Brindo por esteJamaica, Caribe al ritmo del reggae y el ron
Unas vacaciones soñadas entre playas, colinas verdes, ríos, cascadas, buen
golf y la leyenda de Bob Marley.
Además, los mayores atractivos de la capital, Kingston. hermoso mes, con
tan linda energía de comienzos, de flores, de frutos y de perfumes, ropa
floreada, color rosa, alegría y Sol!
En Jamaica hay dos cosas que se hacen rápido: conducir y correr”. Es la
primera mención del guía, que alude al modo en que manejan los isleños y también
a la cantera de grandes estrellas del atletismo, cuyo máximo exponente es el
medallista olímpico Usain Bolt. Ambas cosas son ciertas, pero es una descripción
muy amarreta. Situada en el corazón del mar Caribe, 150 kilómetros al sur de
Cuba, Jamaica tiene más para ofrecer: playas de ensueño, caminos entre colinas
tornasoladas entre ríos, cataratas de aguas cálidas y transparentes, casonas
embrujadas, una asombrosa laguna de luces fluorescentes, mercados de artesanías,
y el ritmo cadencioso de la música reggae y la cultura rastafari, popularizada
mundialmente por Bob Marley, nada menos.
Y es que todos los destinos caribeños tienen lo suyo, pero Jamaica es otra
cosa. Punto de encuentro y referencia de aristócratas británicos, presidentes
norteamericanos, artistas de Hollywood y también de Ian Fleming, el autor de
James Bond, que imaginó sus playas como escenario para varias de sus novelas
hasta que se decidió a instalar su propia villa privada, hoy un resort de
lujo.
Hay de todo para ver y disfrutar en un viaje por esta isla antillana:
actividades como el snorkel, spa, golf y rutas a caballo; excursiones a las
playas de Doctor’s Cave Beach y Montego Bay y las cataratas de Dunn’s Falls; la
inquietante posibilidad de recorrer la “tenebrosa” casa de la Bruja Blanca de
Rose Hall y una perenigración casi obligada a Nine Miles, el pueblo natal y
mausoleo de Bob Marley, un lugar de culto para los muchos fanáticos del músico y
adherentes a la cultura rasta.
Atardeceres para recordar
Jamaica resalta por las cosas que se esperan de un destino caribeño, pero
también por sus confluencias culturales producto de los vaivenes de su historia.
Perteneciente a las Antillas Mayores, la isla tiene 240 kilómetros de largo y un
máximo de 80 kilómetros de ancho, cuyo borde superior, hacia el norte, es
coronado por una larga hilera de playas, lugares de esparcimiento, resorts all
inclusive y los escenarios más atractivos para visitar.
Una escala obligada es la playa de Seven Miles, en los márgenes de Negril,
en el noroeste, bendecida por aguas cálidas, arenas blanquecinas y vegetación
exhuberante. Provista de abundantes servicios para los amantes de los deportes
acuáticos y esos atardeceres pintados de postal, Seven Miles constituye uno de
los posibles trampolines para conocer la Jamaica “turística”.
Avistada por Cristóbal Colón el 3 de mayo de 1494, Jamaica fue una posesión
española (“Santiago”) hasta 1655. Aquellos conquistadores llegaron buscando oro
y se encontraron con bauxita, el mineral del que se extrae el aluminio y al que
los nativos denominaban “xaymaca”, es decir, “oro bendecido”. Posteriormente fue
colonia británica, hasta el 6 de agosto de 1962, cuando se independizó. De ese
cúmulo de influencias surge la cultura jamaiquina, enriquecida por indios
taínos, colonizadores españoles, evangelizadores ingleses, negros africanos (por
su pasasdo esclavista) y, más recientemente, por el aporte de inmigrantes de la
India y China.
Desde Negril se puede remontar la costa hacia Montego Bay, una ciudad tan
pequeña como encantadora, cuyo puerto atrae cruceros y turistas de todo el
mundo. Y no es para menos. A pesar del clima caluroso y húmedo durante gran
parte del año, la bahía es prácticamente un resort bordeado de arenas suaves y
blancas, aguas cristalinas, colinas ondulantes pobladas de palmeras y cocoteros.
