Diez razones para descubrir Abu Dabi
Playas de arenas blancas, un mar turquesa, edificios de vanguardia, palacios de ensueño, noches en el desierto y shopping de primera línea son sólo algunas excusas para visitar esta ciudad
Cuando comenté cuál era mi próximo destino la mayoría me contestó: "¿Abu qué?". Una amiga me dijo que le sonaba porque en el dibujo animado del gato Garfield, cuando éste no soportaba más a su novia, la despachaba en una caja que tenía una estampilla de esa ciudad. Otros me corrigieron: "Ah, te vas a Dubái". Y es entendible, porque es, de los siete emiratos que conforman los Emiratos Árabes Unidos -junto con Abu Dabi, Ajmán, Fuyaira, Ras al-Jaima, Sarja y Umm al-Qaywayny- el que más se ha hecho sentir en el mundo al posicionarse como meca del turismo de lujo en la costa del golfo Pérsico. Lo cierto es que poco se sabe acerca de Abu Dabi, que no sólo es el más extenso de ellos -ocupa casi el 80% del territorio- sino también la capital y la segunda ciudad más poblada de este pujante país asiático.
Además, generalmente, ese retazo de información no realza, precisamente, sus virtudes. Su ubicación en el golfo Pérsico, comúnmente asociado con conflictos bélicos; el calor extremo -durante el verano, en julio y agosto, el sol calienta a más de 48°-, la rigidez del Islam -además de que las mujeres practicantes deben respetar a rajatabla el código de vestimenta, la venta de alcohol en supermercados y bares está prohibida y sólo se puede beber en hoteles internacionales- y el idioma.
Pero a todo esto contesto que los Emiratos adoptaron un rol pacificador en esta zona caliente desde su consolidación en 1972, y que el invierno emiratí -de noviembre a mayo- es uno de los veranos más apacibles que he vivido: el sol no falla jamás, durante el día la temperatura no supera los 24° y, por las noches, puede bajar hasta los 10°, lo que permite caminar por la costanera de Corniche y sentir el viento del mar en la cara para luego dormir tapado con un edredón. De hecho, en este desierto hay tanta sed de frío que las liquidaciones en los shoppings suceden como en cualquier parte del mundo. Aquí, los trajes de baño se descuelgan de los percheros para darles espacio a los gorros de lana y a las camperas de polar por más que afuera esté para short y ojotas.
En cuanto a la vestimenta, es un mito que las extranjeras debamos usar niqab -salvo en las mezquitas donde se entrega un velo para cubrir el cabello- y que la policía religiosa está al acecho de turistas irreverentes. El código es olvidarse de las musculosas, de los vestidos ultra apretados y de las minis por encima de la rodilla. Fuera de eso, todo está bien. ¡Incluso usar bikini en la playa! También tengo que admitir que escuchar hablar en árabe es casi como pretender sentir el inglés en Miami. La lengua sajona es el nexo entre habitantes y turistas de todas partes del mundo.
Si estos argumentos no fueron suficientes, aquí diez razones más para viajar hacia esta megaciudad del siglo XXI que supo surgir en un archipiélago desértico delineado por las aguas cálidas y turquesas del mar Arábigo.
1. Una ciudad pop-up
Me gusta decir que Abu Dabi, y la historia de los Emiratos en general, tienen un espíritu "pop-up". Surgieron de repente, donde nadie los esperaba. Unos 250 años atrás, sus habitantes eran beduinos dedicados al comercio de perlas. Un buen día del año 1958 descubrieron que estaban parados sobre un colchón de petróleo que los transformó de tribus nómades en empresarios del mundo. Pero ese giro copernicano no revolucionó los valores de su gente gracias al liderazgo del Jeque Zayed bin Sultan Al Nahyan (q.e.p.d.), gobernador de Abu Dabi; más adelante, fundador y presidente de los Emiratos Árabes Unidos, e ídolo nacional. El Sheikh privilegió los caminos, las escuelas y los hospitales. El lujo llegó después y, con el mismo concepto de pop-up, en la costanera brotaron rascacielos de última generación que se erizan en los contornos de apacibles playas de arenas blancas. La arquitectura combina estilos futuristas -como el del complejo Etihad Towers, que aloja al hotel Jumeirah en una de sus cinco altísimas torres y que probablemente reconozcan los cinéfilos que hayan visto Rápido y Furioso 7- con otros que evocan Las mil y una noches. El mejor ejemplo es el Emirates Palace, un opulento hotel dirigido por el grupo alemán Kempinski que suele ser confundido con el palacio presidencial. Mármoles, cúpulas revestidas con pan de oro y más de mil arañas de cristales Swarovski ambientan este lujoso refugio de 850.000m².
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Abu Dabi podría apodarse "la ciudad de las fuentes". Están en todas partes, desde los hoteles hasta los shoppings, y cualquiera de ellas obliga a detenerse unos instantes. Una es más espectacular que la otra, con chorros que bailan coreografías y juegos de luces escenográficos. Su sonido convive con el de los motores de los Aston Martin, Lamborghini o Porsche -por mencionar solo algunas marcas- que son la banda de sonido de esta metrópoli.
