figura en la obra de Monet (la pintó 30 veces). En la Oficina de Turismo invitan a los visitantes a subir al primer piso para observar el ángulo exacto de las obras: porque Monet había instalado su caballete en este lugar, que era en su tiempo una gran tienda.

La ruta impresionista de Normandía sigue luego el valle del Sena hasta el mar, recorriendo los puertos de Fécamp, Etretat, Le Havre y Honfleur. La belleza de esta costa es indiscutible, aunque los artistas la habían elegido en particular porque podían llegar de manera económica gracias al ferrocarril, instalado unos años antes. Esta ruta impresionista normanda es una cita con los sitios que inspiraron algunas de las obras más conocidas de Monet, Manet, Renoir, Boudin, Morisot, Pissarro, Sisley y varios artistas más.

EL MEMORIAL DE CAEN

A orillas de La Mancha se cruza el Sena en dirección al Oeste para llegar hasta las playas del desembarco. Antes de la visita es aconsejable seguir un poco más, hasta Caen, para visitar el Memorial del Desembarco, el mayor museo sobre el tema en toda la región. Además se puede visitar la ciudad, que fue la capital de Guillermo el Conquistador y donde se conservaron el castillo y las dos abadías que fundó en torno del 1050.

El Memorial recrea con una impresionante colección de objetos, documentos y hasta vehículos las grandes etapas del desembarco, y analiza también todo el período de la Segunda Guerra Mundial para entenderlo mejor. Para continuar la visita salen de ahí mismo ocho circuitos que se recorren en auto por las pequeñas rutas de la región, entre el mar y la campiña, siguiendo carteles de distintos colores. El más concurrido es, por supuesto, el que lleva a los lugares que protagonizaron el Día D y pasa por sitios tan emblemáticos como Arromanches, Longues-sur-Mer y Coleville y la Punta del Hoc.

El nombre de código de Arromanches fue Port Winston. Pasaron setenta años desde que el infierno se abatió sobre él. El tiempo borró las heridas y el pueblito costero recobró su encantador aspecto: un puñado de manzanas prolijas protegidas por un acantilado. En el mar siguen estando varios de los grandes bloques de hormigón del puerto artificial y sobre la plaza principal un Jeep y las banderas de los aliados han permanecido como un homenaje permanente.

Se sigue por las pequeñas rutas bucólicas que cruzan prados y manzanares, subiendo y bajando al ritmo del suave relieve normando mientras se ven desfilar los nombres de playas dejados por la Operación Overlord: Utah, Omaha, Gold, Juno o Sword. En cada pueblo hay un memorial, un museo de sitio, placas, ruinas de blockhaus alemanes, mástiles con banderas o cementerios militares. Entre estos últimos, si se visita sólo uno, tiene que estar el de Coleville-sur-Mer: fue aquel donde se encontraron los presidentes Nicolas Sarkozy y Barack Obama durante las celebraciones por los 65 años del desembarco. En camino a la Punta del Hoc, donde se libró una batalla clave para asegurar el éxito del desembarco, se pasa por Longues-sur-Mer, donde queda la única posición alemana que ha sido declarada monumento histórico de Francia. Es un conjunto de búnkeres en los cuales quedaron los restos de cañones.

Entre los parajes de la región está también Sainte Mère l'Eglise, uno de los pueblos más visitados en la zona. Es allí donde un paracaidista quedó atrapado sobre el campanario de la iglesia, una anécdota que retomó la película de Darryl Zanuck El día más largo.

UN PEQUEÑO PUEBLO CON SABOR A QUESO

No hay que inventarlo: el pueblo Camembert existe realmente y fue la cuna del queso que lleva su nombre. Es apenas un puñado de casas (normandas, por supuesto) en medio de los campos donde abundan vacas blancas y marrones (normandas, por supuesto, una vez más). Las dos principales construcciones de Camembert se hacen frente una a la otra sobre una vereda de la pequeña calle central: la Casa del Queso y la Granja Président. Son los dos lugares que hay que visitar para aprender y degustar el queso más conocido del mundo (tal como se explica con toda seriedad en ambos lugares). Desde Lisieux y Caen, la mejor forma para llegar es alquilar un auto y meterse por las pequeñas rutas regionales hasta Vimoutiers.

DATOS ÚTILES

Qué hacer:

En Giverny: la Fondation Claude Monet (casa y jardines) abre a las visitas del 1° de abril al 31 de octubre. Se recomienda ir en primavera, de abril a junio, cuando los jardines tienen la mayor cantidad de flores. El sitio está cerrado los lunes. Abre el resto de la semana, de 10 a 18. www.fondation-monet.com?Hay un Museo de los Impresionismos en Giverny: abierto  de 10 a 18. Circuitos impresionistas en Normandía: hay informaciones en el sitio de la región, www.normandie-tourisme.fr

En Caen: el Memorial está sobre la explanada Eisenhower, en las afueras del centro (está bien indicado para llegar en auto). Algunos sitios: www.normandiememoire.com, www.memorial-caen.fr

Algunos lugares vinculados con el desembarco aliado: Cementerio Americano de Colleville-sur-Mer (abre de 9 a 17, todos los días). Batería Alemana de Longues-sur-Mer (sitio de libre acceso. Se hacen visitas guiadas los fines de semana de abril a octubre y todos los días en julio y agosto), Arromanches (tiene un museo y una sala de cine 360º abiertos de febrero a diciembre)