Colón la llamó “el golfo de buen tiempo”, y los ingleses, posteriormente, le
pusieron su nombre actual (Bahía de Manteca) por ser el principal puerto
exportador de manteca. Hoy se realizan allí dos de los eventos musicales más
importantes: en enero, el Festival de Jazz y Blues de Air Jamaica, y en julio,
el Festival Veraniego de Reggae (Reggae Sumfest).
Bahía Montego es un punto de referencia para el turismo en general. Por sus
playas bañadas por aguas mansas, especialmente la de Doctor’s Cave Beach, la más
famosa durante más de un siglo. Es la capital de los hoteles y resorts all
inclusive y conecta las principales rutas y caminos para recorrer la isla en
general. Muy cerca de allí están las principales atracciones, una de ellas
vinculadas con historias de brujas y hechicería. Se trata de la Rose Hall Great,
a 12 kilómetros, una mansión sobre una colina con 365 ventanas (una por cada día
del año), 52 puertas (una por cada semana del año) y 12 habitaciones (sí, una
por cada mes). Se dice que allí hubo ritos satánicos, hechizos y muertes, pero
su fama procede, sobre todo, de la que fue su última dueña, Annie Palmer, “la
bruja blanca”. Cuentan que su fantasma ronda la casona tras ser asesinada por un
esclavo que fue su amante. También se le atribuyen los asesinatos de sus tres
esposos, sin ser alcanzada por la Justicia. La mansión, o lo que queda de ella,
puede visitarse de día o de noche, según las condiciones cardíacas.
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Hay otra visita nocturna, tan apasionante como la anterior pero menos
traumática. Es la Laguna Luminosa o Glistening Waters, que por las noches ofrece
el espectáculo único de la bioluminscencia. Es uno de los cuatro lugares en el
mundo (los otros están en Indonesia, Puerto Rico y Costa Rica) en los cuales es
posible disfrutarlo.
A bordo de un bote, por las noches oscuras, el movimiento sobre el agua
deja estelas azul fosforescente, un fenómeno inusual pero absolutamente natural:
el efecto lo producen unos microorganismos que despiden luz con el movimiento,
tal como hacen las luciérnagas. El clima y la vegetación ofrecen un decorado
ideal para una experiencia inolvidable.
El reggae y el regateo
Jamaica es un ámbito repleto de curiosidades. En principio, por el contacto
directo con los jamaicanos, que hablan patois (patuá), una deformación del
inglés intrigante, por momentos incomprensible. Lo que para los norteamericanos
es un “inglés mal hablado”, para los isleños es un acto de rebeldía frente a la
dominación británica: el típico “iamán” en lugar de “yes man”, por ejemplo. Se
trastocan vocablos como rechazo a la lengua del imperio, es la explicación más
difundida.
De todos modos, por lo general son amistosos, simpáticos, con mucho sentido
del humor y transpiran orgullo por su país. Tal sentimiento es reflejado
especialmente en los éxitos deportivos en los Juegos Olímpicos, y más aún si los
rivales son ingleses. También adoran el reggae, la música en general, los ritos
folclóricos y la vida relajada.
Continuando la ruta hacia el este está el puerto de Falmouth (la capital de
los cruceros), una localidad con mercados de artesanías, tiendas folclóricas y
locales de comidas y bebidas. Una pausa: la compra de un souvenir puede demorar
varios minutos tras intensos y floridos regateos mezclando el inglés, el patois
y el lenguaje natural de las señas. En algunos casos, la ceremonia puede ser
divertida, pero en otros resulta asfixiante y agotadora. De uno u otro modo, la
escala por el puerto de Falmouth nos pone a tiro del río Martha Brae, que se
encuentra en la región de Trelawny, a pocos kilómetros. Es la entrada a otro
puerto muy particular, donde parten las barcas de bambú movilizadas por la
corriente y conducidas por lugareños, estilo gondolieri veneciano. El recorrido
dura menos de una hora, suficiente para conocer la leyenda de Martha Brae: dicen
que los primeros colonos españoles creían que ella conocía dónde se ocultaba el
oro de la isla, y que para obtenerlo la torturaron tanto que usó la magia para
desviar el curso del río y ahogarlos.