2. Las playas
Estas espectaculares playas de arenas blancas y mar turquesa se disfrutan en bikini. Quizás algunos se sorprendan al ver algunas mujeres musulmanas que se zambullen ataviadas con niqab -velo que descubre únicamente los ojos- y abaya (túnica)- en las playas públicas. Otras, prefieren refugiarse en playas exclusivas para mujeres donde no se admiten ni siquiera a los hijos varones mayores de 6 años. Para asegurar su privacidad, están rodeadas por altos muros, las guardavidas son del mismo género y está prohibido tomar fotos. Volviendo a las playas, las hay públicas y privadas -donde se paga un canon por el servicio de reposeras, sombrillas y toallones-. Incluso los hoteles de lujo proponen esa opción a quienes no están hospedados. En el centro, la más popular es Corniche. Entre las privadas, las más atractivas se encuentran en las islas Yas y Saadiyat. En todos los casos, sólo es posible nadar hasta el atardecer.
3. Sus aromas y sabores
Abu Dabi tiene aroma a café especiado. Es que así se toma aquí: con un toque de clavo de olor, otro de cardamomo y sin azúcar, porque el rol dulce está reservado para los dátiles. Considerados frutas edulcorantes por su alto contenido de azúcar, son el remate perfecto. Hay que visitar el mercado de dátiles para probar todas las variedades -aquí se cultivan seis- y los tentadores derivados, como el jarabe (para bañar helados) y los exquisitos Chocodates: dátiles rellenos con almendras y cubiertos con chocolate (blanco, con leche o amargo).
4. Meca cultural
La isla de Saadiyat es el distrito cultural de esta ciudad que se prometió ser un faro para el resto del mundo y una oportunidad para conocer la obra de arquitectos de renombre. No sólo será hogar del Museo Nacional Zayed diseñado por Norman Foster sino también de las flamantes sedes del Guggenheim, a cargo de Frank Gehry, y del Louvre, por Jean Nouvel. La propuesta se completará con un Centro de Artes Escénicas, con el sello de Zaha Hadid, y un Museo Marítimo por el japonés Tadao Ando. Este ambicioso proyecto ya está en marcha pero aún no en funcionamiento. Por el momento, se recomienda visitar el centro cultural Manarat Al Saadiyat, que aloja muestras permanentes sobre la historia de la isla.
5. El shopping
Esta actividad casi entra en la categoría de deporte nacional: cuando el sol arde, es un entretenido pasatiempo. Los pasillos desbordan de mujeres que cargan paquetes y más paquetes de marcas imposibles como Manolo Blahnik, Chanel... Algunas van con un séquito de niñeras -una por hijo- para colaborar con esta rigurosa tarea. Hay más de una docena de malls pero dos obligados: Marina y Yas. El primero, por la cercanía del centro. Yas Mall aloja más de 370 tiendas y es una de las puertas de entrada al parque Ferrari World.
6. La Fórmula 1
Desde que, en 2009, el Gran Premio de Abu Dabi se sumó al Campeonato Mundial de Fórmula 1, el Circuito de Yas Marina es una cita obligada para fanáticos de la velocidad. El plan perfecto es alojarse en el futurista Yas Viceroy Abu Dabi Hotel, construido dentro del circuito mismo por lo que las habitaciones se convierten en palcos. Para vivir en persona la sensación de la velocidad, hay que animarse a Formula Rossa, la montaña rusa más rápida del planeta capaz de alcanzar los 250 km/h en sólo 4,5 segundos. La cita es en Ferrari World.www.ferrariworldabudhabi.com
7. Los hoteles de lujo y la shisha
Es difícil imaginarse una comida sin vino. En los restaurantes, las cartas de bebidas son extensas listas de mocktails -cócteles sin alcohol- e incluyen una selección de tabaco saborizado para fumar con shisha, el caballito de batalla para quienes buscan una velada relajante. Estas son parte del paisaje nocturno de Abu Dabi al recrear un ambiente de aromas frutados y un apacible sonido burbujeante. Pero no todo está perdido para quienes no estén dispuestos a resignar su copita del día. Los turistas armaron su propio circuito: con ingenio -y presupuesto- convirtieron a los lounges de los hoteles internacionales en refugios de sus costumbres.
8. La Gran Mezquita
La imponente Mezquita Sheikh Zayed se despliega en 12 hectáreas. Su fachada blanca resplandece por obra de los mármoles de Carrara y blanco Sivec que recubren su soberbia estructura de hormigón. Este descomunal templo con 82 cúpulas de estilo marroquí abrió sus puertas en 2007 y su capacidad para recibir unos 41.000 fieles la posicionó en el puesto 15 de los más grandes del mundo. Desde aquí, el adham (llamada a la oración) se transmite vía satélite hacia el resto de los templos de la ciudad. La principal sala de oración es una oportunidad para caminar sobre la alfombra más grande del planeta -con una superficie de 5627 m2, es obra unos 1200 artesanos iraníes que ataron 2.268.000 nudos- y para admirar las lujosas arañas de 10 metros de diámetro bañadas en oro y adornadas con cristales diseñadas por Swarovsky. Conviene visitarla de día, para verla brillar bajo el sol, y de noche, para apreciar la iluminación diseñada por el arquitecto Jonathon Speirs que refleja las fases de la luna sobre la fachada. www.szgmc.ae
9. El desierto
Desde Abu Dabi parten excursiones en 4x4 hacia el mar de arena. Temerarios conductores trepan las dunas a toda velocidad y, en lo alto, las camionetas se transforman en clavadistas mexicanos: se zambullen de frente en el polvo dorado. No es un paseo apto para estómagos sensibles pero sí una experiencia obligada en estas latitudes. El relax llega en un campamento en medio de la nada donde se prueba comida típica bajo las estrellas.
Otra manera de aproximarse al desierto es visitar el Hospital de Halcones, para ver de cerca a estas aves y comprender por qué se las respeta tanto en esta cultura. En tiempos tribales, los beduinos las entrenaban para cazar en el desierto. Ellas señalaban la presa. Con el petróleo, los carritos de supermercado reemplazaron la cetrería -hoy prohibida-. Sin embargo, estos ejemplares siguen siendo parte de las familias emiratíes. Viven sueltos en las casas e incluso comen a la par de sus integrantes. De hecho, al hospital llegó un halcón resfriado por dormir en la habitación de su dueño con el aire acondicionado. Los halcones tienen un pasaporte que los habilita para ir a volar -o a cazar- por otros cielos. Si alguien quisiera cambiar perro por halcón deberá tener un presupuesto abultado (cuestan más de cien mil dólares) y dirigirse a un centro de protección, que es donde se venden.
www.falconhospital.com
10. La vida familiar
Existe en Abu Dabi una marcada cultura familiar que hace que los más chiquitos sean recibidos con los brazos abiertos. Desde los juegos protegidos del sol en las playas hasta los parques de agua y las jugueterías -que ponen increíbles juguetes a su disposición-, las opciones de entretenimiento son interminables. Hay que estar preparado para que no paren un segundo y para saber decir que no cada vez que se anclen frente a alguna de las hipnóticas vidrieras que exhiben desde una jirafa de peluche a escala real hasta una Ferrari a batería. El dato: Mushrif Park, un espectacular parque que combina un pequeño zoológico, la recreación de un oasis donde los chicos pueden bañarse, una plaza con chorros de agua para que se empapen, juegos musicales y un tren que lo recorre de punta a punta.
Datos útiles
Cómo moverse: los taxis son una manera cómoda y accesible. Alquilar un auto tiene sus contras: las normas de tránsito son muy exigentes y es fácil ser multado. Una pintoresca alternativa es moverse por agua con el servicio de catamaranes de www.jalboot.ae .
Dónde dormir: lo ideal es alojarse en el centro, cerca de la costa. Una buena opción es alquilar un departamento por Airbnb. Hay opciones en torres con servicios, como es el caso de las Etihad Towers.
Emirates Palace. www.emiratespalaceabudhabi.com. Imponente hotel 7 estrellas construido sobre la costa y a metros del palacio presidencial. Desde US$ 600 la doble.
Dónde comer: Wafi Gourmet. Nation Towers. www.wafigourmet.com. Muy buen buffet de cocina libanesa con terraza con vista al mar.
Bill's Farm. Marina Mall Area, Wave Breaker. entainvestment.net . Carnes asadas en una terraza junto a las marinas del centro.
Agradecimiento a Abu Dabi Tourim &Culture por su colaboración. www.visitabudhabi.ae
En Este blog encontrara descripciones de variados destinos, buscando aportar informacion, y experiencias diferentes
jueves, 30 de marzo de 2017
jueves, 2 de marzo de 2017
ESPAÑA: BARCELONA: Guia gastronómica
Barcelona, guía gastronómica con muchos platos fuertes
Aunque las tapas están de moda, vale la pena probar la comida tradicional catalana, con ingredientes del mar y la montaña muy bien combinados, años de historia, circuitos por tabernas típicas y mercados, y chefs famosos
BARCELONA.- Quien no haya tenido el placer de probar el pá amb tomàquet (pan con tomate, en catalán), con toda su sencillez y sabor de origen, ya tiene un buen motivo para regresar a Barcelona. Este destino siempre en auge, que recibe unos ocho millones de turistas al año, tiene una cultura gastronómica tan rica y diversa en sus influencias, que trasciende las estrellas Michelin de los afamados chefs que hicieron de Cataluña uno de los mejores lugar del mundo para comer. La buena mesa es tan importante en esta región, que un dato lo dice todo: el primer libro de cocina en catalán e impreso en Barcelona, el Llibre de Coch, data de 1520. Escrito por el maestro catalán Robert de Nola, cocinero de la Corte de Nápoles, sus recetas son una referencia de la cocina medieval, antes de la introducción de los ingredientes americanos: el tomate, la papa y el chocolate, que siglos más tarde hicieron tan suyos.
Muchos viajeros se vuelcan a las tan promocionadas tapas españolas, en todas las regiones por igual, porque están de moda. No está mal, pero se pierden los sabores locales y con un poco de esto y de lo otro, se termina pagando de más, porque el tapeo siempre resulta más caro que una comida.