Volviendo por la ruta rumbo al este nos encontramos con Discovery Bay. Un
tramo de un camino demarcado por acantilados, palmeras, cocoteros, helechos y
cascadas donde se accede al sitio en el que Colón desembarcó por primera vez.
Puede resultar extraño, pero la “Bahía del Desembarco”, como la llaman, está
descuidada, marcando el poco interés de los jamaiquinos por su pasado
español.
Para ellos, “la historia empezó con la llegada de los ingleses, en 1655, y
no antes”. El sitio, muy próximo a Columbus Park, recuerda la llegada de los
primeros colonizadores desde “una proa de galeón” montada para los turistas,
donde es posible imaginar el encuentro entre los indios taínos y los pioneros
europeos.
Mirá también: Las Bahamas, pasión por la playa
Kilómetros más allá se encuentra Ocho Ríos, punto para acceder a una de las
atracciones naturales más conocidas de Jamaica: la cascada de River Dunn, lugar
en el cual los españoles cedieron a la corona inglesa tras una sangrienta
batalla. La cascada, que se puede remontar con ayuda de guías, tiene una
dramática caída de 600 pies (183 metros). Parece mucho, pero es un ascenso
relativamente tranquilo por distintos niveles de piedra caliza. El lugar de la
partida, abajo, es una de las playas que se usaron de escenario para películas
de James Bond.
Bond, Marley, Bolt
Hay mucho más sobre el célebre espía de ficción. Cerca de Ocho Ríos está
Oracabessa, un poblado de película. Allí se observa el cartel de entrada a The
James Bond Beach, nada menos, rodeada de palmeras y acariciada por aguas cálidas
y cristalinas. Sin embargo, los fanáticos del personaje podrán gozar de
Goldeneye, la que fuera la residencia jamaiquina de Ian Fleming y en el que
escribió la novela del mismo nombre. Radicado en el lugar, el escritor atrajo a
varias figuras internacionales del cine y el espectáculo, entre ellas Sean
Connery, el primer actor que encarnó el papel del espía. Hoy se la conoce como
Villa Fleming, y es un resort de lujo cuyos precios oscilan entre 2.500 y 7.500
dólares.
Una imagen del Parque de la Emancipación, en Kingston.
Una imagen del Parque de la Emancipación, en Kingston.
Y nos queda Kingston, la capital de la isla y del reggae. Con varios
atractivos, como el Museo Bob Marley, la Galería Nacional y la Casa Devon,
construida a fines del siglo XIX por el primer millonario caribeño de raza
negra. Abundan las callejuelas coloniales, los restoranes de comida típica,
locales de diversión nocturna y la King House, la casa del gobernador. Un poco
más allá está el Museo del Dinero, (donde funciona el Banco Central de Jamaica),
el Instituto Afro-Caribeño de Jamaica y el Mercado Victoria de Artesanías. El
más visitado es el Museo Bob Marley, donde vivió e instaló el estudio de
grabación en el que se editó lo mejor de su obra y la banda The Wailers.
Kingston es también residencia de Usaín Bolt, el multimedallista olímpico más
famoso. Jamaica es todo eso: placer, historia, cultura y presente.
MINIGUIA
Cómo llegar
Copa Airlines vuela de Buenos Aires a Montego Bay, vía Panamá. La tarifa
va de US$ 980 a US$ 1.100, según el mes.
Dónde alojarse
Iberostar dispone de tres grandes complejos all inclusive: Iberostar Grand
Hotel Rose Hall (sólo para adultos) desde US$ 214 por persona la noche; Rose
Hall Suites (con parque acuático), desde US$ 166 por persona; y Rose Hall Beach,
desde US$ 136 (50% de descuento para menores de 4 a 12 años y gratis para
menores de 3).
Dónde informarse
www.visitjamaica.com