Especialmente en Barcelona, donde más que una mínima ración la tapa es concebida como un plato en sí mismo. Aquí se dice que la única tapa inventada en esas tierras es la bomba, una pelota de papa rellena de carne de cerdo y ternera. Por ese y por tantos otros motivos, mejor comer a lo catalán más que a la moda. En esta región de mar y montaña, todo puede fundirse en un plato. "Por más que suene extraña la combinación, se prepara el pollo con cigalas o con gambas. Los arroces también son típicos, el arroz a la cazuela, también llamado arroz de montaña o de pagés (campesino) es un plato de toda la vida, especialmente para la mesa dominical, que se hace con conejo, alcauciles, verduras de estación o con pescados de todo tipo y mariscos", cuenta Montserrat Planas, de Barcelona Turisme, sobre lo que cocinan los catalanes en el fuego de sus cocinas.
Quien quiera adentrarse a los sabores del mar, una curiosidad: los pescadores de Barcelona tienen su propio tour que incluye un menú marinero. De las aguas del Mediterráneo sacan a diario, sardinas, boquerones, jurel (todo pescado azul). Y por la tarde, abastecen los mercados de merluza, rape, calamares, lenguados y sepias. "Un plato marinero recomendable es el suquet con papas, que hacen los pescadores en los barcos, con cualquier pescado. Se basa en un sofrito con papas, coronado con pescado", sugiere Planas.
Para comer muy bien, no hará falta desembolsar grandes sumas de dinero. Los catalanes son amantes de la buena mesa, exigentes con la calidad y frescura de los alimentos porque su cocina se basa en productos de estación, de lo que se encuentra en el mercado. Amantes del aceite de oliva y el pimentón, es común en los pulmones de edificios, sentir el aroma a pescado bien condimentado, que desprende alguna sartén. No es buen lugar, claro está, para tender la ropa. Dato para los turistas que alquilan departamentos. Como lamentablemente no podemos ser de la partida en lo del vecino, como primera medida hay que zambullirse en sus mercados para descubrir qué se come en esa estación.
Los mercados municipales suelen ser un paseo formidable, en estos casos, como un viaje en el tiempo. De frente a la Rambla, La Boquería es el más famoso. Y más frecuentado por turistas. La buena noticia es que hay 38 mercados más para visitar. Pocas ciudades del mundo tienen una red semejante, por lo tanto, el Ayuntamiento les da un trato especial añadiendo propuestas culturales y lúdicas para convertirlos en puntos de referencia social, en cada barrio.
Tour con buen sabor
Cesc y Alex son dos periodistas catalanes, apasionados por la gastronomía local y juntos conforman Aborígens. La dupla organiza viajes culinarios, servicios de consultoría y afortunadamente ofrecen tours para viajeros por sus rincones favoritos barceloneses (y de toda Cataluña). "Fomentamos el turismo de proximidad, cómplice con el territorio, sensible con los productos estacionales y fiel a nuestra tradición culinaria". De la mano de estos expertos en sabores catalanes, uno de los circuitos comienza en el encantador mercado del Ninot (Carrer de Mallorca 133), uno de los mercados históricos que debe su nombre a un mascarón de proa. Durante el paseo, hablan de un pilar de sus platos. "El cerdo, que lo es todo", y citan el refrán español: del cerdo hasta los andares, porque literalmente se comen hasta las patas.
Los platos se basan principalmente en esta proteína animal, porque en otros tiempos era más barato que comer pollo. La matanza del cerdo significaba comida para el invierno. Y señalan un error común del viajero: pedir jamón ibérico. "No es típico aquí. Y el cerdo catalán está extinto. Las razas porcinas blancas que se crían en Cataluña son Landrace, Large White, Piétrain y el Duroc, que hoy se considera el más cercano a lo que era el cerdo catalán", explica Cesc. El embutido catalán tradicional es las longaniza, hecha con partes de la espalda y del jamón, con sal, pimienta. Las grandes que se curan entre seis u ocho meses hasta unas de 15 días. El gran protagonista es el fuet, de unos 35 mm (fuet significa "látigo" en catalán). Después del cerdo, otra parte importante de la cocina catalana es el bacalao. Está en todos los sitios, aunque no es un producto del Mediterráneo. Es que antiguamente era muy barato. Los vascos lo introdujeron en el norte de la península y al ser un pescado curado en sal era el único que se podía transportar. La receta típica catalana es bacalao a la llauna (lata), que no falta en Semana Santa con su sencillez y gran sabor.
La visita con los Aborígens continúa por uno de los locales Morro Fi (Consell de Cent 171) punto de encuentro para el aperitivo, que está en pleno auge entre los locales. En este lugar simple y pequeño, de barra de mármol, se sirve vermut (vino macerado en hierbas) blanco o negro, de elaboración propia, bien acompañado de anchoas y aceitunas, calamares, pescados en conserva y almendras fritas. Todo aderezado con salsa vermut: pimentón, vinagre y sal.
A tomar nota, San Antoni es el barrio de los aperitivos. Y a continuación, un trago al paso por la antigua bodega Vendrell, que vende vino a granel desde 1934. Cesc y Álex aman esos lugares, que resisten todo. Parece una foto antigua, con sus barricas y decoración. Quienes compran ese vino pagés, que es una mezcla de varietales, elaborados por distintas cooperativas, tiene por costumbre tomar una copa bien fría, con chips y aceitunas, mientras son atendidos. Y eso hacemos. Y es verdaderamente económico. Después, tomamos cerveza artesanal en Biercab (Muntaner, 5) un espacio moderno y cálido a la vez con mucha madera, donde hay 30 grifos para deleitarse y platos pensados en función de la cerveza. Y como en todos los nuevos sitios de tapas, tienen su propia versión de la más icónica de todas, las patatas (papas) bravas, que las hacen cuadradas, confitadas y fritas y sale con una salsa picante. Claro, debe ser brava. Al mediodía, almorzamos comida catalana en Bodega Sepúlveda (Sepúlveda 173 bis), un restaurante que abrió sus puertas hace más de 60 años. Fue inicialmente una bodega que tenía el hogar de los propietarios en la planta alta, algo muy común en la época, pero que al empezar a servir comidas fue ganando todos los espacios de la casa para convertirse en el restaurante mítico, que es hoy, que supo cultivar un espíritu intelectual de izquierda. Su carta es ciento por ciento tradicional. Hay escalibada, ensalada típica de berenjena y pimientos asados. Bacalaos. Los platos que une mar y montaña: pollo con langosta, patas de cerdo con gambas, albóndigas con sepia, calamar relleno con cerdo. Sopas tipo puchero y el clásico Cap i pota, en vinagreta: cabeza y pata de ternera.
La cerveza histórica
Si de lugares históricos se trata no puede faltar una visita a la antigua fábrica Moritz, la primera marca dedicada a la elaboración de cerveza en Cataluña. Fue fundada en 1856 por Louis Moritz, un inmigrante de Alsacia, que apenas instalado en Barcelona, comenzó a elaborar en su casa cerveza de autoconsumo, que no pasó inadvertida por el aroma característico de cocción del lúpulo. Hoy, el negocio continúa en manos de la familia Moritz, que en su quinta generación decidió reciclar la vieja fábrica (Ronda de San Antoni 39). La fábrica que antiguamente había sido construida en el campo, fuera de las antiguas murallas de Barcelona, cuando éstas fueron tiradas abajo, con el tiempo quedó en una situación céntrica. En los años 50 tuvo que dejar de funcionar porque el Ayuntamiento ya no permitía el tránsito de camiones (la actual fábrica funciona en Zaragoza). Así que después de medio siglo, en 2012 volvió a abrir sus puertas convertida en un templo gastronómico de la mano del gran arquitecto francés Jean Nouvel, el mismo que erigió la icónica Torre Agbar de Barcelona. Después de 10 años de recuperación, de cifras millonarias, Nouvel fusionó lo antiguo y lo moderno, a lo largo de tres plantas, dedicadas a la cerveza con cartas elaboradas por el prestigioso chef Jordi Vilà, que en la carta cervecera de planta baja, más popular, democratiza la gastronomía, de influencia alsaciana. La cerveza está elaborada con agua mineral y lúpulos frescos, florales, de Saaz (una región de la república Checa) que le dan ligereza.
Por otro lado, al ser elaborada para el autoconsumo en el lugar y al mantenerse a dos grados de temperatura, se sirve sin pasteurizar, lo que le añade un sabor más especial, con muchos matices. En el subsuelo está el restaurante Louis 1856, que rinde culto a su fundador y reconstruye el recorrido de Moritz desde su tierra hasta Barcelona y un bistró de vinos. Y en la primera planta funciona su última inauguración, el restaurante Alkimia (que tiene una estrella Michelin), de su chef Jordi Vilà.
La competencia histórica de Moritz es Damm. Inauguró en Barcelona en 1876, también por alsacianos que huían de la guerra austro-húngara, August Kuentzmann Damm y su mujer Melanie. Así que en Barcelona ¡la cerveza es alsaciana!
Aunque no tenga fama internacional, Barcelona tiene gran tradición chocolatera. Para muestra, basta un museo, que está situado dentro del Convento San Agustín, el Museu de la Xocolata (calle Comerç, 36). El ticket de entrada es de chocolate de verdad y en su interior se muestran el proceso de elaboración (en la planta baja se puede comprar y beber una taza de chocolate). Tras la llegada de América, el chocolate fue adoptado de inmediato por los artistócratas y popularizado en siglo XVII. EL barón de Maldá (1746-1819) dejó en sus escritos Calaix de Sastre la importancia de este alimento, que se bebía en reuniones.
También, por sus propiedades, fue importante entre la milicia. A los soldados de elite, que consumían más chocolate que el resto, los llamaban "los chocolateros". Algunos lugares especiales para comer o beber un chocolate caliente: Escribà (Ramblas, 87), Valor (calle Tapineria, 10), Granja 1872 (calle Banys Nous, 4), Granja Viader (calle D'En Xuclà, 9-6), La nueva chocolatería de Oriol Balaguer (calle Fusina, 5), Chocolate Amatller (Passeig de Gràcia, 41).
Datos útiles
Mercados. Están divididos en tres rutas. La modernista de finales del siglo XIX y principios del XX (de la Llibertat, de Galvany, de Sarriá, de Sant); la emblemática, que por sus dimensiones, diseño o situación son especialmente significativos (de la Boquería, de la Concepció, Santa Caterina, Encants Barcelona, Fira del Bellcaire, de la Barceloneta y San Antoni) y los nuevos, construidos durante el siglo XX. www.mercatsbcn.com
Comer y beber. Visita a los pescadores de la Barceloneta ofrecen un recorrido guiado y un completo menú marinero. 35 euros por persona. También hay opciones de tapas marineras y bebida, por 15 euros. www.3nusos.com/cofradia
Tour gastronómico por la ciudad con Cesc y Alex de Aborígens. Ofrecen varios tours de unas 4 horas (son grupos reducidos). Cuestan entre 110 y 140 euros (IVA incluido), por persona, e incluyen bebidas y comidas. Hay tours por vermuterías, mercados, nuevas tapas y un circuito para exploradores. http:/aborigensbarcelona.com; e-mail: hola@aborigens.cat
El barri Adrià: www.elbarriadria.com.es Tickets (Avenida Paral- lel 164), desde, 110 euros por persona.Pakta (Lleida 5), desde 125 euros. Bodega 1900 (Tamarit 91), desde 45 euros. Niño Viejo/ Hoja Santa (Avenida Mistral, 54), desde 35 euros./Enigma (Sepúlveda 38), desde 220 euros.
Rías de Galicia y Espai Kru: (Lleida 7). Comida promedio, 100 euros. www.riasdegalicia.com y www.espaikru.com
Morro Fi: Consell de Cent 171. http:/morrofi.cat/
Fábrica Moritz (ronda de San Antoni 39) moritz.com.es
Bodega Sepúlveda (Sepúlveda 173 bis) www.bodegasepulveda.net
Restaurantes recomendados: Gresca restaurante, gresca.net; Disfrutar; http://es.disfrutarbarcelona.com/, Alkimia, www.alkimia.cat. De nivel intermedio: Luis de les Moles www.lluisdelesmoles.com: Fermi Puig; www.restaurantfermipuig.com/es/
Más información. Barcelona Turisme www.barcelonaturisme.comwv3/es/
Aunque las tapas están de moda, vale la pena probar la comida tradicional catalana, con ingredientes del mar y la montaña muy bien combinados, años de historia, circuitos por tabernas típicas y mercados, y chefs famosos
BARCELONA.- Quien no haya tenido el placer de probar el pá amb tomàquet (pan con tomate, en catalán), con toda su sencillez y sabor de origen, ya tiene un buen motivo para regresar a Barcelona. Este destino siempre en auge, que recibe unos ocho millones de turistas al año, tiene una cultura gastronómica tan rica y diversa en sus influencias, que trasciende las estrellas Michelin de los afamados chefs que hicieron de Cataluña uno de los mejores lugar del mundo para comer. La buena mesa es tan importante en esta región, que un dato lo dice todo: el primer libro de cocina en catalán e impreso en Barcelona, el Llibre de Coch, data de 1520. Escrito por el maestro catalán Robert de Nola, cocinero de la Corte de Nápoles, sus recetas son una referencia de la cocina medieval, antes de la introducción de los ingredientes americanos: el tomate, la papa y el chocolate, que siglos más tarde hicieron tan suyos.
Muchos viajeros se vuelcan a las tan promocionadas tapas españolas, en todas las regiones por igual, porque están de moda. No está mal, pero se pierden los sabores locales y con un poco de esto y de lo otro, se termina pagando de más, porque el tapeo siempre resulta más caro que una comida.
Especialmente en Barcelona, donde más que una mínima ración la tapa es concebida como un plato en sí mismo. Aquí se dice que la única tapa inventada en esas tierras es la bomba, una pelota de papa rellena de carne de cerdo y ternera. Por ese y por tantos otros motivos, mejor comer a lo catalán más que a la moda. En esta región de mar y montaña, todo puede fundirse en un plato. "Por más que suene extraña la combinación, se prepara el pollo con cigalas o con gambas. Los arroces también son típicos, el arroz a la cazuela, también llamado arroz de montaña o de pagés (campesino) es un plato de toda la vida, especialmente para la mesa dominical, que se hace con conejo, alcauciles, verduras de estación o con pescados de todo tipo y mariscos", cuenta Montserrat Planas, de Barcelona Turisme, sobre lo que cocinan los catalanes en el fuego de sus cocinas.
Quien quiera adentrarse a los sabores del mar, una curiosidad: los pescadores de Barcelona tienen su propio tour que incluye un menú marinero. De las aguas del Mediterráneo sacan a diario, sardinas, boquerones, jurel (todo pescado azul). Y por la tarde, abastecen los mercados de merluza, rape, calamares, lenguados y sepias. "Un plato marinero recomendable es el suquet con papas, que hacen los pescadores en los barcos, con cualquier pescado. Se basa en un sofrito con papas, coronado con pescado", sugiere Planas.
Para comer muy bien, no hará falta desembolsar grandes sumas de dinero. Los catalanes son amantes de la buena mesa, exigentes con la calidad y frescura de los alimentos porque su cocina se basa en productos de estación, de lo que se encuentra en el mercado. Amantes del aceite de oliva y el pimentón, es común en los pulmones de edificios, sentir el aroma a pescado bien condimentado, que desprende alguna sartén. No es buen lugar, claro está, para tender la ropa. Dato para los turistas que alquilan departamentos. Como lamentablemente no podemos ser de la partida en lo del vecino, como primera medida hay que zambullirse en sus mercados para descubrir qué se come en esa estación.
Los mercados municipales suelen ser un paseo formidable, en estos casos, como un viaje en el tiempo. De frente a la Rambla, La Boquería es el más famoso. Y más frecuentado por turistas. La buena noticia es que hay 38 mercados más para visitar. Pocas ciudades del mundo tienen una red semejante, por lo tanto, el Ayuntamiento les da un trato especial añadiendo propuestas culturales y lúdicas para convertirlos en puntos de referencia social, en cada barrio.
Tour con buen sabor
Cesc y Alex son dos periodistas catalanes, apasionados por la gastronomía local y juntos conforman Aborígens. La dupla organiza viajes culinarios, servicios de consultoría y afortunadamente ofrecen tours para viajeros por sus rincones favoritos barceloneses (y de toda Cataluña). "Fomentamos el turismo de proximidad, cómplice con el territorio, sensible con los productos estacionales y fiel a nuestra tradición culinaria". De la mano de estos expertos en sabores catalanes, uno de los circuitos comienza en el encantador mercado del Ninot (Carrer de Mallorca 133), uno de los mercados históricos que debe su nombre a un mascarón de proa. Durante el paseo, hablan de un pilar de sus platos. "El cerdo, que lo es todo", y citan el refrán español: del cerdo hasta los andares, porque literalmente se comen hasta las patas.
Los platos se basan principalmente en esta proteína animal, porque en otros tiempos era más barato que comer pollo. La matanza del cerdo significaba comida para el invierno. Y señalan un error común del viajero: pedir jamón ibérico. "No es típico aquí. Y el cerdo catalán está extinto. Las razas porcinas blancas que se crían en Cataluña son Landrace, Large White, Piétrain y el Duroc, que hoy se considera el más cercano a lo que era el cerdo catalán", explica Cesc. El embutido catalán tradicional es las longaniza, hecha con partes de la espalda y del jamón, con sal, pimienta. Las grandes que se curan entre seis u ocho meses hasta unas de 15 días. El gran protagonista es el fuet, de unos 35 mm (fuet significa "látigo" en catalán). Después del cerdo, otra parte importante de la cocina catalana es el bacalao. Está en todos los sitios, aunque no es un producto del Mediterráneo. Es que antiguamente era muy barato. Los vascos lo introdujeron en el norte de la península y al ser un pescado curado en sal era el único que se podía transportar. La receta típica catalana es bacalao a la llauna (lata), que no falta en Semana Santa con su sencillez y gran sabor.
La visita con los Aborígens continúa por uno de los locales Morro Fi (Consell de Cent 171) punto de encuentro para el aperitivo, que está en pleno auge entre los locales. En este lugar simple y pequeño, de barra de mármol, se sirve vermut (vino macerado en hierbas) blanco o negro, de elaboración propia, bien acompañado de anchoas y aceitunas, calamares, pescados en conserva y almendras fritas. Todo aderezado con salsa vermut: pimentón, vinagre y sal.
A tomar nota, San Antoni es el barrio de los aperitivos. Y a continuación, un trago al paso por la antigua bodega Vendrell, que vende vino a granel desde 1934. Cesc y Álex aman esos lugares, que resisten todo. Parece una foto antigua, con sus barricas y decoración. Quienes compran ese vino pagés, que es una mezcla de varietales, elaborados por distintas cooperativas, tiene por costumbre tomar una copa bien fría, con chips y aceitunas, mientras son atendidos. Y eso hacemos. Y es verdaderamente económico. Después, tomamos cerveza artesanal en Biercab (Muntaner, 5) un espacio moderno y cálido a la vez con mucha madera, donde hay 30 grifos para deleitarse y platos pensados en función de la cerveza. Y como en todos los nuevos sitios de tapas, tienen su propia versión de la más icónica de todas, las patatas (papas) bravas, que las hacen cuadradas, confitadas y fritas y sale con una salsa picante. Claro, debe ser brava. Al mediodía, almorzamos comida catalana en Bodega Sepúlveda (Sepúlveda 173 bis), un restaurante que abrió sus puertas hace más de 60 años. Fue inicialmente una bodega que tenía el hogar de los propietarios en la planta alta, algo muy común en la época, pero que al empezar a servir comidas fue ganando todos los espacios de la casa para convertirse en el restaurante mítico, que es hoy, que supo cultivar un espíritu intelectual de izquierda. Su carta es ciento por ciento tradicional. Hay escalibada, ensalada típica de berenjena y pimientos asados. Bacalaos. Los platos que une mar y montaña: pollo con langosta, patas de cerdo con gambas, albóndigas con sepia, calamar relleno con cerdo. Sopas tipo puchero y el clásico Cap i pota, en vinagreta: cabeza y pata de ternera.
La cerveza histórica
Si de lugares históricos se trata no puede faltar una visita a la antigua fábrica Moritz, la primera marca dedicada a la elaboración de cerveza en Cataluña. Fue fundada en 1856 por Louis Moritz, un inmigrante de Alsacia, que apenas instalado en Barcelona, comenzó a elaborar en su casa cerveza de autoconsumo, que no pasó inadvertida por el aroma característico de cocción del lúpulo. Hoy, el negocio continúa en manos de la familia Moritz, que en su quinta generación decidió reciclar la vieja fábrica (Ronda de San Antoni 39). La fábrica que antiguamente había sido construida en el campo, fuera de las antiguas murallas de Barcelona, cuando éstas fueron tiradas abajo, con el tiempo quedó en una situación céntrica. En los años 50 tuvo que dejar de funcionar porque el Ayuntamiento ya no permitía el tránsito de camiones (la actual fábrica funciona en Zaragoza). Así que después de medio siglo, en 2012 volvió a abrir sus puertas convertida en un templo gastronómico de la mano del gran arquitecto francés Jean Nouvel, el mismo que erigió la icónica Torre Agbar de Barcelona. Después de 10 años de recuperación, de cifras millonarias, Nouvel fusionó lo antiguo y lo moderno, a lo largo de tres plantas, dedicadas a la cerveza con cartas elaboradas por el prestigioso chef Jordi Vilà, que en la carta cervecera de planta baja, más popular, democratiza la gastronomía, de influencia alsaciana. La cerveza está elaborada con agua mineral y lúpulos frescos, florales, de Saaz (una región de la república Checa) que le dan ligereza.
Por otro lado, al ser elaborada para el autoconsumo en el lugar y al mantenerse a dos grados de temperatura, se sirve sin pasteurizar, lo que le añade un sabor más especial, con muchos matices. En el subsuelo está el restaurante Louis 1856, que rinde culto a su fundador y reconstruye el recorrido de Moritz desde su tierra hasta Barcelona y un bistró de vinos. Y en la primera planta funciona su última inauguración, el restaurante Alkimia (que tiene una estrella Michelin), de su chef Jordi Vilà.
La competencia histórica de Moritz es Damm. Inauguró en Barcelona en 1876, también por alsacianos que huían de la guerra austro-húngara, August Kuentzmann Damm y su mujer Melanie. Así que en Barcelona ¡la cerveza es alsaciana!
Aunque no tenga fama internacional, Barcelona tiene gran tradición chocolatera. Para muestra, basta un museo, que está situado dentro del Convento San Agustín, el Museu de la Xocolata (calle Comerç, 36). El ticket de entrada es de chocolate de verdad y en su interior se muestran el proceso de elaboración (en la planta baja se puede comprar y beber una taza de chocolate). Tras la llegada de América, el chocolate fue adoptado de inmediato por los artistócratas y popularizado en siglo XVII. EL barón de Maldá (1746-1819) dejó en sus escritos Calaix de Sastre la importancia de este alimento, que se bebía en reuniones.
También, por sus propiedades, fue importante entre la milicia. A los soldados de elite, que consumían más chocolate que el resto, los llamaban "los chocolateros". Algunos lugares especiales para comer o beber un chocolate caliente: Escribà (Ramblas, 87), Valor (calle Tapineria, 10), Granja 1872 (calle Banys Nous, 4), Granja Viader (calle D'En Xuclà, 9-6), La nueva chocolatería de Oriol Balaguer (calle Fusina, 5), Chocolate Amatller (Passeig de Gràcia, 41).
Datos útiles
Mercados. Están divididos en tres rutas. La modernista de finales del siglo XIX y principios del XX (de la Llibertat, de Galvany, de Sarriá, de Sant); la emblemática, que por sus dimensiones, diseño o situación son especialmente significativos (de la Boquería, de la Concepció, Santa Caterina, Encants Barcelona, Fira del Bellcaire, de la Barceloneta y San Antoni) y los nuevos, construidos durante el siglo XX. www.mercatsbcn.com
Comer y beber. Visita a los pescadores de la Barceloneta ofrecen un recorrido guiado y un completo menú marinero. 35 euros por persona. También hay opciones de tapas marineras y bebida, por 15 euros. www.3nusos.com/cofradia
Tour gastronómico por la ciudad con Cesc y Alex de Aborígens. Ofrecen varios tours de unas 4 horas (son grupos reducidos). Cuestan entre 110 y 140 euros (IVA incluido), por persona, e incluyen bebidas y comidas. Hay tours por vermuterías, mercados, nuevas tapas y un circuito para exploradores. http:/aborigensbarcelona.com; e-mail: hola@aborigens.cat
El barri Adrià: www.elbarriadria.com.es Tickets (Avenida Paral- lel 164), desde, 110 euros por persona.Pakta (Lleida 5), desde 125 euros. Bodega 1900 (Tamarit 91), desde 45 euros. Niño Viejo/ Hoja Santa (Avenida Mistral, 54), desde 35 euros./Enigma (Sepúlveda 38), desde 220 euros.
Rías de Galicia y Espai Kru: (Lleida 7). Comida promedio, 100 euros. www.riasdegalicia.com y www.espaikru.com
Morro Fi: Consell de Cent 171. http:/morrofi.cat/
Fábrica Moritz (ronda de San Antoni 39) moritz.com.es
Bodega Sepúlveda (Sepúlveda 173 bis) www.bodegasepulveda.net
Restaurantes recomendados: Gresca restaurante, gresca.net; Disfrutar; http://es.disfrutarbarcelona.com/, Alkimia, www.alkimia.cat. De nivel intermedio: Luis de les Moles www.lluisdelesmoles.com: Fermi Puig; www.restaurantfermipuig.com/es/
Más información. Barcelona Turisme www.barcelonaturisme.comwv3/es/
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